Narración de los viajes de levantamiento de los Navíos de Su Majestad Adventure y Beagle entre los años 1826 y 1836: Capítulo XII

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​Narración de los viajes de levantamiento de los Navíos de Su Majestad Adventure y Beagle​ (1839) de Philip Parker King





CAPÍTULO XII.


El Adventure zarpa de Río de Janeiro al Río de la Plata – Gorriti – Maldonado – Un pampero extraordinario – Pérdidas del Beagle – Llega el Ganges – Otro pampero – Remonta el río por agua dulce– Temporal, y el consiguiente atraso – Zarpa de Montevideo – Nos separamos de nuestros consortes – Puerto Deseado – Roca Tower – Esqueletos – Bahía Oso Marino – Fuego – Guanacos – Ensenada puerto Deseado – Tumbas indígenas – Se separan las naves – El comandante Foster Chanticleer – Cabo de Hornos – Pico Kater – Zarpa de caleta Saint Martin – Homenaje al comandante Foster – Valparaíso – Santiago – Pinto – Cordilleras – Chiloé – Aldunate.


El Adventure zarpó de Río de Janeiro el 27 de diciembre de 1828, dejando al Beagle para que completara sus reparaciones, y lo siguiera al Río de la Plata. El día antes de nuestra llegada a Maldonado, fuimos adelantados por el comandante en jefe, a bordo del HMS Ganges; y entramos al río en compañía. El Ganges se dirigió a Montevideo; pero nosotros fuimos a bahía Maldonado, donde había decidido esperar al Beagle.

Desde nuestra última visita a este lugar, la isla de Gorriti había sido ocupada por las tropas brasileñas, quienes, antes de irse, prendieron fuego a los edificios, y destruyeron todo lo que era de madera. Como uno de los objetivos de mi estadía era obtener observaciones para la latitud y la longitud, levantamos nuestro observatorio portátil, y colocamos un instrumento de altura azimutal .

El 30 de enero, después de un tiempo intensamente caluroso y sofocante, experimentamos un 'pampero' muy fuerte. Fue precedido por una caída del barómetro a 29,50, y un viento del NO muy fuerte, el cual repentinamente roló al SO, cuando el pampero cayó sobre nosotros. Nuestro buque y las embarcaciones afortunadamente escaparon sin ningún mal efecto de la violencia de ráfagas, las que eran tan fuertes como para poner al primero, que se encontraba anclado, sobre su costado, pero en tierra nuestra carpa fue derribada, y un bote que había sido construido recientemente, con su pintura aun fresca, en la isla de Gorriti, fue completamente destruido. La parte sobre las bancadas, apartada del fondo del bote, y llevada, por la violencia del viento, unas doscientas yardas a lo largo de la playa. Un bote, también, en la orilla opuesta, fue hecho añicos. Cuando la tempestad comenzó, uno de nuestros botes venía desde la isla; el oficial estaba totalmente inconsciente del huracán que se aproximaba, y como estaba sobrecargado de gente, estuve muy intranquilo hasta que las ráfagas pasaron, y observé que se encontraba varado en la orilla opuesta, muchas yardas sobre la marca de la marea alta, a cuya posición había sido llevado por la fuerza del viento. La violencia de este pampero, durante los veinte minutos que duró, fue terrible. Antiguos habitantes de Maldonado declararon, que no habían experimentado nada igual en los últimos veinte años. La rociada fue llevada por el viento arremolinado, amenazando la completa destrucción de todo lo que se le oponía. En menos de media hora había disminuido a un vendaval fuerte del SO, que duró toda la noche.

Justo antes que comenzara el pampero, L'Arethuse, fragata francesa, fue vista sobre la punta de tierra con todo su velamen desplegado; pero al no verla cuando el temporal pasó, nos alarmamos mucho por su seguridad. Con la luz del día, sin embargo, del día siguiente, la vimos fondeada cerca de isla Lobos, y cerca de ella estaba nuestro consorte, el Beagle, de cuya aproximación no habíamos sabido nada, pero que parecía estar fondeado bien, con sus masteleros trincados, y a sotavento de la isla. L'Arethuse viró su cable en la tarde, y se hizo a la mar.

El 1 de febrero el viento disminuyó, y permitió al Beagle unirse a nosotros, cuando nos enteramos que había estado a punto de zozobrar por el pampero; y había sufrido una pérdida considerable de velas y mástiles, además de daños en sus botes. Ambos masteleros, la botavara del foque, con todas las vergas pequeñas habían volado, y su foque y velachos, aunque aferrados, habían sido despedazados. El buque estuvo peligrosamente escorado durante un tiempo, pero el dejar ir ambas anclas lo adrizó llevando su proa hacia el viento, lo cual evitó la necesidad de haber cortado los mástiles bajos. Para aumentar su mala suerte, dos hombres fueron barridos por sobre la borda, desde lo alto, y se ahogaron.

Estas severas pérdidas causaron una considerable detención; pero, afortunadamente llegó el Ganges, y prestó toda la ayuda en la reparación y reposición de los daños del Beagle. En la noche del 2 de febrero experimentamos otro pampero muy fuerte, durante el cual uno de los botes del Beagle, varado en la playa, fue reducido a pedazos. El barómetro había caído previamente a 29,39.

El 9 de febrero, fuimos a Montevideo, y el 17 subimos por el lado norte del río en búsqueda de agua dulce, pero no la encontramos dulce hasta que estuvimos a cuatro millas del cabo “Jesús María”. En nuestro regreso el viento estaba en contra, por lo que tuvimos que navegar de bolina, y haciendo ello el Adelaide varó, pero sin recibir ningún daño. Fondeamos dos veces en nuestra travesía, y, en el segundo fondeo,*[1] experimentamos un fuerte vendaval del oeste. Al tratar de virar cuando comenzó, nuestro molinete fue muy dañado, ya que tuvimos que virar ciento diez brazas de cable; y el Beagle, ciento cincuenta brazas. Debido a la mar gruesa de ola corta, en la cual el Adelaide metía su bauprés y popa en forma alternativa bajo el agua, una de sus embarcaciones fue llevada por el oleaje. Esta pérdida que no podíamos soportar, ya que estábamos con tres botes menos que los que necesitábamos ; y como el Adelaide había sufrido seriamente, al perder su mastelero y el palo que continúa del baupŕes, tuvimos obligatoriamente que regresar, de mala gana, después que la tempestad amainó, a Montevideo; de donde finalmente zarpamos el 1 de marzo. El 5 un temporal del SSE nos separó de nuestros consortes, nuestro rumbo, por lo tanto, fue dirigido al primer lugar de reunión, puerto Deseado.

Cuando estábamos a la altura del cabo Blanco, las tierras altas de Espinosa, en el interior, se distinguían claramente a una distancia de sesenta millas, y probablemente podrían verse veinte millas más allá, de modo que su altura debe ser, por lo menos, cuatro mil pies. Esta cordillera es de forma irregular, y tiene varias cimas puntiagudas, muy diferentes a las características general de esta costa, donde las alturas son aplanadas, o de una linea ondulada, por lo que supuse que la roca era de carácter diferente a los cerros de pórfido comunes por aquí. Al fondear en puerto Deseado (14), encontramos que el Beagle había llegado, pero que no se había encontrado con el Adelaide. La tarde siguiente desembarqué para examinar Tower Rock, una cosa muy llamativa, en el lado sur de este puerto, que tiene la apariencia de un enorme árbol muerto con sus ramas podadas. En nuestro camino hacia allá pasamos por una llanura ondulada, compuesta por un suelo arenoso ligero, que está sobre una base rocosa, que en muchas partes sobresalía. El suelo era tan pobre, como que producía solamente unas matas de pasto, y aquí y allá unos extendidos arbustos de calafate, o piccoli, un arbusto leñoso enano, que es muy apreciado como leña por los loberos que frecuentan esta costa. Sir John Narborough, al describir este lugar, dice: “El suelo es de grava y arenoso, con matas de hierba seca que crecen en ella”, y continúa: “desde lo alto de las colinas pude ver mucho tierra adentro, los que son todos montes y quebradas, como Cornwall, penoso caminar para aquellos que no están acostumbrados.”

Tower Rock es evidentemente los restos de lo que fue probablemente una considerable masa rocosa, que ha sido o bien parcialmente destruida por alguna convulsión, o, más probablemente, ha sido erosionada por el efecto del tiempo. Al igual que todos los restos de alrededor, es de grano fino de color rojo pórfido de piedra de arcilla, muy descompuesta, pero muy dura, y difícil de romper.*[2]

Se mantiene erguido en la cima de un montículo o un montón de piedras rotas, de todos los tamaños, algunas son bloques muy grandes, de unas diez a veinte, o treinta toneladas de peso. Es de aproximadamente unos cuarenta pies de alto, y doce de diámetro, que tiene su parte superior partida, como si fuera, desde un tercio hasta la mitad, lo que le da un parecido a una rama bifurcada de un árbol inmenso. Está cubierto de musgos y líquenes, y, por su forma peculiar y ubicación destacada, es un objeto muy notable.

Cerca de él vimos rastros de una visita indígena, entre los cuales una calavera de un caballo. Por lo estéril del suelo y la ausencia de agua dulce, es probable que sea muy poco frecuentado por ellos. Puerto Deseado es conocido por ser el lugar en que Schouten, el navegante holandés, ¡ dice haber encontrado esqueletos que medían once a doce pies de largo!

El comandante Fitz Roy me informó que no había visto al Adelaide desde que nos separamos. El Beagle había perdido otro bote en la tormenta; el undécimo que había perdido la expedición desde que salió de Inglaterra. Como el Adelaide no aparecía, decidí continuar con el Adventure a bahía Oso Marino, unas pocas millas al sur de puerto Deseado, para esperar su llegada con el Beagle. Mientras estábamos dentro de la bahía, fuimos entretenidos por la persecución de novedosa descripción: observamos a un guanaco siguiendo a un zorro, el que tenía mucha dificultad en mantener a su perseguidor a distancia. Como el guanaco no es carnívoro, debe haber sido de juguetón; Reynard, sin embargo por su velocidad, y ansiedad de escapar, no parecía pensar que era una diversión. Cómo terminó la persecución no lo vimos, ya que desaparecieron en un valle.

Mientras la nave estaba siendo atracada, desembarqué a examinar unos pozos cercanos a la punta exterior, de los cuales se decía que se podía obtener algunos toneles de agua buena. Encontré unos hoyos profundos en la roca sólida, donde llegaba la rociada del fuerte oleaje, y lo suficientemente grandes para contener doscientos galones de agua; pero sólo en uno había agua dulce, el mar había roto y entrado en los otros, y, por supuesto, estropeado su contenido. Ellos recibían la lluvia de las quebradas, y mucho dependían de los veleros loberos que frecuentaban esta costa.

