Mitos y fantasías de los aztecas/18
XVII. LA MATANZA DEL TEMPLO MAYOR.
Nuevamente aquí la historia hispanista, la de “la batalla de la noche triste”, cambia la versión histórica para salvar a Cortés y lavarle las manos machadas de sangre y de su pedestre voracidad por la riqueza indebida. La historia de los vencedores ha presentado a Hernán Cortés, pese a las evidencias históricas, comenzando con sus propias Cartas de Relación, como un hombre valiente, honorable y justo. Fundamento del nuevo mundo que heroicamente vino a crear y padre del país criollo en el que viven excluidos hoy los anahuacas.
Cortés desde esta perspectiva es el símbolo del extranjero que viene a estas tierras a “traer la civilización, la religión y el progreso”. El “conquistador” es aquél que lucha por “mejorar y salvar” a los nativos de su equivocada y atávica forma de vivir, sentir y pensar. El “conquistador” es el símbolo de lo “humano” que se enfrenta a lo primitivo, retrógrado y aberrante, que se resiste tercamente a la cristianización, la civilización, la modernidad, el progreso, el desarrollo, el neoliberalismo y la globalización. La historia la escriben los vencedores. Sin embargo, resulta extraño que sí el Tlatócan y la nobleza mexica se había resignado al regreso de Quetzalcóatl y habían aceptado someterse a la autoridad encarnada en “su embajador”; no se puede entender qué fue lo que los llevó a revelarse ante tan alta autoridad, tomando en cuenta que el respeto a la autoridad es uno de los valores más importantes de la civilización del Anáhuac.
Ante la Matanza del Templo Mayor, que fue el detonante de la escalada de violencia y muerte de la Conquista de México Tenochtitlán existen dos versiones. La de los hispanistas que afirma que Cortés después de “vencer heroicamente” con un puñado de sus hombres de Pánfilo de Narváez, regresó a México Tenochtitlán y encontró desierta la ciudad. Cuando llegó al Templo Mayor y se dirigió al palacio de Axayácatl, de inmediato fue rodeado por los insurrectos mexicas, por lo cual se refugió con la gente que había dejado al frente de Pedro de Alvarado.
LA MATANZA…tan grande como la deshumanización de los verdugos.
Cortés y sus asesinos rompen, por el exceso de codicia y vileza, la débil línea que sostenía su poder.
“Pues así las cosas mientras se está gozando de la fiesta, ya es el baile, ya es el canto, ya se enlaza un canto con otro, y los cantos son como un estruendo de olas, en ese preciso momento los españoles toman la determinación de matar a la gente. Luego vienen hacia acá, todos vienen en armas de guerra. Vienen a cerrar las salidas, los pasos, las entradas: la Entrada del Águila, en el palacio menor; la de Punta de la Caña, la de Serpiente de espejos. Y luego que hubieron cerrado, en todas ellas se apostaron: ya nadie pudo salir.
Dispuestas así las cosas, inmediatamente entran al Patio Sagrado para matar a la gente. Van a pie, llevan sus escudos de madera, y algunos los llevan de metal y sus espadas. Inmediatamente cercan a los que bailan, se lanzan al lugar de los atabales: dieron un tajo al que estaba tañendo: le cortaron ambos brazos. Luego lo decapitaron: lejos fue a caer su cabeza cercenada.
Al momento todos acuchillan, alancean a la gente y les dan tajos, con las espadas los hieren. A algunos les acometieron por detrás; inmediatamente cayeron por tierra dispersas sus entrañas. A otros les desgarraron la cabeza: les rebanaron la cabeza, enteramente hecha trizas quedó su cabeza.”
