Motivos de Proteo: 140
CXXXIX - La idea puede suscitar el sentimiento. Contradicciones íntimas. Toda pasión humana lleva en sí misma el germen de su disolución.
[editar]Además, si la idea pura no alcanza a sustituir al sentimiento ni a hacer lo que él, puede, hábil y perseverantemente, provocarlo y suscitarlo. Escogitando la ocasión; acumulando excitaciones y estímulos; entrando en alianza con el tiempo, que traspasa en sigilo las rocas en connivencia con la gota de agua; evitando la tentación hostil; cuidando la emoción favorable, incipiente y tímida, con esmero solícito, como quien quiere fuego, y para aprovechar una sola chispa que tiene, allega ramillas, y las dispone bien, y distribuye sutil y delicadamente el soplo de sus labios, hasta que la ve levantarse en llamarada: así la idea pura y fría logra arrancar, del corazón remiso, el fuego de amor que la complemente.
Vencer una pasión que nos sojuzga, y criar en lugar de ella, voluntariamente, otra pasión, es empeño heroico, pero no quimérico. Y en el mismo seno de aquella pasión que se ha de desarraigar y sustituir, hallará tal vez la voluntad el punto de partida, la piedra angular, la simiente fecunda, con que arribar a la nueva y contraria pasión. Porque nuestra complexidad personal se reproduce en todo cuanto pasa dentro de nosotros; y un sentimiento, una costumbre, una tendencia de nuestro carácter, son otros tantos complexos, en los que se agregan y organizan elementos de la más varia y disímil condición. Y así, por ejemplo, dentro de la intimidad de la pasión impura, del hábito funesto, de la voluntad extraviada, caben elementos separables, de belleza moral. Ellos no faltan ni en la ferocidad de los odios, ni en la sordidez de las falacias, ni en la brutalidad de las concupiscencias. Pertenece a la intuición del maestro psicólogo y del moralista redentor, descubrir esos aliados suyos contenidos en la pasión o el hábito de que se propone emancipar a un alma, y combatir a éstos en su propio seno, y asentar el cimiento de la regeneración sobre la misma cerviz del enemigo.
Y ¡qué inauditas contradicciones hallaríamos, si nos fuera dado sondar esa complejidad de que hablamos, en lo íntimo de cada sentimiento! ¡Qué estupendos consorcios verifica esta química del corazón!... ¿Hay afinidades que ella no manifieste y realice? ¿Hay aparentes repulsiones que ella no venza? Placer y dolor, amor y odio, son contrarios más en la esfera de la abstracción y del lenguaje, que en la de la realidad concreta y viva.
¿Cuánto no se ha dicho de la dificultad de clasificar en los términos del dolor o el placer el sentimiento de la contemplación melancólica, del ensueño abandonado y lánguido? ¿La melancolía es gozo, es pena?... Y en el parasismo de la sensualidad, cuando las células disgregadas mueven el furor y desesperación de que hablaba Lucrecio; y en la complacencia con que el espectador de la tragedia deja correr sus lágrimas, herido por los filos cariciosos del arte; y en la voluptuosidad del paladar propia del goloso de lo amargo; y en aquella otra extraña voluptuosidad del que remueve sus heridas para despertar el sufrimiento y gozarse en su encono; y en la sonrisa con que el mártir, sabedor de que el martirio es el pórtico de la bienaventuranza resplandece entre las llamas de la hoguera; y en el sarcasmo con que el poeta maldecidor mezcla el agrio de su ofensa al regocijo de la burla: en todos estos casos, los dos polos de la sensibilidad se tocan y unimisman: ya es el placer quien aprovecha del dolor y le convierte en siervo suyo; ya es el dolor quien se insinúa en el seno del placer y vive allí del jugo que de él toma, como la víbora que, trepando a un lecho de nodriza en el misterio de la noche, se nutre a pechos de mujer.
Amor y odio no se eximen de esta natural fuerza humorística que se complace en aunar las más opuestas determinaciones del sentimiento. Si amor y odio caben en un mismo impulso de alma, sábelo quien tuvo amor capaz de sobrevivir a la traición e incapaz de contener el rugido de la honra o el clamor de la venganza por la felicidad perdida: supiéronlo Lancíoto mientras Francesca leía en el libro fatal. Otelo ante el sueño de Desdémona. Si la ternura de la madre puede embeberse, sin dejar de ser tal, en la crueldad del homicida, súpolo mostrar aquel pintor antiguo que unió en el semblante de Medea la voluntad que mata y la que implora, la intención aleve y la caricia. Soberbia y humildad son enemigos que he visto abrazarse muchas veces, en palabras y gestos que transparentaban un alma de asceta, de bautista, un alma puritana. Nada más contradictorio que el miedo desolador y el ímpetu iracundo; pero el soldado novel a quien la angustia y confusión de su entrada en la batalla mueven a precipitarse, cerrados los ojos, en lo mortífero del fuego, ¿no saca del exceso de flaqueza el arranque de la temeridad? Nada aparentemente más inconciliable que el sentimiento de la admiración conmovida y el de la risa burlesca, manera del desprecio; pero ¿tienes más que volver a leer ciertas escenas del Quijote, para sentirlos, enlazados en paradoja sentimental, dentro de ti mismo?
La contradicción aparece claramente en esas situaciones de alma, en que intervienen, con proporcionado poder, dos fuerzas antagónicas. Pero en el complexo de cualquier sentimiento personal existe siempre la nota contradictoria, disonante, aunque por débil y recóndita, no trascienda, y quede desvanecida en el acorde del conjunto. -¿Cómo se engendra la pasión en el alma? Como la muchedumbre que se levanta al paso de una bandera o de un profeta. La iniciativa de una emoción dotada de misterioso poder de proselitismo y simpatía, reúne, dentro de nosotros, elementos vagos y dispersos, y los ordena a una finalidad, y los concita a la acción. Entre los elementos de tal manera congregados, los hay fieles, inconmovibles y seguros; pero los hay también que no se adhieren sin reserva y no permanecen sin desgano o malicia. Hay, en la heterogénea muchedumbre, el indolente, el forzado, el posible prófugo, el posible traidor. ¿Qué importa que no se les perciba mientras la pasión marcha a su objeto, como la horda que el furor guerrero arrebata? Ellos van dentro de ella; y no hay pasión en cuyos reales no militen de estos soldados sin estímulo. Conclúyese de aquí que toda pasión humana es, en alguno de sus elementos, contradictoria del carácter que prevalece en su conjunto. Medita en esto, y tradúcelo por esta otra proposición, tan sugestiva para cuando te convenga mantener y afianzar cierta pasión, cierta fuerza organizada, en tu alma, como para cuando te interese reducirla y vencerla: Toda pasión humana lleva en sí misma el germen de su disolución.
En lo hondo del amor más ardiente, de la fe más esclava de su objeto, hay un resabio de crítica, una veleidad de desconfianza y de duda: como la salamandra que vivía en el fuego de la hoguera; como el grano de polvo que constituye siempre el núcleo de la gota de agua. En lo hondo del escepticismo más helado y más yermo, más arraigado en la solidez de la razón, más puesto a prueba por la experiencia de la vida, hay un temblor de idealidad inconsciente, hay un hilo de ilusión y de fe, que así puede ser la brizna vana perdida en el suelo del camino, como el vestigio que dejó de su paso una oficiosa araña que un día volverá a su tarea...