La bahía Oso Marino fue descubierta en el viaje de los Nodales en el año 1618; ellos describen el lugar, pero le dan, como se merece, un muy pobre carácter. “El puerto”, ellos dicen, “para una corta estadía, no es malo, dado que tiene una buena profundidad del agua y el fondo es limpio; pero por otra parte no posee nada que haga valer la pena para que una nave lo visite, ya que no tiene ni madera ni agua, que son lo que las naves más requieren.” Los Nodales la llamaron la bahía “León Marino”, por la gran cantidad de leones marinos (Phoca jubata) que encontraron en la isla Pingüino. Por qué ha sido cambiado a bahía Oso Marino no lo pude determinar.

En una de las excursiones del Sr. Tarn por el territorio, observó una vela en lontananza, la cual pensó que era una ballenera; y suponiendo que podría estar en peligro, si no era una del Adelaide, encendió un fuego para atraer su atención. Como el pasto estaba muy seco, ardió violentamente, y se extendió rápidamente alrededor, aunque sin el temor emocionante de que nos pudiese hacer algún daño; pero a la mañana siguiente las llamas se observaban en la cima de las colinas, detrás del valle en que nuestra carpa había sido instalada, se envió una embarcación para salvarla, y sacar los instrumentos. Nuestros hombres recién habían dejado la nave, cuando, fueron abanicados por una brisa de tierra que se levantó con el sol, las llamas volaron con rapidez, descendiendo por el valle y antes que el bote llegara a la costa, habían consumido hasta el último vestigio de la carpa y varios artículos de menor importancia. El sextante y el horizonte artificial, que estaban en el suelo, escaparon de la destrucción, y la aguja magnética había sido afortunadamente llevada a bordo. Antes que el fuego se consumiera , todo el territorio por unas quince o veinte millas a la redonda había sido completamente arrasado, por lo que toda esperanza de conseguir guanacos estaba destruida. Antes del incendio, el Sr. Tarn había derribado uno, pero como era joven, la res muerta sólo pesaba cien libras, y apenas valía la pena el trabajo de trasladarla quince millas; sin embargo, como una diversión para la gente, envié una grupo para traerla a bordo, y resultó suficiente para proporcionar una comida fresca para toda la tripulación.

Habíamos visto varios rebaños dentro de cuatro millas del buque antes del incendio; pero el terreno estaba tan nivelado y abierto, que estos asustadizos animales eran siempre advertidos del acercamiento de nuestra gente por sus vigilantes exploradores. Tan vigilantes y atentos es la vigilancia en su puesto, que nunca bajan la cabeza aun para comer, y es solo con la más grande astucia y cuidado que un hombre puede acercarse a la manada. La mejor manera es, permanecer disimulado cerca de los pozos de agua, y esperar que vengan a beber. Un pequeño arroyo de agua dulce escurría sobre la playa hasta la bahía, bordeado por trozos de pasto que el fuego había prescindido, donde una vez se había observado a un guanaco bebiendo, pusimos una guardia; pero si los animales estaban conscientes de ello o no , ninguno vino hasta la mañana en que zarpamos, cuando una pequeña manada se acercó al lugar sin preocuparse, por lo que no hubo duda que primero comprobaron que no había peligro. La pequeña embarcación que el Sr. Tarn vio era un lobero, que fondeó en la bahía la mañana siguiente.

Además de los guanacos, y el zorro, antes mencionados, no vimos cuadrúpedos, aunque dos o tres tipos de conejillo de india y el puma son comunes en este vecindario. De aves, nada interesante fue visto, excepto un chorlito (¿Totanus fuscus?), ostrero (Hoematopus niger, rostro rubro, pedibus albis), y un avetoro nocturno, muy semejante a las crías del ave europea,*[3] pero estas tres especies habían sido encontradas previamente en puerto del Hambre. Varios lagartos fueron cazados, y puestos en conserva.

Este territorio extremadamente estéril y árido es muy desfavorable para animales de cualquiera clase. El suelo es como el ya descrito de puerto Deseado. La roca es de la misma naturaleza que la de puerto Santa Elena y puerto Deseado: piedra caliza porfídica roja.*[4]

El 23 de marzo, habiendo pasado una semana desde que llegamos a puerto Deseado, mi ansiedad por la seguridad del Adelaide había aumentado mucho; especialmente porque ambos el viento y el tiempo habían sido favorables para su acercamiento a esta reunión. Por lo tanto envié al teniente Wickham por tierra a puerto Deseado para ordenarle que se nos uniera, y prosiguiera con nosotros a los otros puntos de encuentro, puerto San Julián y cabo Buen Tiempo. El teniente Wickham llegó a puerto Deseado después de una fatigosa caminata, y temprano a la mañana siguiente el Beagle entraba ciñendo en la bahía Oso Marino contra un viento muy fuerte que se había levantado, y nos había detenido. Aproveché esta oportunidad para completar las provisiones de nuestro consorte para cinco meses. El comandante Fitz Roy me informó que había aprovechado su permanencia en puerto Deseado, para subir el estuario hasta su inicio. Se extiende por treinta millas, y el agua era salada hasta su misma extremidad; pero, desde la altura de los antiguos bancos de cada lado, parecía probable que a veces podrían ser consideradas dulces. Al comienzo del río encendió una fogata, que se propagó, y pronto se unió a la que el Sr. Tarn había hecho. Su unión probablemente quemó muchas leguas cuadradas de territorio.

El 27, estábamos todavía detenidos por un ventarrón del sur. El comandante Fitz Roy me acompañó en la búsqueda de sepulturas indígenas, que se describen que están en la cima de los cerros. Encontramos los restos de dos, una de los cuales había sido recientemente afectada, pero la otra había sido abierta en un tiempo considerable.

No habían quedado vestigios de huesos. Se dice que el cadáver se extiende en dirección este oeste, en la parte superior de la cumbre más alta del cerro, y luego es cubierto con grandes piedras hasta que quede seguro contra las bestias de caza. Tiene lugar la descomposición, o la carne es consumida por animales pequeños o los insectos, sin que los huesos sean removidos, de modo que los esqueletos completo son formados. De acuerdo con Falkner, los huesos son recogidos en un período determinado, y llevados a algún cementerio general, donde los esqueletos son dejados, y adornados con todas las galas que los indígenas pueden juntar. La avidez que manifiestan por las cuentas y otras bagatelas ornamentales es, quizás, debido por el deseo de adornar los restos de sus antepasados.

La mañana siguiente dejamos la bahía Oso Marino y nos dirigimos a San Julián, fuera de la cual fondeamos por algunas horas, mientras el comandante Fitz Roy entraba al puerto para buscar al Adelaide, o algún vestigio de la visita del teniente Graves. Al no encontrar nada en el puerto, ni ningún rastro sobre la orilla, nos fuimos al cabo Buen Tiempo, y en nuestra ruta nos encontramos con el Adelaide. Después de separarse de nosotros durante el temporal en el cual todas sus velas fueron partidas, ella se fue a puerto Deseado, donde llegó primero, y, al no vernos, continuó a los otros dos lugares de reunión, y estuvo al ancla por ocho días en las afueras de cabo Buen Tiempo. Al encontrar que no estábamos allí, ella estaba regresando a puerto San Julián, cuando la encontramos.

Estando el tiempo calma, tan buena oportunidad para suministrar al Adelaide con provisiones no fue perdida, y ella fue aprovisionada para seis meses.

El 1 de abril estábamos a la cuadra del cabo Vírgenes, y nos separamos del Beagle y el Adelaide; el comandante Fitz Roy había previamente recibido mis órdenes para que continuara a través del estrecho de Magallanes, y que enviara al Adelaide a levantar los canales Magdalena y Bárbara, mientras él iba a levantar parte de la costa sur del Estrecho y el canal Jerónimo, y luego continuar, en compañía con el Adelaide, a Chiloé.

El Adventure entonces continuó a lo largo de la costa de la Tierra del Fuego hacia la isla De los Estados, con el propósito de comunicarse con el Chanticleer, u obtener alguna información de él. La reunión acordada era en puerto Año Nuevo, y el día en que había prometido estar ahí había pasado.

Estaba tan brumoso que ninguna parte de la costa de la Tierra del Fuego pudo ser vista; pero como cualquier detención podría causar un inconveniente al comandante Foster, no esperé por un tiempo mejor, y me dirigí enseguida al lugar acordado.

Cuando cruzábamos el estrecho de Le Maire, estuvimos muy cerca de ser arrastrados por la corriente, la cual, sin embargo, cambió justo a tiempo para permitirnos mantenernos en el lado norte de la isla De los Estados.

Con una fuerte y turbulenta brisa entramos a puerto Año Nuevo, y al no ver al Chanticleer, habríamos continuado navegando sin una mayor investigación, si no hubiésemos observado un claro espacio blanco en una de las islas, que estaba cerca del lugar donde le había solicitado al comandante Foster que me dejara un documento, por lo que concluí que era para llamar nuestra atención. Por lo tanto dejé caer el ancla en veinticinco brazas (la isla demarcando del N al NO ¼ O), casi en el punto donde el comandante Cook fondeó, y una embarcación fue enviada hacia la marca blanca, cerca de la cual se vio un asta de bandera, y en cuyo pie había una tarro estañado, que contenía una carta del comandante Foster, que me informaba que se había visto obligado, como consecuencia de una más larga detención aquí de la que había previsto, modificar sus programas, y me solicitaba que me reuniera con él en la caleta Saint Martin, cerca del cabo de Hornos, cerca de este día. Por lo tanto no perdimos tiempo en ponernos en camino, pero al hacerlo, quebramos un ancla. Pasamos a lo largo del cabo San Juan, y con un buen viento avanzamos rápido hacia el oeste. Al mediodía, del día siguiente, estando a setenta y cinco millas del cabo de Hornos, demarcado al O. por el S, las altas montañas en el extremo SE de Tierra del Fuego estuvieron a la vista, entre las cuales el “Pan de Azúcar”(g) [5] era un objeto destacado. Por la medida angular de su altitud, y la distancia dada por la carta, su altura debe ser cercana a los cinco mil pies, y la altura media de todas las montañas vecinas de tres mil.

Un temporal del sur-oeste se levantó, y atrasó nuestra llegada al cabo de Hornos hasta el 16, cuando fondeamos a la entrada de caleta Saint Martin y encontramos al Chanticleer amarrado dentro. Una embarcación poco después llegó con la información de bienvenida de que todos estaban bien a bordo de ella. No fuimos capaces de movernos con espías dentro de la caleta hasta el día siguiente, y al hacerlo encontramos muchas dificultades, debido a la violencia de las ráfagas, que nos obligaban repetidamente a lascar los calabrotes rápidamente, si no los habrían llevados.

El Adventure estaba amarrado en diecisiete brazas, cerca de un cable del punto verde bajo del lado sur: y el Chanticleer estaba en diez brazas cerca del comienzo de la caleta. La cumbre del cabo de Hornos estaba en linea con el punto sur de la entrada, estábamos bien rodeados de tierra, y perfectamente protegidos de todos los vientos, exceptuando los williwaws, o las ráfagas furiosas que bajaban de las tierras altas, que de repente golpeaban la nave, y la tiraban sobre su costado, pero como era de duración momentánea como repentina era su aproximación, los encontrábamos más desagradables que peligrosos.