“Pero a otros les dieron tajos en los hombros: hechos grietas, desgarrados quedaron sus cuerpos. A aquéllos hieren en los muslos, a éstos en las pantorrillas, a los de más allá en pleno abdomen. Todas las entrañas cayeron por tierra Y había algunos que aún en vano corrían: iban arrastrando los intestinos y parecían enredarse los pies en ellos. Anhelosos de ponerse en salvo, no hallaban a donde dirigirse. Pues algunos intentaban salir: allí en la entrada los herían, los apuñalaban. Otros escalaban los muros; pero no pudieron salvarse. Otros se metieron en la casa común: allí sí se pusieron en salvo Otros se entremetieron entre los muertos, se fingieron muertos para escapar. Aparentando ser muertos, se salvaron. Pero si entonces alguno se ponía en pie, lo veían y lo acuchillaban.
La sangre de los guerreros cual si fuera agua corría: como agua que se ha encharcado y el hedor de la sangre se alzaba al aire, y de las entrañas que parecían arrastrarse.
Y los españoles andaban por doquiera en busca de las
casas de la comunidad: por doquiera lanzaban estocadas,
buscaban cosas: por si alguno estaba oculto allí; por doquiera
anduvieron, todo lo escudriñaron. En las casas comunales por
todas partes rebuscaron."
Informantes de Sahagún: Códice Florentino.
Los hispanistas han usado a Pedro de Alvarado como el malo de la historia. Dicen que los mexicas le pidieron autorización para celebrar la fiesta de Tóxcatl y que éste la autorizó. Pero cuando los españoles vieron a seis mil nobles mexicas bailando llevando joyería en oro y totalmente desarmadas, cerraron las cuatro puertas de la plaza y a cuchillo mataron a la nobleza mexica para robarles las joyas.
“En ese momento un sacerdote vino a dar gritos.
Apresurado decía a grandes voces:”
“¡Mexicanos! ¿No que no en guerra?
¿Capitanes, mexicanos (…)
venid acá, que todos armados vengan:
sus insignias, sus escudos, sus dardos!
Venid acá de prisa, corred (…)
¡Muertos son los capitanes,
han muerto nuestros guerreros,
han sido aniquilados!”
“Entonces se oyó el estruendo,
se alzaron los gritos,
y el ulular de la gente que se golpeaba los labios.
Al momento fue el agruparse,
todos los capitanes, cual si hubieran sido citados:
traen sus flechas, sus escudos”.
Y entonces la batalla comienza:
dardean con venablos,
con saetas, con jabalinas,
con arpones de cazar aves.
Y sus jabalinas furiosos y apresurados lanzan.
Cual si fuera capa amarilla,
Las cañas sobre los españoles se tienden…”
Fray Bernardino de Sahagún.
Este acto a la luz de la inteligencia y la descolonización nos demuestra la realidad de la invasión, conquista y colonización. El europeo venía a robar y a asesinar. No eran soldados de un ejército, no era una misión humanista, científica o diplomática. Los europeos venían a hacerse ricos a través de robar y asesinar, y en ello invirtieron su dinero y arriesgaron su propia vida. No existía ley, ni de Dios ni España. Eran corsarios que venían a robar oro y para ello, hicieron todo lo que estuvo a su asesino alcance. Tratar de ocultar esta verdad histórica es un acto de bajeza intelectual y moral. Y . Y peor aún, tomar esta “historia colonial” como base para conformar la “Historia Oficial” del gobierno de México, es acto de traición al pueblo de esta nación.
En el Siglo XXI podemos seguir leyendo esta versión eurocéntrica, saturada de prejuicios y totalmente parcial hacia los conquistadores y europeos que hasta la fecha siguen siendo los amos del país. En la Internet encontramos un claro ejemplo:
“La situación de los españoles era en extremo delicada, sabían que eran muy pocos hombres como para contrarrestar un ataque de los mexicas. Alvarado, ante las continuas noticias (o quizás bulos) aportadas por sus aliados tlaxcaltecas y totonacas sobre las intenciones agresivas de sus huéspedes, recurrió a la táctica que tantos éxitos le depararía en el futuro: atacar primero. No está documentado, pero a la vista de los resultados, parece que Tonatiuh trató de descabezar la posible rebelión eliminando la clase dirigente tenochca. La orden de atacar a los señores, que estaban indefensos celebrando un festival religioso para el cual el mismo Alvarado había dado permiso, acabó en una masacre de la clase dirigente de la ciudad. Los aliados indígenas aumentaron el horror de la matanza dando muerte a decenas de mujeres y niños llevados por su inextinguible odio al imperio mexica.
