Motivos de Proteo: 080

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Motivos de Proteo de José Enrique Rodó
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LXXIX - Resumen: vocación y aptitud.[editar]

La aptitud, en lo que tiene de virtual y primitivo, es secreto de la Naturaleza. El arte de la educación que obre sin conocimiento de este límite, llegará fatalmente a la conclusión de Bernardo el Trevisano, cuando, después de consumir su existencia en los misterios de la crisopeya, afirmó con desengaño, ante la vanidad de sus ennegrecidas retortas: Para hacer oro, es necesario oro... Pero el precioso metal no está siempre en el haz de la tierra, ni en las arenas que dejan en sus márgenes las corrientes auríferas, sino, a menudo, retraído de la vista humana, en hondos veneros, en cuevas recónditas y obscuras, donde es menester ir a buscarlo. Ni menos está siempre, en su natural condición, limpio y luciente, sino las más veces impuro, mezclado con la escoria, que lo confunde dentro de su grosera apariencia, antes de que el fuego le hinque la garra y quede apto para que lo consagre el cincel del artífice.

La vocación es el sentimiento íntimo de una aptitud; la vocación es el aviso por que la aptitud se reconoce a sí propia y busca instintivamente sus medios de desenvolvimiento. Pero no siempre vocación y aptitud van de la mano. En aquellas mismas ocasiones en que las enlaza un solo objeto, no siempre guardan justa correspondencia y proporción. Y si no cabe producir artificiosamente la aptitud superior allí donde por naturaleza no existe, cabe despertarla cuando ella no es consciente de sí; cabe formarla donde permanece incierta y desorganizada; cabe robustecerla, mediante la doctrina, la educación y la costumbre; cabe dotarla de la energía de voluntad con que venza los obstáculos del mundo; cabe sustituirla, si acaso pierde su virtud, removiendo el fondo obscuro del alma, donde duermen tal vez disposiciones y gérmenes latentes; cabe dilatarla, por este mismo hallazgo de nuevas aptitudes, aun cuando la primera persista y prevalezca entre las otras; cabe en fin, suscitar amor por ella, cuando en el alma donde habita la esterilicen indiferencia o desvío, y disuadir el amor vano, y desarraigar la falsa vocación, allí donde la aptitud no sea más que sombra ilusoria.

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