Durante nuestra estada aquí hice el levantamiento parcial de la bahía San Francisco, que desde entonces ha sido terminada por el comandante Fitz Roy. La caleta San Joaquín, hacia el sur de caleta Saint Martin, está más expuesta que esta última, pero es de profundidades más fáciles. Estas caletas están separadas una de otra por una empinadas y escarpadas masa de cerros de jade, que en muchas partes parecen estar estratificados, con una inclinación hacia el oeste, en un ángulo de 40°. Desembarqué en el lugar, y ascendí el cerro, lo cual encontré más difícil de hacer que lo que había supuesto, toda la superficie está cubierta con ramas enanas de hayas, tan densamente enmarañadas o entrelazadas, que me vi obligado a caminar o gatear por encima. Entre ellas se veían ocasionalmente la ilicifolia berberis y verónica, esta última de tamaño muy pequeño. Otro día, el teniente Kendall, del Chanticleer, me acompañó a puerto Maxwell de Weddel, que es evidentemente la caleta Saint Bernardo de D'Arquistade. (h) [6] Puerto Maxwell está ubicado entre la isla Jerdán, la isla Saddle, y una tercera isla, formando un triángulo. Tiene cuatro entradas, la principal es la que está al norte de isla Jerdán, y proporciona un fondeadero aceptable en el centro, en diecinueve y veinte brazas, arena (De acuerdo con el comandante Fitz Roy el mejor fondeadero está en dieciséis brazas. (Direcciones de navegación); más cerca de las orillas de la isla las profundidades son más moderadas, pero el fondo es muy rocoso.

La cumbre de la isla Saddle, a la cual subí para tomar demarcaciones, está formada por grandes bloques de jade, en uno de los cuales el compás (Azimutal de Kater, sin pedestal) fue instalado; pero la aguja fue muy influenciada por la naturaleza ferruginosa de la roca, compuesta de cuarzo y feldespato, densamente salpicada con grandes cristales de hornblenda, que los polos de la aguja fueron colocados exactamente al revés. Entonces se hizo un experimento, tomando demarcaciones a un objeto muy distante, desde varias estaciones alrededor, cerca de cincuenta yardas de la roca magnética, cuando la diferencia máxima de los resultados ascendió a 127°. El bloque sobre el cual estuvo el compás, la primera vez, está ahora colocado visiblemente en el museo de la Sociedad Geológica.*[7]

La isla Saddle, como las otras cercanas a ella, está revestida con una maleza baja y mal desarrollada de haya, calafate, y madroño, y el suelo está cubierto con unas especies de chamiza, y otras plantas de montaña. Mientras el Sr. Kendall y yo estuvimos ausentes de la embarcación, la tripulación capturó varios peces entre los sargazos, los que son alimentos muy delicados y sanos. Al día siguiente, mientras íbamos con el Sr. Kendell a la isla Wollaston, pasamos varias grandes ballenas, que estaban saltando y dando volteretas en el agua. Un golpe de una de ellas habría destruido nuestro bote, por lo que estuve contento de cruzar el seno sin estar dentro de su alcance. Regresamos por el lado oeste de isla Jerdán, donde hay calas que pueden dar refugio a una embarcación pequeña.

El seno que separa la isla Wollaston de la bahía San Francisco, lo llamé así por Sir John Franklin, y a la bahía que está al este del lugar en que desembarcamos, por el teniente Kendall, quien fue uno de los compañeros de Sir John Franklin en su último viaje a la costa noroeste de América.

En el punto oeste de puerto Kendall, observé una propiedad magnética en la roca, que es del mismo carácter que la de la isla Saddle. Weddel notó lo mismo en caleta Saint Martin; pero coloqué el compás en varios lugares de esa caleta, sin observar ninguna diferencia de las demarcaciones correctas. Esto fue, quizás, debido a que la roca estaba muy cubierta con tierra; ya que, siendo del mismo carácter que las otras en los sitios antes mencionados, debería tener un efecto similar.

Al día siguiente se establecieron vendavales del SO y tiempo brumoso, que nos limitaron casi a estar en el buque. Aprovechando los cortos intervalos de tiempo más moderado, subí al pico más alto del lado sur de la caleta, justo sobre nuestro fondeadero, llevando dos barómetros, uno hecho por Englefield, y el otro un barómetro de sifón, del proyecto de M. Gay Lussac, hecho por Bunten, de Paris. Me acompañó el Sr. Harrison, haciéndose cargo de un barómetro, mientras yo llevaba el otro. Mi timonel llevaba el teodolito. Al desembarcar, los barómetros fueron puestos al borde del agua y tomada su lectura. Entonces comenzamos a subir, pero el ascenso era tan vertiginosamente empinado que nos ofreció grandes obstáculos, y si no hubiese sido por un arroyo, por cuyo lecho subimos la primera parte, el ascenso, con instrumentos delicados, habría sido casi impracticable. Habíamos subido muy poco, cuando desafortunadamente el teodolito se le escapó a mi timonel, rodando por la quebrada, y fue muy dañado. Era excelente para el tránsito de las meridianas, y para ese propósito estaba irremediablemente dañado; pero, como teodolito, era aún útil. El primer tercio del ascenso, relacionado con la instalación ofrecida por el lecho, se vio sólo dificultada por las piedras sueltas, que frecuentemente cedían a la pisada, y rodaban barranco abajo, con gran peligro de los que seguían. . Las orillas del barranco estaban saturadas de agua, y cubiertas con musgo esponjoso o enmarañadas con plantas, *[8] que no ofrecían ayuda; si no hubiese sido por los extendidos arbustos de madroño, o verónica, y matas de junco, que crecían en las partes más empinadas, habríamos tenido más de una caída; y no obstante teníamos que pensar en cosas sin importancia como moretones y rasguños, un barómetro roto habría sido un accidente grave, y se requirió mucho cuidado para evitarlo. Tuvimos que dejar la cama del torrente, cuando estuvo llena de madera, y entonces nuestras dificultades aumentaron mucho, ya que en muchos lugares tuvimos que abrirnos paso sobre ramas densamente enmarañadas y entretejidas con ramas de los arbustos enanos de haya que frecuentemente cedían con nuestro peso, y enredaban tanto nuestras piernas, que no era fácil lograr soltarnos.

A la altura de mil pies, la vegetación se hizo mucho más mal desarrollada; encontramos plantas y arbustos de porte muy diminuto, que consistían principalmente en hayas de hoja caduca, una planta de las cuales, pienso de no más de dos pulgadas de alto, ocupaba el espacio de cuatro o cinco pies de diámetro, sus ramas se esparcían con segunda intención entre los arándanos silvestres, chamizas, coigüe, madroño y cebolleta, tan estrechamente enmarañados, como que formaban como una alfombra elástica. Para los últimos doscientos pies, caminamos sobre la roca desnuda, en la cual no se observó otra vegetación que líquenes. La cima del pico está formada por un montón de rocas sueltas de jade, en las cuales la hornblenda aparece en muchas formas variadas, una veces en grandes cristales, y nuevamente muy pequeños y diseminados, como que son apenas visibles; en la cima se vieron, en cristales muy largos, estrechos (? filiformes), y en los que predominaba el feldespato, dándoles una apariencia blanca. * [9]

La única criatura viviente que vimos fue un solitario halcón y un insecto, de la especie Oniscus. Nada, en realidad, podría ser más desolador, y sólo tuvimos la satisfacción de una buena observación de la altura, y una excelente vista a vuelo de pájaro de las islas y canales de los alrededores, para compensarnos por el trabajo del ascenso. Alcanzada la cumbre, los barómetros fueron suspendidos a sotavento de la roca, doce pies por debajo de su cima, y luego procedimos a instalar el teodolito, el cual encontré que estaba más dañado que lo que había esperado; pero no tanto como para privarme de tomar una extensa ronda de ángulos, en la cual estaban demarcaciones a las islas Ildefonso. Estuvimos ocupados como una hora y media, lo que me permitió la oportunidad de obtener dos buenas lecturas del barómetro.

La vista hacia el NO era muy amplia, y delimitada por largas cordilleras de montañas de gran altura cubiertas de nieve, la atmósfera era notablemente clara, y todas las cosas eran inusualmente claras, Demarcaciones de las islas de Diego Ramírez, podrían haber sido tomadas, pero por la fuerza extrema del viento, que más de una vez me sacó del teodolito, y una vez en verdad me arrojó al suelo. La temperatura no era bajo los 38°; pero, debido al viento, el frío era intenso, y la rápida evaporación producía las más dolorosas sensaciones, especialmente en nuestros pies y piernas, los cuales estaban completamente mojados cuando llegamos a la cumbre.

Nuestro descenso no se efectuó en menos de una hora y veinte minutos, debido a la dificultad de atravesar los matorrales de hayas; pero llegamos a la base sin dañar los barómetros, los que fueron más afortunados de lo que esperaba. Fueron nuevamente instalados en la playa, y leídos; después de lo cual regresamos a bordo, ampliamente satisfechos y recompensados por nuestra fatiga.

La altura del pico, que, por su cercanía a la estación seleccionada por el comandante Foster para los experimentos del péndulo, no pudo recibir un nombre más apropiado que pico Kater, el que encontramos que era de 1.742 pies sobre la marca de las más alta marea. *[10] Al día siguiente, después una mañana maravillosamente clara y templada, con una fresca brisa del norte, el tiempo se nubló, y el viento roló al SO soplando excesivamente fuerte, con granizos y lluvia. Las ráfagas, o williwaws, se precipitaban por el valle de la caleta con una violencia inconcebible, escorando la nave sobre su costado a cada minuto, por lo que nos vimos obligados a trincar todas las cosas como si estuviésemos en la mar. Afortunadamente, habíamos rellenado la madera y el agua, y ahora sólo esperábamos por las observaciones, la comparación de los cronómetros, para nuestro viaje a Valparaíso, adonde era mi intención proseguir. Días, sin embargo, pasaron sin vislumbrar las estrellas, y el sol sólo apareció unos pocos minutos sobre los cerros. El comandante Foster había terminado sus observaciones, y embarcado todos sus instrumentos, excepto el tránsito, el que dejó para tomar el paso de las estrellas; pero el mal tiempo continuó, con pocas interrupciones. El 3, el temporal fue el más violento, y los williwaws se convertían en cortos huracanes, en uno de los cuales el buque quedó a la deriva al garrear sus anclas. El 10, tuvimos un día seco y mejor, lo cual nos permitió refondear las anclas y amarrarnos de nuevo.

