Mitos y fantasías de los aztecas/17

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Mitos y fantasías de los aztecas.
de Guillermo Marín Ruiz
La Codicia

XVI.- LA CODICIA...
...la madre de todas las degradaciones humanas.

Cortés estando en el palacio de Axayácatl mandó poner el botín robado y los regalos entregados en una gran sala, para valorarlo. Los españoles tuvieron que construir ellos mismos las balanzas y pesas, pues los aztecas, grandes matemáticos, no desarrollaron los sistemas de peso, fundamentales para los europeos. Esto, lejos de ser una “deficiencia”, nos habla de que los anahuacas no sustentaban su cultura en el comercio, la plusvalía y la ganancia. El trueque era la forma de intercambio y llega hasta nuestros días, en los descendientes culturales directos del Anáhuac.

“Después de fundir las maravillosas obras de arte[1] y convertirlas en “tejos”,[2] y pesarlo, así hallaron que era de unos 162.000 pesos oro, suma que, según cálculo hecho el siglo antepasado, equivalía a unos 6.300.000 dólares. En el siglo XVI era esto una cantidad tan fabulosa, que podemos suponer con bastante fundamento que ningún soberano europeo tenía atesorada tal suma en aquella época.” (Dioses, tumbas y sabios” C.W. Ceram). 1949.
Cortés engaña y roba a sus secuaces. Del increíble botín, jamás visto junto por un europeo, aparta el 20% para “La Hacienda Real” o quinto real, otro 20% para él, argumentando que él había hecho muchos gastos para la expedición. Guarda para sí otro 20% “que promete entregar” a Velázquez y los inversionistas de Cuba, cosa que nunca hizo. Reparte un 20% entre los Capitanes: Alonso Hernández Portocarrero, Diego de Ordás, Francisco de Montejo, Francisco de Morla, Francisco de Salcedo, Juan de Escalante, Juan Velázquez de León, Cristóbal de Olid, Gonzalo de Sandoval y Pedro de Alvarado. Y dejó para todos los demás expedicionarios otro 20%, lo cual significó tan solo 100 pesos oro para cada uno, motivo por el cual se inició otro de los tantos motines que tuvo Cortés con su gente, por su permanente actitud de engaño y traición.

“Les dieron a los españoles bandereas de oro,
bandereas de pluma de quetzal,
collares de oro”.
“Se les puso risueña la cara,
se alegraron mucho,
estaban deleitándose”.
“Como si fueran monos levantaban el oro,
como que se sentaban en ademán de gusto,
como que se les renovaba y se les iluminaba l corazón”.
“Como que cierto es que esto anhelan con gran sed.
Se les ensanchaba el cuerpo con eso.

Y las bandereas de oro las arrebataban ansiosos,

las agitaban de un lado a otro,
las ven de una parte y de la otra.
Están como quien habla lengua salvaje;
Todo lo que dicen, lengua salvaje es”.
Fray Bernardino de Sahagún.

La escena resulta más que emblemática y simbólica de lo que

fue la conquista europea. Imagínese, amable lector, a esos hombres: codiciosos, asesinos y ladrones. Sin mayor educación y preparación, en una expedición de saqueo, frente a una cantidad de oro que, nunca un rey europeo hasta ese momento había visto junta.

Lo más cercano a esta escena en nuestros días pudiera ser, un jefe de un cartel del narco con sus secuaces, en una casa de seguridad, ante millones y millones de dólares en billetes. Los sentimientos y fantasías de esos delincuentes debieron sacarlos totalmente de su precaria realidad.

DUEÑOS, AMOS Y SEÑORES DE TENOCHTITLÁN.

