Miscelánea histórica/Marqués de Lansdowne
Marqués de Lansdowne
Nada distingue tanto a Inglaterra de las demás naciones europeas, como el perpetuo flujo y reflujo de las clases de sus habitantes, unas en otras. Dícese generalmente que los ingleses son los mayores aristócratas del mundo, y en cierto sentido es verdad. Si por aristocracia se entiende el aprecio de distinción, y cierta tenacidad en defensa de los derechos civiles que las distinciones confieren, los ingleses son muy aristócratas. Pero no hay nación en el mundo más opuesta a las distinciones de sangre, que tanto daño han hecho en España. Ni un descendiente de los primeros Barones que acompañaron a Guillermo, el Conquistador, queda en el día entre los Pares de Inglaterra. La Cámara se está renovando continuamente, con personas sacadas de la clase media, es decir propietarios, comerciantes, militares y legistas. Ésta es la gran ventaja de la constitución inglesa, sobre todas las de Europa.
La familia del personaje distinguido de que voy a dar una breve noticia a los Hispanoamericanos pertenece, por el lado paterno, a la nobleza de Irlanda. Su apellido es Fitzmaurice y su título Condes de Kerry. Por la línea materna, uno de los abuelos del Marqués de Lansdowne, ofrece uno de los ejemplos más notables del poder de la industria inglesa, y del sistema verdaderamente liberal que abre la puerta de los honores del Estado a cuantos tienen talentos superiores, sean de la clase que fueren. Sir William Petty, abuelo del Marqués actual, fue hijo de un fabricante de paño, en Ramsey. Por su industria, su honradez y su destreza en el manejo de negocios logró elevarse desde la clase inferior en que había nacido, a la de uno de los propietarios más opulentos del país. Murió a la edad de sesenta y tres años, dejando a sus herederos un caudal cuya renta anual subía a quince mil libras esterlinas o setenta y cinco mil duros. El talento de este hombre extraordinario no se limitaba a materias económicas. Su afición a las ciencias naturales lo colocó entre los fundadores de la Real Sociedad de Londres, a cuya cabeza estaba el inmortal Newton. En 1663 inventó un navío con dos fondos, que, por velero, excedía a los mejores de la hechura común. Perdióse en una horrible tormenta; pero su modelo se conserva aún colgado del techo de la Sala de juntas de la Real Sociedad de Londres. El difunto Marqués de Lansdowne, hermano del actual, trató de seguir la idea de su abuelo, haciendo construir un buque que daba paso al agua entre los dos fondos, pero sus planes resultaron fallidos.
El padre del marqués actual, Conde de Shelburne, hace no poco papel en la historia del reinado del difunto rey Jorge III. El Conde de Shelburne era liberal en sus principios políticos, que siguió con gran firmeza en toda su carrera política. Aun cuando ejercía el empleo de ministro de la Corona, jamás trató de acrecentar sus privilegios a costa de la libertad pública, cuyo abogado era, tanto en materias civiles como religiosas. Persuadido de que en la representación parlamentaria debían hacerse algunas reformas, siempre votó en favor de ellas, aunque hubiera perdido mucha parte de su influjo, si se la hubiesen verificado.
El Conde de Shelburne ponía su empeño y su gloria en verse rodeado de los hombres más notables por saber y talento. Su casa estaba siempre abierta a todo hombre de mérito. Para hacerla agradable a sus amigos jamás perdonó trabajo ni gasto. La mansión paterna del Marqués de Lansdowne, llamada Bowood, en Wiltshire, se hallaba rodeada de un terreno húmedo y lagunoso; pero, gracias al cuidado, trabajo y gastos de su padre está ahora rodeada de un verdadero paraíso. La afición a libros de mérito no fue menor en Lord Shelburne que a los adornos de lujo. Su empeño en adquirir los mejores informes sobre el estado de Europa le costó sumas grandísimas. De esto se puede inferir que en la educación de sus hijos pondría el mayor esmero.
Así fue, sin duda. El marqués de Landsdowne fue educado desde la niñez con el objeto de prepararlo para los objetos de la vida pública, expresión verdaderamente inglesa, que denota la ocupación de los que se dedican a servir al Estado, ya sea pagados por el público, en los varios empleos de la nación, ya (como en el caso presente) sin más galardón que el placer de hacer bien y como una obligación hereditaria, propia de los nobles del país. Lord Shelburne creyó en cierta época que la educación doméstica era más ventajosa que la de las escuelas públicas; pero, desengañado con el tiempo, puso al actual marqués de Lansdowne en la escuela de Westminster, al cuidado de uno de los ayudantes de la escuela, el Reverendo P. Debarry, quien lo acompañó después a la Universidad de Edimburgo. En aquella ciudad, además de la enseñanza pública, logró las ventajas de tratar con frecuencia al célebre Dugald Stewart. Antes de dar por concluidos sus estudios académicos, se matriculó en Cambridge, donde su preceptor era colegial. Últimamente, para completar el plan de educación que conviene a un inglés, que por el derecho hereditario es miembro permanente de la Legislatura, viajó por Europa, en compañía de Mr. Dumont, de Ginebra, hombre cuyos talentos, saber y excelentes principios, lo hacen digno de la admiración y afecto de cuantos tienen la fortuna de conocerlo.
Al volver de su viaje el Marqués de Lansdowne, llamado entonces Lord Henry Petty, entró como comunero, o representante del pueblo, en el Parlamento convocado el año de 1802. En 1806 fue llamado al Ministerio como Canciller del Exchequer. Habiendo heredado después el título que lo hace miembro de la Cámara Alta, continúa en ella sus desvelos por los intereses del público, a cuyo favor siempre han propendido sus principios.
El Marqués de Lansdowne es uno de aquellos hombres que se hacen estimar y respetar, no sólo por los que convienen con él en sus miras políticas, sino por los que las combaten. Su honradez, su candor, su gran saber en todas materias y especialmente en las de gobierno práctico y economía política, hacen que todo el mundo lo mire no como miembro de un partido, sino como prenda nacional con que se honra su país. Cuando los nuevos Estados de América traten de consolidar su libertad, sobre la base de las virtudes públicas de sus ciudadanos, deberán estudiar e imitar a los verdaderos patriotas ingleses, y entre ellos, en lugar eminente al marqués de Landsdowne.
Una noticia menuda de la carrera política de este noble inglés no sería ni inteligible ni interesante para los que no están muy impuestos en la historia parlamentaria de Inglaterra. Así que concluiré esta noticia del Marqués de Lansdowne con algunas de las ideas principales de su alocución sobre la Independencia de los Estados Hispanoamericanos, pronunciada en la Cámara de los Lores el día 18 de marzo del presente año.
Después de enumerar los motivos que, por razón de la invasión de España por los franceses contra el sistema constitucional, habían detenido al noble Lord para no proponer, hasta entonces, el reconocimiento de la independencia de los nuevos Estados, y habiendo, además, elogiado la conducta y principios que los documentos presentados por el Gobierno mostraban, manifestó la importancia del reconocimiento con razones por este término.