El buen tiempo fue de solo unas pocas de duración, cuando el temporal se levantó de nuevo, y duró, hasta el día de nuestro zarpe (el 24). Del 4 al 22 el cielo estuvo permanentemente nublado, por lo que los únicos tránsitos obtenidos durante ese intervalo fueron, uno de Antares, uno de Regulus, y uno del extremo de la luna, aunque el comandante Foster incluso dormía cerca del telescopio, por la gran ansiedad de obtener observaciones. La noche del 22 cuatro estrellas fueron

[11] observadas, con lo cual el error del reloj fue satisfactoriamente determinado

El pluviómetro del comandante Foster, de un pie cúbico de tamaño, colocado en una base a dos pies a dos pies sobre el suelo, a una altura de cuarenta y cinco pies sobre el mar, contenía ocho pulgadas y cuarto de lluvia, después de una permanencia de treinta días; por lo tanto, con la cantidad evaporada, por lo menos deben haber caído doce pulgadas. El día después que lo anterior fue registrado, la nave sólo tenía siete pulgadas y un cuarto; de modo que en veinticuatro horas se había evaporado una pulgada, con lo cual se puede formar una idea del tipo de tiempo que experimentamos, y de la humedad del clima.

Con respecto a las características geológicas, sólo puedo añadir, que todas las islas en las que desembarqué, y, creo, que en todas las otras, están compuestas de jade de varios tipos. La parte inferior, o base, estando menos descompuesta, es una roca de grano fino de color verde, en la cual las partes componentes están tan mezcladas que no se distinguen unos de otros. Aparece a veces en estratos, inclinados a varios ángulos, desde 20° a 45° de la vertical; es muy similar a la roca que alterna con el granito en el estrecho de Magallanes, en la entrada del Bárbara; y también a aquella cerca de puerto Pond y bahía Bell. A una mayor elevación predomina el feldespato, la hornblenda es observada en distintos cristales,*[12] y la roca contiene una considerable cantidad de hierro, que se observa por el tinte rojizo de su superficie. Antes me había dado cuenta de la propiedad magnética de esta roca, que era más o menos de acuerdo a la cantidad de hornblenda: las piedras de la playa son de diferentes tipos de jade.

Las partes bajas de las colinas, alrededor de la caleta Saint Martin, están densamente arboladas con haya de hoja suave, siempre verde, que he descrito antes. Sus hojas eran tan frescas y vívidas, cuando zarpamos, como si fuera pleno verano; pero las hayas de hoja caduca había tomado su tono otoñal, y se estaban cayendo rápidamente. Ninguna de las especies alcanzaba un tamaño mayor, en diámetro, que seis u ocho pulgadas. El canelo se encontraba en los lugares protegidos, pero no más grande en dimensión que la haya.*[13] Donde no crecen árboles, el suelo está cubierto con matas de chamizas y coigüe, las cuales, siendo de un color verde brillante, le dan a las laderas de los cerros una apariencia animada de aspecto verde . Si el estado del tiempo hubiese permitido a nuestros botes ir a los alrededores de la caleta, o hubiesen los bosque ofrecido cualquier agregado para nuestras colecciones de historia natural, nuestra detención habría sido más agradable; pero, con la excepción de unos pocos cormoranes, buceadores, y “patos a vapor”, y uno que otro halcón solitario, o una curruca patagónica, no vimos rastros de vida animal. No vinieron indios cerca nuestro. Habiendo sido asustados por el Chanticleer; porque cuando el comandante Foster estaba una noche ausente, después de haber intentado desembarcar en el cabo de Hornos, se dispararon varios rockets como señales, y unos cuantos indios que estaban en la caleta se alarmaron mucho, y se fueron al día siguiente, y después nunca más se mostraron, aunque me atrevo a decir que estuvimos estrechamente vigilados por ellos.

Habiendo abastecido al Chanticleer con las provisiones que requería, nos preparamos para dejar caleta Saint Martin. El 24 el Chanticleer zarpó, y dos horas después nosotros también dejamos esta deprimente caleta, en la cual experimentamos una sucesión de muy malos tiempos, y un casi constante viento del SO, y el último mes a penas cesaron de caer tanto la lluvia, los granizos, o la nieve. El Chanticleer se fue rodeando el cabo de Hornos, y pronto estuvo fuera de vista.

Este fue el último encuentro con el comandante Foster, quien, la noche anterior a que zarpáramos, me dio a conocer un presentimiento, que no podía quitárselo de encima, que no sobreviviría a este viaje. No puedo resistir dejarme llevar por la triste satisfacción de decir algunas palabras en memoria de mi difunto excelente amigo, y lamentando, como muchos otros, la gran pérdida que la ciencia sufrió con su muerte. Fue un miembro de la Sociedades Real y Astronómica, y en la primera había contribuido, empleando las palabras de su alteza real el duque de Sussex, como presidente de la Real Sociedad, a la más valiosa y extensa serie de observaciones sobre la variación diurna, intensidad diurna, e inclinación de la aguja magnética, y sobre otros temas relacionados con el magnetismo terrestre y refracción astronómica, que formaron toda la cuarta parte de las Transacciones Filosóficas del año 1826. Por estos legajos recibió la medalla de Copley; y los Lores del Almirantazgo reconociendo el sentido de honor que le había conferido a la profesión a la cual pertenecía, lo ascendió de inmediato al grado de comandante, y le asignó el comando del Chanticleer, para un viaje de descubrimiento y observación en los mares del sur. El discurso del presidente de la Sociedad Real de Astronomía, en la reunión aniversario,*[14] también le profesó un amplio testimonio a sus activos y útiles servicios en la expedición, al mando del comandante Parry, hacia el Polo Norte; como también a su ferviente celo, muy grande atención, y precisión, en todas las cosas que asumió para la promoción de la ciencia; y concluyó la noticia de su muerte con las siguientes palabras: “En la muerte prematura de este joven y consumado oficial, la Sociedad tiene que lamentar la pérdida de un entusiasta y activo partidario de la ciencia, y su memoria será siempre querida por aquellos que más íntimamente lo conocían en sus relaciones de la vida privada.” El comandante Foster lamentablemente se ahogó, casi al término de su viaje, mientras descendía el río Chagres en una canoa.

Tan pronto habíamos dejado la tierra, cuando encontramos un fuerte viento del oeste, y mar gruesa; de modo que si habíamos tenido cualquier expectativa de hacer un viaje tranquilo hacia el oeste, habíamos sido decepcionados.

La tierra de la isla Hermite, y sus alrededores, tienen la más notable apariencia cuando son vistas desde el sur. Sus contornos son una serie de picos, siguiendo unos a otros en sucesión regular, y que se parecen a los dientes gastados de una vieja sierra. El monte Hyde es hecho suficientemente notable por su ápice redondeado, y por ser más alto que cualquier tierra cercana a él. El pico Kater también es notable desde esta vista, por su forma cónica y cima muy puntiaguda, y por estar ubicado en el extremo este de la isla. El 'Hornos' mismo no necesita descripción, no puede fácilmente ser confundido.*[15]

Vientos del oeste nos llevaron tan lejos como a 60° de latitud sur antes que pudiéramos navegar hacia el oeste, y luego tuvimos una inclinación desde el este, seguida por vientos variables. Nuestra corrida a Valparaíso fue muy parecida a todos los otros viajes en este clima; tuvimos como es habitual una cantidad de vientos en contra y otros buenos, combinado con tiempo tempestuoso, y llegamos a la bahía de Valparaíso el 22 de junio. Mientras permanecimos aquí nuestros cronómetros fueron limpiados, y algunos de ellos reparados; y la nave fue recorrida y abastecida, con una provisión completa para el Beagle y el Adelaide como para ella misma.

A fines de julio. El teniente Wickham me acompañó a Santiago, la capital de Chile, noventa millas del puerto, con el propósito de entrevistarme con general Pinto, el Director, e informarle el propósito de nuestro viaje, para prevenir la emocionante sospecha, o recibir cualquier interrupción de parte de las autoridades de los lugares que podríamos visitar, especialmente Chiloé, donde nuestra estada podría ser vista con desconfianza o temor; por el rumor que ya se había dicho que el inglés estaba a punto de tomar esa isla. Absurdo como ese informe era, lo consideré suficientemente importante como para explicarle al gobierno chileno nuestra visión y órdenes, lo cual podría ser hecho mejor mediante una explicación personal que por correspondencia.

Comenzamos nuestro viaje temprano el 11 de julio, viajando en un carruaje cubierto, tirado por tres caballos, uno entre las varas, y los otros por fuera, amarrados al carruaje por una sola correa de cuero: y precedido por una manada de caballos, de los cuales, al final de cada etapa de doce o quince millas, seleccionábamos un relevo. El día estaba tan tormentoso, que veíamos muy poco del terreno. Inmediatamente después de dejar el Almendral, o los suburbios de Valparaíso, ascendimos mil doscientos pies, y luego descendimos unos cuatrocientos pies a una extensa llanura, llegando a la cuesta de Zapata, la cima de la cual, al menos la parte más alta del camino, hicimos una medición barométrica que fue 1.977 pies sobre el mar. En el intervalo pasamos a través del pueblo de Casablanca, situado a ochocientos y tres pies sobre el mar. Después de pasar la cuesta Zapata, entre esta y la cuesta de Lo Prado, hay otro extenso valle, e través del cual corre el río Puangue. En Curacaví, donde cruzamos el río, la altura sobre el mar es seiscientos y treinta y trés pies; *[16] y el camino continúa por un suave ascenso hasta el pie de la cuesta de Lo Prado, cerca de la cual está el pueblo de Bustamante, ochocientos ocho pies sobre el mar.

Esta 'cuesta' se pasa por un camino muy empinado, y es ascendida por veintisiete caminos oblicuos, que lo llevan a uno a la altura de 2.100 pies sobre el valle, o 2.9050 pies sobre el mar. Cuando alcanzamos la cima de esta montaña el tiempo estaba tan nublado, que los Andes estaban casi ocultos de nuestra vista. Debajo de nosotros estaba el extenso llano del Maipo, con la ciudad de Santiago a lo lejos, una vista de considerable extensión, y poseyendo gran interés, pero debido al estado del tiempo, no pudimos apreciar su belleza y sacarle buen partido, no había partes del imponente Andes, agrandado por el engaño óptico aparentemente al doble de su altura, aparecía a intervalos entre las nubes. En un lindo día, cuando la cadena de montañas está destapada, la vista es imponente; pero no tan impresionante como cuando sus partes bajas están ocultas, y sus cimas parcialmente expuestas. Esta parte de los Andes se eleva a cerca de 11.000 pies sobre el valle, y están cubiertas con nieve sus lados hasta la mitad, el borde inferior está normalmente definido, y presenta cambios de color tan abruptos y horizontales como que parecen poco normales, lo cual disminuye mucho la grandeza de la vista. Pero en cualquier circunstancia esta vista vista desde la cuesta de Lo Prado, es magnífica, y produce un efecto indescriptible. El camino desciende por el lado este de la cuesta, hasta un valle cercano a los 1.100 pies bajo la cumbre. Tanta lluvia había caído durante los días precedentes y la última noche, que nuestro cochero expresó alguna duda si podríamos ser capaces de cruzar el Pudahuel, un río que es frecuentemente infranqueable por la fuerza de su corriente. La idea de pasar una noche en esta cuchitril que nos estaba llevando fue suficiente para inducirnos a correr un riesgo considerable, y nos pusimos en marcha para intentarlo. El agua era muy profunda, y la corriente suficientemente fuerte como para darle un aspecto de algún peligro; pero, habiendo pasado esta dificultad, pronto llegamos a la ciudad de Santiago, y el la casa del Sr. Caldcleugh, disfrutamos la hospitalidad y compañía de un amigo de buen corazón.