Después del discurso de Moctezuma, Cortés queda como el dueño absoluto de México-Tenochtitlán y máxima autoridad de sus señoríos tributarios. Toma prisionero a Moctezuma, su familia y a su séquito. Moctezuma es humillado al ponérsele grilletes y cadenas, hasta ese momento había recibido a Cortés como embajador de Quetzalcóatl y la acción rompió todo protocolo en el milenario mundo del Anáhuac. Cortés piensa, equivocadamente, que Moctezuma es “un rey o un emperador” tipo europeo. No entiende el Sistema de Cargos milenario del Anáhuac, y cree que teniendo prisionero a Moctezuma, él tiene el control de “todo el Anáhuac”, cosa que no era cierto: porque Moctezuma era solo el Tlatoani que podía ser removido por el Tlatócan, como sucedió más tarde, y los aztecas tenían un pequeño y relativo control del Anáhuac. Cortés se dedica a saquear el palacio del padre de

Moctezuma, donde había sido hospedado, hasta que encuentra el llamado “Tesoro de Axayácatl”.

Ha pasado un año de la fuga de Cortés de Cuba. El Gobernador Diego Velázquez no se quedó con los brazos cruzados y organizó una expedición justiciera de 1500 hombres. Escriben los cronistas que “casi despobló Cuba por hacer la expedición invencible”. Y la puso al frente del Capitán Pánfilo de Narváez, el cual llega a Veracruz en abril de 1520, con órdenes de tomar preso a Cortés y llevarlo a Cuba.

El grave error de Narváez es suponer que la detención de Cortés era más un trámite administrativo. Nunca pensó el poder que en ese momento tenía Cortés y sobre todo, la cantidad increíble de oro que poseía. Pánfilo de Narváez fue otra víctima de Cortés y su capacidad de engañar y traicionar a las personas.

Narváez desembarca en Veracruz y toma como cuartel general Cempoala. Desde aquí envía a una comitiva de españoles a notificarle a Cortés que se entregue a la ley de Cuba. El error de Narváez es creer que por traer 1500 hombres y saber que Cortés partió con 579 hombres de armas podía vencerlo fácilmente, dado que los demás eran marineros, miembros de la Hacienda Real y negros e indígenas antillanos.

El resultado es que los enviados de Narváez cuando llegan a México-Tenochtitlán se quedan totalmente impresionados y avasallados del poder que en ese momento ostentaba Cortés. No solo era la ciudad más grande y mejor urbanizada que cualquiera de Europa, no solo por los cientos de miles de guerreros que estaban a su servicio, tanto aliados como mexicas. Lo más importante y demoledor para las intenciones de Narváez y Velázquez fue el tesoro que Cortés les enseñó a los enviados.

Como siempre, Cortés los pasó a su causa y les prometió oro y poder, si convencían secretamente a los hombres de Narváez de que se pasaran al bando de Cortés. Los engañados regresaron a Cempoala y convencieron a los expedicionarios (que también venían por oro) y esperaron el arribo de Cortés.

Para esto Cortés tomó a la mitad de su gente, confiado en su artimaña, para “luchar y vencer” a los 1500 hombres que venían a tomarlo preso. Dejando a cargo de México-Tenochtitlán a Pedro de Alvarado con la mitad de los hombres, que no pasaban de 300 españoles. Los historiadores hispanistas, que no dejan de alabar y otorgarle falsos méritos a Cortés, describen la lucha entre españoles como otra “gran victoria” del valiente conquistador. Otro mito totalmente falso, la “batalla” fue una ridícula escaramuza que teatralmente montaron los perseguidores de Cortés.

“La sorpresa, de hecho, no existió sino para Narváez: cuando Cortés atacó por fin Cempoala en una noche de tormenta, aunque un centinela los había puesto sobre aviso, los de Velázquez apenas si quemaron una poca de pólvora para salvar las apariencias, celebrando al día siguiente su derrota con tanto descaro de pífanos y tambores que hasta sus vencedores llegaron a sentirse molestos.” (José Luís Guerrero. 1990).


  1. Alberto Durero cuando vio parte de estos tesoros que Cortés envió a Carlos V escribió en su diario en 1520: “Y nada he visto a lo largo de mi vida que haya alegrado tanto mi corazón como éstas cosas. En ellas he encontrado objetos maravillosamente artísticos y me ha admirado de los sutiles ingenios de los hombres de esas tierras”.
  2. Los tejos eran pequeñas barras de oro y plata que los españoles hacían de fundir las joyas que robaban a los indígenas.