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Motivos de Proteo: 070

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LXIX - Vestigios de una primera vocación en otra que la sustituye.

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Una primera vocación que desaparece, ya porque se extenúa en el alma el impulso espontáneo de que nacía, ya porque la fatalidad exterior opone a su desenvolvimiento obstáculos que la fuerzan a ceder su plaza a otra, suele manifestarse veladamente en el carácter de esta que la sigue y prevalece sobre ella.

No ha muerto, en realidad, la primera vocación, en la que Naturaleza puso acaso su voz más íntima y pura: sólo está soterrada y contenida en lo hondo del alma; y desde allí, logra vengarse del desconocimiento y olvido a que se la condenó, o de la suerte cruel que torció, malogrando la aptitud, el cauce de la vida: se venga de ellos penetrando de su esencia y tiñendo con sus reflejos las obras de la nueva vocación que la sustituye.

Así, en Ignacio de Loyola, la institución del fundador que se desviste la armadura para ceñirse los hábitos, muestra, en su índole y carácter, temple de milicia.

Así, en aquellos escritores cuya inclinación literaria no se ha pronunciado sino después de una tendencia, más o menos duradera y activa, a la profesión de otra arte, suele ésta poner de relieve la persistencia de su espíritu, en los procedimientos y costumbres de la pluma. Tal es el caso de Gautier, pintor de vocación vehementísima en su adolescencia, pintor no resignado nunca al abandono que hizo de su arte por el de escritor, en que luego fijó para siempre su personalidad; y cuya literatura es una perpetua reproducción del mundo sensible: pinacoteca enorme y varia, en que resplandecen toda la luz, todo el color, todas las formas armoniosas, que hubiera podido realizar con el pincel más peregrino. Idéntica transformación se manifiesta en Edmundo y Julio de Goncourt, pintores también antes de plantar su tienda en la novela; y luego, como escritores, maestros en la descripción intensa y animada hasta producir la ilusión de cosa vista; y en el idílico Töpffer, cuyas incomparables descripciones de la naturaleza son un glorioso esfuerzo para obtener por la virtualidad de la palabra lo que la prohibición paterna le apartó, desde su infancia, de obtener por medio del color.

Fácil sería citar muchos ejemplos semejantes; casos todos de una facultad superior que, no pudiendo manifestarse en su forma natural y espontánea, resurte bajo la apariencia de una aplicación extraña a su objeto. En general, si se conociera menudamente la historia psicológica de todos aquellos artistas cuyo estilo y manera se caracterizan por alguna singularidad que se relacione con la trasposición de los procedimientos de un arte al campo de otra arte, yo creo que se había de encontrar casi constantemente, para ello, la clave de una primera vocación truncada y sustituida.