Esperé al Director (Pinto), quien me recibió con la mayor cortesía. Él entró en los detalles de nuestro viaje pasado con mucho interés, asegurándome que todas las instituciones nos proporcionarían cualquier ayuda, y nos prestarían asistencia, cada vez que fuese requerida, y en este ofrecimiento nunca fuimos defraudados, porque en todas las ocasiones la conducta de las autoridades hacia nosotros fue marcada por la atención, y aún por la amabilidad. Hago esta observación con el mayor placer, ya que era muy poco común en nuestras comunicaciones con las autoridades de los gobiernos que habíamos visitado previamente, encontrar que los objetivos de nuestro viaje, fueran considerados a lo menos interesantes.

Aunque el tiempo, durante nuestra visita a Santiago, no fue considerado bueno, dejamos la ciudad y sus alrededores con la fuerte impresión de lo saludable del clima, y lo lo templado de su temperatura, la cual incluso en la mitad del invierno, y a una altura cercana a los 2.000 pies sobre el mar, no era inferior de 45° Fahrenheit, y durante el día la altura máxima del termómetro nunca superaba los 62°.*(k)[17]

[18]

Regresamos a Valparaíso el 26 de julio, he hicimos los preparativos para zarpar, pero fuimos detenidos varios días por un fuerte temporal del norte, durante el cual fuimos capaces de prestar ayuda a un mercante indio de gran porte que de otra manera habría naufragado. El 10 de agosto, zarpamos a Chiloé, y durante nuestro viaje fuimos muy atrasados por vientos del sur, los cuales nos llevaron a estar a la vista de la isla Juan Fernández. Llegamos a nuestro destino el 26, y encontramos al Beagle, para nuestro placer, llegado, y todos bien. El comandante Fitz Roy vino a bordo antes de que fondeáramos, y me dio un resumen de sus informes, y del Adelaide, la cual no había regresado, pero se esperaba cualquier día, pues había sido enviada a levantar algunos canales interiores en nuestro viaje a Chiloé. Nuestro fondeadero estaba fuera de Punta Arenas, el cual no solo es el mejor en la bahía, pero parecía el mejor adaptado para nuestra necesidades. El Beagle había llegado a comienzos de julio, y había solicitado a Valparaíso artículos con los cuales recorrer, y hacer los preparativos para otro crucero hacia el sur.

El capitán de puerto, el Sr. Williams, un inglés, nos visitó tan pronto como fondeamos, y y con él remití al intendente (o gobernador), don José Santiago Aldunate, las cartas traídas para él desde Chile.

En la tarde recibí sus agradecimientos, y la oferta de cualquier ayuda que estuviese en su poder prestarnos. Como era probable que nuestra estadía nos ocuparía algunas semanas, me establecí en una casa en el pueblo, obtenida por su gentileza, y allí establecí mi observatorio portátil, e instalé el instrumento para la altura acimutal.





CAPÍTULO XIII.


Beagle y Adelaide fondean en bahía Posesión – El Beagle pasa la Primera Angostura – Nieblas – Puerto Pecket – Adelaide llega con carne de guanaco – Marineros portugueses – Extraña luz – Pérdida del grupo – Regreso – Continuamos hacia puerto del Hambre – Fueguinos – Teniente Skyring – Adelaide zarpa al levantamiento de los canales Magdalena y Bárbara – Vistas – Seno Lyell – Puerto Kempe – Bahía Cascada – Seno San Pedro – Puerto Gallant – Dieta – Lluvia – Toldos – Crucero en bote – Advertencia – Canal Jerónimo – Bolsas de mantas – Mar de Otway – Lluvia frecuente – Dificultad en encender fogatas.


El siguiente es un relato de las operaciones del Beagle y el Adelaide, después que se separaron del Adventure, el 1 de abril, en la entrada del estrecho de Magallanes.

Vientos suaves del norte fueron favorables para su entrada al Estrecho, y llegaron a bahía Posesión la primera noche. El día siguiente estuvo nublado, y casi calma, hasta la tarde, cuando ambos buques levaron, y procedieron con la marea. A la puesta del sol el Adelaide fondeó en la costa norte; pero el Beagle continuó, y entró en la Angostura. Al caer la noche, ya dentro de ella, corriendo una corriente rápida, el viento disminuyó a suave, y dejaron caer el ancla, en la costa norte, en ocho brazas; pero el cable fue accidentalmente detenido muy pronto, y se partió como una cuerda pequeña, y la nave fue empujada hacia aguas profundas. Como habría sido a la vez inútil e imprudente fondear otra ancla, el Beagle fue mantenido navegando, dirigiéndose hacia el oeste, ayudado por una fuerte marea, que rápidamente lo llevó a través de la Angostura, sin accidente, aunque la noche estaba oscura, y no tenía otra guía que la carta y el escandallo. A las once estaba anclado dentro de la Angostura, en doce brazas, pronto después la marea cambió, y tiró con gran fuerza; pero la noche estuvo en calma y bien hasta la mañana siguiente.

Mientras esperaban por viento, y el cambio de la marea, se observaron varios indios patagones a caballo cazando guanacos. Un bacalao muy grande muerto también fue visto, flotando, el cual fue traído a bordo, en su piel había varios parásitos.*[19]

Con la marea de la tarde el Beagle llegó a bahía Gregorio; y al día siguiente (abril 4) navegó la Segunda Angostura, y fondeó en puerto Pecket.

Tan pronto como llegó gente fue enviada a tierra para hacer una gran fogata, para mostrarles a los nativos donde estaba el buque, y atraerlos hacia él. A la mañana siguiente, el 5, se había expandido mucho, y arrasó varios acres de terreno, que mostraban un suelo muy seco, o que ahí no había llovido mucho desde hacía algún tiempo. El terreno estaba cubierto de arándanos, tanto, que tenía totalmente un tinte rojo; era muy bueno, Encontraron mucho apio silvestre, pero nada de madera de ninguna clase. Obtuvieron agua en pequeñas cantidades, de un manantial cerca de ochenta yardas de la playa, a la cuadra del fondeadero: también la pudieron obtener de pozos hundidos. Temprano el 6 de abril el Adelaide fondeó cerca del Beagle. El comandante Fitz Roy fue a bordo, y se encontró con que el teniente Graves había visto a los indios en bahía Gregorio; y había fondeado ahí con el propósito de obtener carne de guanaco, de la que obtuvo cerca de novecientas libras. Densas nieblas le habían impedido continuar hacia la Primera Angostura hasta el 4. En bahía Gregorio, el teniente Graves embarcó a tres marineros portugueses, que le pidieron protección. Habían sido dejados por un velero lobero inglés cerca de un año antes. Uno de ellos pidió ser puesto nuevamente en tierra, y fue desembarcado en cerro Quoin para llevarle un mensaje a los indios, de quien prometió traer una provisión de carne dentro de dos días. Los otros dos fueron anotados en los libros como supernumerarios, y empleados en el Adelaide. Habiéndole dado al Beagle dos tercios de la carne, el Adelaide viró, y en dos horas estuvo fuera de la vista, en su navegación a puerto del Hambre. Los siguientes son fragmentos del diario del comandante Fitz Roy de este crucero del Beagle.

“Lunes 7 de abril. Varios de nuestra gente fue empleada en la recolección de arándanos, y conservarlos para su uso futuro; son antiescorbútico, tanto como el apio silvestre, mucho del cual ha sido empleado con nuestra sopa de guanaco.

“Miércoles, 8. Fui a puerto Oazy con el teniente Skyring, quien levantó el puerto mientras yo examinaba la caleta hacia el norte.

“Puerto Oazy parece grande, pero la parte donde está el fondeadero es muy pequeña, y un fuerte marea entra y lo rodea, por lo cual hay un banco, a corta distancia dentro de la entrada; hay muy poca madera, y alguna dificultad en obtener agua dulce, aun una pequeña cantidad. El fondeadero exterior puede ser más conveniente para obtener carne de guanaco de los indios que bahía Gregorio, pero esta expuesto a los vientos entre el OSO y SSE.

“A mi regreso al Beagle, me sorprendió mucho saber que el teniente Kempe, el Sr. Bynoe y un niño, no habían regresado todavía de una excursión de caza. Un bote había estado en el lugar acordado al ocaso, y había esperado una hora sin verlos. A las siete, una luz fue vista en la cima del cerro Quoin, y envié una embarcación al lugar, con cautela acerca de desembarcar, estando en dudas si fue mostrado por ellos o por los indios; pero el contramaestre, que fue con ellos, no pudo encontrar ninguna persona, ni ninguna luz. Esperó algún tiempo, y regresó a bordo. (l)[20] Una luz similar fue vista nuevamente, más de una vez, durante el tiempo oscuro y neblinoso, con una pequeña llovizna que caía, y una ligera brisa del oeste, que tuvimos toda la noche.

“Jueves, 9. No hay señales de nuestros oficiales, ni ninguna aparición de los indios. Temiendo que algún accidente había ocurrido, envié dos embarcaciones, con armas y provisiones, para buscarlos por todo el puerto, y la gran laguna que se comunica con el. Ambos botes fueron advertidos a fondo sobre los indios, porque tenía pensamientos de su traición. Justo cuando los botes estuvieron fuera de nuestra vista, tres personas fueron observadas en la cima de un cerro, a unas seis millas de distancia, y, al mismo tiempo otras dos personas aparecieron, mucho más cerca del buque, en el lado este del puerto. Cual era nuestra gente, y quienes los otros, era complicado decirlo. Ambos desaparecieron de nuevo por unas dos horas, cuando nuestros rezagados llegaron a una colina, muy cerca del buque. A su llegada a bordo, apenas eran capaces de moverse, habían estado caminando, casi sin comida, y sin refugio de la lluvia, desde que dejaron el buque. Su intención había sido caminar alrededor de la bahía, lo cual parecía un trabajo de solo dos horas; pero en su extremo encontraron un lago, y más allá de este lago uno mucho más grande, unido al primero por un paso, que no pudieron cruzar. Cuando llegaron a este paso, era muy tarde para regresar por el camino que habían ido, y su mejor chance pareció ser continuar como iban. Al anochecer, trataron de encender un fuego, pero la lluvia se los impidió. Estaba muy oscuro para ver el camino, y la fría lluvia los obligó a mantenerse en movimiento, aunque en su lugar. Cuando amaneció, volvieron a avanzar, y hasta que llegaron al buque a las dos estuvieron caminando constantemente.

“La otra gente vista por nosotros deben haber sido indios, ninguno fue encontrado por nuestros viajeros, pero varios lugares por los que pasaron había fogatas que habían sido hechas por ellos.

“Abril 10. Inmediatamente que nuestros botes regresaron, levamos y nos hicimos a la vela; pero pronto el viento falló, y la marea en contra nuestra , me obligó a fondear.