Esta Matanza del Templo Mayor, encendió la mecha de la rebelión. Ésta comenzaría poco después de que Cortés regresara y tratara de calmar los ánimos. Para ello solicitó a Moctezuma II que se dirigiera a su pueblo para tranquilizarlo. En un intento para sofocar el violento tumulto, Moctezuma II se asomó a la azotea (o balconada) de su palacio, instando a sus seguidores a retirarse. La población contempló horrorizada la supuesta complicidad del emperador con los españoles, por lo que comenzaron a arrojarle piedras y flechas que lo hirieron mortalmente, falleciendo poco tiempo después del ataque. Parece claro que Cortés comprendió inmediatamente las funestas consecuencias que tendría lo sucedido. Intentó primero la mediación de Moctezuma, que no dio resultado. Más tarde lucharía por su vida y, después de Otumba, daría comienzo a su última gran campaña: la conquista de Tenochtitlán y la destrucción de su poder.” http://es.wikipedia.org/wiki/Noche_triste)
Como puede ver el amable lector, según este texto los causantes de la matanza fueron los aliados indígenas (tlaxcaltecas y totonacas), que “le mintieron” a Alvarado y éste “se tuvo que defender”, descabezando “la posible rebelión” y fueron los indígenas los que mataron a “decenas de mujeres y niños” por su “inextinguible” odio a los mexicas. Totalmente falso y carente de la más mínima veracidad histórica, ya que en la fiesta no había niños y es la misma versión justificadora de la Matanza de Cholula, “los indios y solo los indios fueron los causantes de las matanzas”. El otro punto es que los anahuacas, fueran mexicas, tlaxcaltecas o totonacos no tenían en su cultura el matar en la guerra. Aún en la misma batalla de Tenochtitlán, en una ocasión Cortés cayó en manos de los guerreros mexicas y no lo mataron en el lugar, como lo querían llevar prisionero los europeos pudieron recatarlo con vida.
La otra mentira es que la matanza se produjo cuando Cortés esta en Veracruz y que cuando entró en la ciudad de Tenochtitlán los guerreros mexicas, que estaban cercando a Pedro de Alvarado y sus cómplices, corrieron a esconderse en sus casas y la ciudad quedó desierta. Que solo salieron cuando Cortés estaba a resguardo en el Templo Mayor.
Totalmente falso. Otra de las fantasías colonizadoras. La verdad es que por lógica, Cortés regresó de Veracruz y él mismo fue quien ordenó la Matanza del templo Mayor. Dar la orden de iniciar la matanza no podía ser dada por Alvarado porque una versión dice que Cortés se llevó a Veracruz a la mitad de la expedición y la otra dice que Cortés dejó 80 hombres. Alvarado no daría una orden suicida ni con 400 y menos con 80 hombres. Matar a cuchillo a 6000 seres humanos en el centro de una ciudad, que probablemente tendría más de 300,000 habitantes, es un acto ilógico. Lo más seguro es que Cortés con los 1500 hombres que trajo de Veracruz y con los probables 800 que tenía ordenó la matanza.
Lo cierto es que fue la ambición y el espíritu criminal de estos
forajidos lo que hizo que los mexicas tomaran las armas en
defensa de su pueblo y sus instituciones. A partir de la
matanza dejaron de obedecer al embajador de Quetzalcóatl y
a Moctezuma, quien el Tlatócan decide deponerlo y nombra
en su lugar a Cuitláhuac.