“Abril 11. Nos hicimos a la vela hacia el paso entre la isla Isabel y el cabo Negro, y fondeamos ahí para esperar la marea, que tiraba cuando estábamos fondeados, a una razón de tres nudos por hora. Cerca de cabo Negro la apariencia del terreno cambia completamente. El territorio bajo árido da paso a colinas cubiertas de bosques, aumentando en altura, y volviéndose más rocoso y montañoso a medida que vas hacia el sur.

“El 13, cuando navegábamos cerca de tierra, en contra de una suave brisa del sur, vimos una pequeña canoa remando a lo largo de la costa, y algunas personas caminando por la playa. Mientras la nave estaba detenida, fui hacia ellos, siendo los primeros salvajes que había conocido. En la canoa había una anciana, su hija, y un hijo, y en tierra habían dos fueguinos con varios perros. Sus figuras me recordaron los dibujos de los esquimales, siendo más bien bajo el tamaño medio, envueltos en pieles en bruto, con su pelo colgando por todos lados, como paja vieja, y sus pieles de color café rojizo untado con aceite, y muy sucios. Sus rasgos eran malos, pero peculiar, y si se puede confiar en la fisionomía, indicaban astucia, indolencia, fortaleza pasiva, intelecto deficiente y faltos de energía. Observé que su era muy chica y mal formada, la nariz era larga, estrecha entre los ojos , y ancha en la punta; el labio superior, largo y sobresaliente. Tenían el mentón pequeño y hacia atrás; dientes en mal estado, pómulos salientes, ojos pequeños y achinados, en un ángulo oblicuo con la nariz; pelo grueso, bocas anchas y mal formadas, y una risa como si el labio superior fuera inamovible. La cabeza era muy pequeña, especialmente en la parte superior y posterior; tenía unos pocos chichones para un frenólogo. Pedían seriamente por 'tabaco, tabaco', pero parecían muy tímidos . Intercambiamos algunos bizcochos y cuchillos viejos por una pocas flechas, pieles, lanzas, etc.

“Sus canoas, de veintidós pies de largo, y cerca de tres de ancho, eran hechas curiosamente con las ramas de los árboles, cubiertas con trozos de corteza de haya, cosida con los intestinos de los lobos. Una fogata estaba encendido en el medio, sobre algo de tierra, y todas sus pertenencias, consistentes en unas pocas pieles y lanzas con puntas de hueso, estaban estibadas en los extremos.

“La mujer joven podría no haber tenido mal aspecto, si ella hubiera sido bien restregada, y toda la arcilla amarilla con que estaba embadurnada, fuese lavada. Creo que usan la mezcla arcillosa para calentarse más que para mostrarse, ya que esta tapa los poros de la piel, evitando la evaporación y manteniendo afuera el aire frío. Su única ropa era una piel, tirada sin apretar alrededor; y su pelo era casi como el crin del caballo, que nunca ha sido peinado.

“Abril 14. Fondeamos en puerto del Hambre. “Abril 16. El Teniente Skyring fue a bordo del Adelaide con el Sr. Kirke, cinco marineros, y una de las balleneras del Beagle. El Sr. Bynoe, el ayudante del médico, también fue como voluntario.

“Abril 17. El Adelaide zarpó a levantar los canales Magdalena y Bárbara; después de lo cual se reincorporaría al Beagle en puerto Gallant. Pronto se encontró con un fuerte viento sur, y no pudo avanzar, ya que la corriente estaba en su contra; por lo tanto regresó a la bahía, y fondeó.

“Una marcadamente fría noche nos hizo recordar que estábamos en el sur, aunque el tiempo durante el día había estado agradable. He dicho poco acerca de este fondeadero, porque ya ha sido descrito. La apariencia de la tierra circundante es notable y pintoresca. El monte Tarn, con sus pedazos de nieve, elevándose desde bosques espesos, y las altas montañas cubiertas de nieve a la distancia, con el el mar azul oscuro en su base, son objetos muy notables.

“Zarpamos el 19 con el Adelaide, la cual había sido impedida de zarpar antes por los fuertes y desfavorables vientos: y alrededor del mediodía nos separamos de nuestro consorte, cuyo rumbo fue hacia el sur, hacia el canal Magdalena, mientras nosotros fuimos hacia el seno Lyell.

No puedo dejar de comentar aquí, que el paisaje este día me pareció magnífico. Muchas cadenas de montañas, además del monte Sarmiento, eran claramente visible, y el continuo cambio que ocurría de la vista de la tierra, debido a las nubes que pasaban por el sol, con tal variedad de tintes de todos los colores, desde la deslumbrante nieve hasta el oscuro profundo del agua quieta, me hicieron desear seriamente ser capaz de dar una idea de ello sobre el pape; pero la necesaria atención del buque, ya que no había un oficial de cubierta conmigo que hubiese estado antes en el Estrecho, mantuvieron mi atención muy ocupada como para permitirme hacer más que unos pocos esbozos apresurados. Por las tierras altas el Beagle había tenido poco viento, y la noche se cerró sobre nosotros antes de que pudiéramos llegar a un fondeadero en el seno Lyell, asi es que acortamos las velas en la obscuridad, y nos mantuvimos cerca del medio canal hasta la mañana. “La noche fue una de las más hermosas que he visto; casi calma, el cielo despejado de nubes, excepto una grandes masas blancas, que de tiempo en tiempo pasaban sobre la brillante luna llena; cuya luz incidía sobre las cumbres nevadas de las montañas por las cuales estábamos rodeados, contrastando fuertemente con sus sombrías bases negras, y que daban un efecto a la escena que nunca olvidaré.

“Al amanecer, del 20, estábamos cerca del seno Lyell, y nos mantuvimos a largo de su lado oeste, buscando un fondeadero, hasta que encontramos un puerto muy bueno, cerca de una milla de la punta Mazaredo.

“Entonces salí, con dos embarcaciones, a examinar el seno, dejando al oficial de navegación sondando y levantando el puerto interior.

“Puerto Kempe, dentro del seno Lyell, podría albergar seis naves grandes con seguridad ; pero, como la mayoría de los puertos por aquí, el acceso es difícil, teniendo en cuenta las ráfagas de las tierras altas, que son tan irregulares, y a menudo violentas.

“Durante la noche del 21, soplaron fuertes ráfagas, y el cable cadena nos mantuvo despiertos por el mucho traqueteo sobre las rocas; aunque cuando viramos el ancla de proa la mañana siguiente, parecía que había estado bien agarrada en el duro fondo de arcilla, A estos ruidos después estaríamos familiarizados.

“Miércoles, 22. Fuertes chubascos desde el sureste durante la noche, y en la mañana, cuando, estando ansiosos por llegar a bahía Cascada, levé, aunque el tiempo era cerrado, y el viento estaba contra nosotros. Las ráfagas eran tan variables, que estuvimos dos horas a golpes de timón y velas antes de que pudiésemos dejar el fondeadero, y movernos media milla en aguas tranquilas. Recomendaría ser remolcado con espías para entrar y salir de estos puertos, en lugar de hacerlo a la vela; ya que es mucho más fácil, si el buque está provisto de pequeños calabrotes y anclotes, que normalmente pueden afirmarse en las rocas, o en las raíces de los árboles.

“La marea subió cerca de cuatro pies en puerto Kempe; y hay un lugar donde una nave puede ser varadas o carenada con perfecta seguridad.

“Pico Mazaredo (El Pan de Azúcar de Bougainville) es una excelente guía a puerto Kempe, la apariencia de la tierra como un valle también muestra su posición a un buque en el Estrecho. Lo que al principio parece ser seno Lyell, es puerto Kempe, el seno está más a la izquierda.

“Después de pasar la punta Mazaredo, el terreno es accidentado y menos boscoso; no es muy alto, y tiene un aspecto pecualiar de apariencia redondeada, como la parte superior de rebanadas de pan de molde.

“Había pizarra en puerto Kempe, la cual me pareció apropiada para techumbres.

“En bahía Cascada encontramos la abundancia de lapas y choros habitual en estas costas, y de una particular buena calidad. Los indios viven casi enteramente de ellos y de erizos, aunque las aves, y ocasionalmente un lobo de mar, se suman a su subsistencia. La vegetación, tanto en la costa como en el agua, es muy abundante. A cada paso uno se hunde hasta la rodilla en el musgo, pasto, helecho o matorrales bajos. Los árboles parecen crecer pero rara vez a la perfección; el clma es tan húmedo que se pudren mientras crecen, antes que alcancen cualquier tamaño. El musgo crece por todas partes; cada rama está cubierta con él; y el agua parece ser tan favorable para el crecimiento de los huiros como la tierra lo es para las plantas. El tipo grande (Fucus giganteus) sube, desde muchas brazas de profundidad, a la superficie, con tallos fuertes y grandes hojas.

“23. Un mal día; soplando fuerte, y a veces lloviendo. El Sr. Murray, el Sr. Stokes. Y yo, fuimos con tres embarcaciones a continuar nuestro trabajo de exploración y sondaje.

“Sábado, 25. Viramos y nos hicimos a la vela; pero falló la brisa; y ráfagas se nos vinieron encima. Mientras nos movíamos con espías, y colgábamos del cable, una ráfaga tomó la nave y la llevó contra las rocas; pero sin hacerle ningún daño, porque tiene sus costados casi perpendiculares. La verga del mayor y la botavara de la cangreja estuvieron entre los árboles. Nuevamente nos movimos con espías, e hicimos algún avance, cuando otra ráfaga nos obligó a regresar a nuestro fondeadero, para permanecer hasta que los granizos, la nieve, el viento y la lluvia hubieran cesado.

“26. Una mañana poco prometedora y húmeda; pero cuando la fuerte lluvia pasó, viramos, y en pocas horas llegamos al lado oeste del seno San Pedro.

“Cerca de una milla de la punta fondeamos en caleta Murray, que proporciona un buen refugio de los vientos del oeste, y es de muy fácil acceso, siendo más una rada pequeña que un puerto.

“27. Salimos temprano con los botes, pero el tiempo estaba tan malo como para hacer algo; sin embargo, algo fue hecho, y al atardecer nos fuimos a tierra en una isla pequeña del seno. Llovió muy fuerte toda la tarde y durante parte de la noche. Nos protegimos tan bien como pudimos con las velas de las embarcaciones y con lonas; pero durante la noche el viento cambió, y sopló tan fuerte, que hecho abajo nuestro ligero refugio, y me hizo estar muy ansioso por el buque; pues tenía dudas de la seguridad del fondeadero en que estaba.

“28. Esta mañana estuvo muy fría, llovió mucho y sopló fuerte; pero cuando disipó por un corto período de tiempo, nos pusimos a trabajar de nuevo, explorando lo que parecía ser un canal.

“Después de bogar tres horas contra el viento, la nieve y el granizo, mi canal resultó ser solo uno de las numerosas entradas que invaden el territorio fueguino; y los botes regresaron al Beagle, con la ayuda de fuertes ráfagas del SO. Estuve muy contento de ver al buque en el sitio donde lo había dejado. Durante la noche se había fondeado otra ancla; pero no se había movido de su posición. Este fondeadero es de tan fácil acceso, que espero que será empleado por las navas que pasan por el Estrecho. Hay lugar para que un buque grande se encuentre convenientemente, o para dos o tres pequeñas embarcaciones.

“El tiempo no ha sido todavía tan frío como esperaba que sería: la nieve se mantiene sobre la cubierta un corto tiempo, pero el termómetro no ha estado bajo de los 31° (Fahrenheit),

“29. Una lluviosa, y ventosa mañana: El Sr. Stokes y yo salimos en las embarcaciones, pero llovía tanto, que pudimos solo hacer una fogata para secar nuestras ropas, y sacarnos el entumecimiento, causado por el largo tiempo sentado en la humedad.

“El 3 de mayo, fondeamos en puerto Gallant: aunque perfectamente seguro, este es un puerto triste en invierno, ya que estando rodeado de altas montañas, el sol raramente es visible. Hasta el 7, además de nuestras tareas diarias, estuvimos ocupados en preparar una excursión, en botes, al canal Jerónimo. Los víveres salados fueron completamente aplazados para la tripulación por tres días, y en su lugar, fueron sustituidos por carne en conserva, mariscos, y un gran cerdo, traído desde Montevideo. Encontramos en esta, como en casi todos los puertos fueguinos, abundantes choros, lapas, y apio silvestre; algunos peces y algunas aves de caza. Muchos de nuestra gente piensan que los cormoranes son buenos para comérselos, pero sólo una persona pudo ser encontrada que se atreviera tratar no se si como el antiguo Sr. John Narborough había bien asegurado diciendo que el zorro era 'comida sabrosa', y aquel que se arrepintió de su experimento durante una semana de seria enfermedad.

“La razón para detener completamente el uso de carne salada, por unos pocos días, era la creencia que, a lo menos, dos o tres días de cambio en la dieta es necesario para causar una real alteración en el sistema; y que es mejor dar provisiones frescas por tres días seguidos, y carne salada durante las siguientes tres semanas, que dar carne fresca en tres intervalos separados en el mismo período.

“Durante el clima húmedo de estas regiones, obtuvimos un gran beneficio de los toldos, pintados a propósito, mientras nos reparábamos en Río de Janeiro y Maldonado; ellos mantienen la parte inferior , y una gran parte de la cubierta superior muy seca, aun bajo lluvia intensa.

“Mayo 7. El Sr. Stokes y yo salimos en el cúter y una ballenera, a explorar el canal Jerónimo. Estábamos bien aprovisionados, con tanto como los botes podían estibar, de lo que pensábamos que podría ser útil durante el crucero de un mes. Llevamos muy poca agua, confiando en la humedad de la región como suministro, Cada hombre tenía sus ropas cubiertas por lonas o dril, bien pintado; y en vez de sombrero, todos tenían un 'sueste' (como las gorras de los mineros del carbón).

“Nuestras provisiones, siendo suficientes para veintiocho días, hicieron a los botes más hundidos; y pronto encontramos que el cúter estaba muy pesado, lo que nos obligó a tomarlo a remolque. Toda nuestra gente durmió en el cúter la primera noche, la ballenera la amarramos a popa. Hacia medianoche sopló fresco, y como los botes estaban fondeados cerca de la rompiente de la playa, se balanceaban mucho; y pronto después, nos dimos cuenta que la ballenera tiraba muy fuerte de su cabo, la trajimos a nuestro costado, y encontramos que estaba casi inundada; en pocos minutos se habría hundido con toda su pesada carga, para nosotros invaluable. El espiche se había salido por el balanceo. Después de esta advertencia rara vez la dejé flotando durante la noche. Habiendo salvado la embarcación , me hizo pensar a lo menos en que todas nuestras cosas estaban mojadas, y que algunos instrumentos estarían estropeados.

Con la luz del día, el 8, remamos a lo largo de la costa, con el viento en contra nuestro, y llegamos a punta York antes de que la marea fuera más fuerte; pero no pudimos pasar de ese lugar; y antes de retroceder una pulgada de terreno, fondeé con nuestros rezones, en el medio de un fuerte corriente, que nos hacía escorar sobre ambas bordas, pasando por nuestro costado a una razón de cinco nudos. A la una PM disminuyó, y pudimos remar hacia el río Batchelor, muy contentos de tener un lugar tan bueno para secar nuestras ropas y colocar los botes en forma correcta. Tres wigwams desiertos nos dieron refugio, mientras unos hacían fogatas, y otros recolectaban mariscos, o le disparaban a las aves. Pensando en que la estación estaba tan avanzada, algunos arbustos estaban en flor, especialmente uno, que es muy parecido al jazmín, y tiene un olor dulce. Arándanos y bayas de calafate eran abundantes: Me habría gustado pasar algunos días en este lugar, era tan bonito; toda la costa era como un arbusto. No puedo explicar los exagerados informes de las costas fueguinas dadas por algunos viajeros: es cierto que los picos de las montañas están cubiertos de nieve, y que los lados expuestos a los vientos predominantes del oeste son áridos, y escarpados; pero todos los puntos protegidos están cubiertos de vegetación y grandes árboles parecen crecer casi sobre la roca desnuda. Me recordó fuertemente algunas de las islas griegas en invierno, cuando ellas también muestran nieve en sus montañas.

Mayo 9. La corriente llevó rápidamente a nuestros botes por el canal Jerónimo, el cual aunque angosto, está libre de peligros. La costa oeste es muy alta, y empinada, y bien cubierta de arboles; la del este es más baja, y menos arbolada.

“Habiendo pasado este canal, entramos al misterioso seno Indio, con toda la ansiedad que uno siente sobre un lugar, del cual no se sabe nada, y mucho es imaginado. Espero encontrar un gran río, y la fuerte corriente del canal me convenció que había un cuerpo de agua más adentro, pero de qué naturaleza quedaba por descubrir. Al anochecer entramos en una ensenada pequeña, y aseguramos los botes, subiendo la ballenera en la arena. Siendo muy tarde para cambiarnos, pues encontramos que el lugar de nuestro vivaque era muy húmedo y pantanoso, que ocupamos casi dos horas en tratar de encender un fuego. Cena y alegres canciones fueron seguidas por una fuerte lluvia, que continuó durante toda la noche y el día siguiente sin interrupción.

“10. La constante fuerte lluvia impidió nuestros movimientos: los hombres de la ballenera estuvieron completamente empapados en su carpa durante la noche; pero hicieron una mejor en la mañana. El cúter, teniendo una cubierta de lona alquitranada, le dio a su tripulación un mejor alojamiento; y aunque un bote pequeño y más cargado, de solo veinticuatro pies de eslora, no se esperaba que podría proporcionar mucho espacio a una docena de durmientes, durante tal tiempo, con la ayuda de sus sacos de mantas,(m)[21] lo hicimos muy bien.

“11. Durante esta noche, también, llovió muy fuerte. Temprano a la mañana siguiente, sin embargo, aclaró un poco, y nos pusimos en movimiento. Cuando estábamos en el canalizo nuestras esperanzas fueron muy excitadas; porque más allá de una isla alta, como un pan de azúcar, apareció una abertura sin tierra. Probé el agua varias veces, imaginándola menos salada, y que nos estábamos aproximando a un río.

“Menos salada podría haber sido, debido a la cantidad de cascadas que se arrojan de las montañas por cada lado del canal, el cual aquí tiene como dos millas de ancho, con una corriente, o más bien flujo de la marea, corriendo a una razón de dos nudos en la hora.

“Al mediodía, alcanzamos el Pan de Azúcar, nos costó una batalla llegar a la cima con los instrumentos; pero la vista me recompensó. Por tres puntos del compás hacia el noreste, no pude ver tierra, excepto dos islas; y al extremo más lejano hacia el este, me pareció muy distante, por lo menos, unas treinta millas. Ni montañas o tierra altas se pudieron ver hacia el norte o hacia el este, el terreno parecía allí cambiar su característica, volviéndose más bajo y menos boscoso. Esta fue, de verdad, una vista animada: Estuve estimando cual podría ser el límite de esta agua, hasta que recordé, que mientras más tiempo pensaba en ello, más tiempo me demoraría en encontrarlo, así es que seguimos avanzando con los botes, por supuesto tomando los ángulos y demarcaciones necesarias, hasta que llegamos a la 'Punta de los Islotes' en el 'Seno Otway'.

“El 12, partimos bogando temprano.

“Las dos islas, 'Englefield' y 'Vivian', eran la única tierra sobre el horizonte por seis puntos del compás. La costa sur tendía casi hacia el este del cabo Charles, conservando las características de las altas montañas de las costas fueguinas, mientras que las del norte eran bajas, aunque todavía muy boscosas.

“Estuve tentado de ver si bahía Fanny conducía al golfo de Xaultegua; pero afortunadamente no lo hice, porque habría lamentado el tiempo empleado en ello.

“Punta Hamond es densamente boscosa con árboles de hoja perenne, similares a los del Estrecho, y con una especia de pino, de unos treinta o cuarenta pies de altura.

“Hacia el SE se ven tres puntas notables en el nítido relieve de la costa fueguina; pero más allá de ellos la tierra se hunde en la monótona llanura de la patagonia.

“El agua en la costa oeste no es profunda ; desde diez a treinta brazas a un cuarto de milla de la costa, pero se vuelve menos profunda avanzando hacia el norte. Hay fondeadero para una nave después de pasar el canal Indio, a lo largo de toda la costa; y como los vientos predominantes son de la costa, normalmente estaría seguro. En el canal Indio solo conocí dos fondeaderos, bahía Cutter y Caleta Bending.

“Cayó una lluvia constante durante esta tarde, por lo que no fue hasta después de muchos problemas que al fin hicimos una fogata. Transportar combustible seco en los botes es indispensable, por lo que recomendaría a cualquier persona que pase una noche en la costa en este húmedo clima, con una embarcación, llevar una plancha de cobre, o una pieza plana de hierro, en lugar de una cocinilla de bote, ya que el fuego puede encenderse sobre ellas mucho más fácilmente, y no ocupa mucho espacio: la gran dificultad con las fogatas aquí es obtener combustible para quemar cuando el suelo está mojado, o cuando la nieve, se encuentra sobre el. “13. Lloviendo constantemente durante todo el día, por lo que fue inútil avanzar: no podía ver el camino, ni reconocer otra cosa que no fuera viento y lluvia.

“14. Tan templado estaba el día, que me bañé esta mañana, y no encontré el agua más helada de lo que la había sentido en otoño en la costa inglesa; su temperatura a un pie bajo la superficie, alrededor de 42°; cuando la del aire era 39°. Desde este lugar, punta Hamond, veía siete puntos del compás libres de tierra, estando mi ojo veinte pies sobre el nivel del mar. El agua era absolutamente salada, por lo tanto, estábamos seguros de que era un inesperado mar interior, o una gran laguna. A cuatro millas de punta Hamond están las islas Englefield y Vivian, más bien bajas, pero bien boscosas con árboles de hoja perenne. Son la únicas islas de alguna importancia en el seno Otway. El punto más lejano que pude distinguir lo llamé cabo Marvel, por lo mucho que me preguntaba hasta ahora la extensión de esta insospechada entrada.

“Al mediodía estábamos a la altura del extremo norte de isla Englefield. El Sr. Stokes y yo observamos una satisfactoria altura meridiana del sol desde los botes, tan calma estaba el agua. Este tranquilo día fue muy bueno, porque remamos duro desde las nueve hasta las cinco, sin ninguna ayuda de las velas. Hacia la tarde se levantó una brisa en nuestro favor, y con su ayuda recorrimos a lo largo de la tierra cerca de diez millas. Aprovechando la luz de la luna, no busqué por un lugar de descanso hasta pasadas las siete de la tarde, cuando tuvimos muchos problemas para vararnos; la costa había cambiado totalmente su naturaleza, y en lugar de aguas profundas con costa rocosa, nos encontramos una playa lisa de guijarros y aguas embancadas, con piedras muy grandes esparcidas entre las marcas de la alta y baja marea, tan numerosas como hacerlas peligrosas para una embarcación, especialmente de noche. Después de desembarcar, encontramos la tierra completamente cambiada a un suelo fino y ligero, con arbustos enanos y árboles; y tan seca era la madera, que una fogata fue encendida fácilmente, pero no pudimos encontrar una gota de agua en ninguna parte para cocinar nuestra cena. Un considerable aumento y caída de la marea fue observado, mucho más grande que cerca del canal Indio.

“15. No desayunamos esta mañana, por falta de agua – una prueba decidida del cambio de clima y de territorio. Al norte de nosotros el cielo estaba despejado; pero hacia el sur, sobre el Estrecho, flotaban densas nubes. Los árboles no eran de hoja perenne, y en esta época sus hojas estaban marchitadas y cayéndose.

“Mientras bogábamos a lo largo de la costa, y pasando una punta baja que se proyectaba, vimos el humo de tres fogatas, y aproximándonos más cerca, observamos cuatro canoas que estaban sobre la playa, cerca de varios wigwams. Sus dueños pronto aparecieron, corriendo a lo largo de la costa, gritando y saltando. El primero que llegó cerca nuestro me hizo recordar a un anticuado letrero del “León rojo”, porque estaba pintado de rojo por todas partes, y parecía más una bestia salvaje que un ser humano; otro estaba cubierto con una mezcla azulada, un tercero estaba completamente de negro. Varios tenían la mitad inferior de la cara ennegrecida, y los hombres y mujeres más viejos estaban pintados completamente de negro. Eran cerca de ocho hombres, seis u ocho niños, y quizás una docena de mujeres y niñas. Algunos tenían una piel sobre sus hombros, pero los otros no tenían ninguna cubierta, excepto la pintura; parecían inquietos, y escondieron varias pieles y otras cosas en el bosque, tan luego como nos vieron acercándonos.

“Cuando se dieron cuenta que estábamos dispuestos pacíficamente, y que teníamos tabaco y cuchillos, estuvieron deseosos por intercambiar con nosotros. Cómo habían aprendido el uso del tabaco es curiosos, pero están aficionados a ello en exceso. Guanaco, así como lobos de mar y otras pieles, estaban en su poder; por lo tanto ellos probablemente intercambian con los patagones. También tenían pieles y los cuernos de un ciervo, los cuales, por lo que entendí, viven en su territorio (n)[22] Atrapan animales pequeños con trampas, hechas con hueso de ballenas, iguales a las trampas para liebres. Esta tribu era muy rica en fortuna fueguina, tales como pieles, flechas, lanzas, etc. Parecían ser de una raza similar, pero superior, a los fueguinos, por ser más fuertes, robustos, más animados, y más activos. Convencí a uno de sus niños que se lavara la cara, y encontré que su tez natural era apenas un poco más oscura que la de un europeo. Su idioma suena como el de los fueguinos, y las chozas y armas son exactamente similares a los de ellos . Les preguntamos por agua, y nos señalaron un lugar cerca de una milla más lejos, haciéndonos señales de que debíamos cavar en la tierra por ella. Fuimos allí, y cerca de un lugar de aspecto verde encontramos un poco de agua buena. Entonces desembarcamos, y disfrutamos de nuestro desayuno a la una, estando un poco sedientos.

“Los nativos estaban todavía con nosotros; parecían curiosos y astutos; y mostraron una gran sorpresa con el sextante y el horizonte artificial, por lo cual se sentaron, mirando atentamente lo que hacíamos. Puse mi reloj en sus orejas; se asombraron mucho, y cada uno vino en su turno a escuchar su marcha. Les señalé el reloj y luego el cielo; Agitaron sus cabezas y de repente se vieron muy serios, que por su comportamiento en este caso, y por lo que pude entender de sus signos, sentí la seguridad que ellos tenían una idea de un ser superior, aunque no tienen nada como una imagen, y no nos aparecen que tengan alguna forma de adoración. Pudimos aprender apenas algunas palabras de su idioma, por el ardid de repetir cuanto nosotros decíamos.

“Vieron como encendíamos el fuego, mediante un yesquero, y lo tomaron aprovechando una oportunidad en que estaba fuera de la vista. Nuestra pérdida no fue conocida hasta que salimos del lugar, cuando ese material necesario fue echado de menos. Era evidente que ellos lo habían robado, y mientras estaba meditando una represalia, uno de nuestros hombres por casualidad pisó sobre la caja perdida, la cual estaba astutamente escondida debajo de la arena. Después de este descubrimiento, parecieron más bien inclinados a pelear , todos tenían cachiporras , mientras que nuestros hombres parecían que no tenían armas. Sin embargo, nos separamos sin pelear.

“Las características de estas personas diferían de aquellas de los fueguinos que habíamos visto anteriormente, eran mejor formados , y tenían una expresión menos ladina.

“Remamos de allí a lo largo de una costa baja hasta la tarde, cuando una tierra distante comenzó a mostrarse, tendiendo hacia el norte y hacia el este, limitando este supuesto mar interior. Al anochecer descubrimos una abertura, que parecía ser un río o un canal, me dirigí a su orilla norte, donde aseguramos los botes por la noche en un lugar que denominé caleta Donkin, como una muestra de respeto al conservador de la carne, a quien le habíamos estado tan a menudo agradecidos. Un poco de esta carne, mezclada con aves salvajes y un poco de apio silvestre, hacían una saludable y agradable comida. En el servicio de las embarcaciones, la carne conservada en lata es especialmente útil, puesto que ya está cocinada, y por lo tanto lista para comer sin la ayuda del fuego.

“Fuimos sorprendidos por lo templado del tiempo. En verdad, el cambio de clima fue tan agradable como fue repentino e inesperado.

“16. Al amanecer, nos encontramos en la entrada de lo que pensamos era un río. Bajo esta impresión, esperaba penetrar al interior de un territorio y encontrar algunas nuevas tribus de patagones. Tan pronto como pudimos zarpar, bogamos y navegamos a lo largo de un canal sinuoso, por un lado del cual era de aspecto agradable, terreno arbolado, que se extendía hacia la Tierra del Fuego; y en el otro, una baja, y árida región, como la patagonia del este. Las orillas de ambas costas eran de una altura entre cinco y cuarenta pies de altura, inclinadas, y cubiertas de pasto.

“La corriente estaba a nuestro favor, lo que con la salinidad del agua, me inclinaron a pensar que era un canal, y no la boca de un río. Esta opinión me fue confirmada al poco tiempo, al ver una marejada rompiendo contra alguna tierra más allá de la abertura, lo que mostró que nos estábamos acercando a un gran cuerpo de agua. Pronto después, llegamos a la punta del extremo oeste de este pequeño canal; y, para nuestra sorpresa, vimos una extensión, a lo menos treinta millas a través de este a oeste, y veinte de norte a sur. Pensé que era más al principio, pero probablemente me engañé. Al oeste y al sur de ella observé altas montañas cubierta de nieve; y la cima de una muy notable, que era como un castillo con una torre alta. Hacia el norte, la tierra era baja, excepto unos pocos cordones de cerros bajos con grandes llanuras entre ellos.

“Ocurrió ser un día muy claro, y todo lo que se podía ver en cualquier momento era visible. En dos lugares me pareció que habían aberturas hacia el oeste; en la parte más al sur pude ver que no había ninguna tierra; la otra estaba respaldada por lejanas montañas , pero todavía tenía la apariencia de una abertura. Después de esto fui a la cumbre de un cerro cercano, de unos trescientos pies de alto, para tener una mejor vista, esta pequeña elevación hizo muy poca diferencia, y más bien pensé que la costa opuesta estab más lejos de lo que había supuesto al principio. “Habiendo enviado al cúter de vuelta una corta distancia, para hacer una fogata y desembarcar nuestras cosas, crucé el canal hacia una llanura plana, y medí una linea de base, Al cruzar, encontré una rápida marea, de a lo menos unos cinco a seis nudos en marea muerta, y remar en contra de ella era imposible. Esto causaba un considerable oleaje y corriente fuerte en la entrada, que no tiene más de un cuarto de milla de ancho, y una profundidad media de doce brazas. En la llanura crecía un pasto grueso y trébol, como el de la vecindad del río Plata. Tan abundante y bueno eran el pasto y el trébol, que guardé unas pocas semillas, esperando algún día verlas producir en Inglaterra. Árboles no fueron vistos, el suelo parecía, seco, rico, y ligero. Zorrillos, y una pequeña clase de conejillo de indias, había hecho sus madriguera por todos lados, lo cual prueba que el clima es de naturaleza diferente al del Estrecho. Los huesos y huellas de guanacos eran numerosos , y algunos rastros de caballo fueron encontrados; como también partes de un guanaco muerto, que parecía haber sido presa de las bestias salvajes. El agua no era tan abundante como en el sur; pero más que suficiente para todos los propósitos útiles, se notaron muchos pequeños arroyos, además de manantiales en los costados de los cerros bajos. Le disparamos a un cisne (o)[23] y a algunas fochas; los cisnes eran tan gordos, o tan mansos, que no podían levantarse del agua.

“17. Mientras estábamos en la llanura Whitestone, una tormenta muy fuerte de viento y granizo del SO pasó por encima, el frío era tan cortante, que me mostró una de las razones por que estas llanuras, barridas por todos los vientos del SSO al N, están desprovistas de árboles.

“Al caer la noche, regresamos al cúter y tomamos parte en una gran comida, hecha con el cisne que habíamos derribado, las fochas, algunas lapas, y carne en conserva. El acortamiento de los días se estaba convirtiendo muy inconveniente, desde las ocho hasta las cuatro eran las únicas horas de luz; pero algunas noches estuvieron tan buenas, que obtuve muchas series de observaciones de la luna y de las estrellas.

  1. * Desde donde demarcamos el Monte – de Montevideo – al N 11° O, y a una distancia de ocho leguas.
  2. * Muestras de esta roca fueron depositadas en el museo de la Geological Society, Nos. 3 y 3-1.
  3. * Ver Zoological Journal, vol. IV. p. 92.
  4. * N° 1 y 1 en el museo de la Sociedad Geológica. Una nueva especie de Solen -Solen Scalprum, nob.Journ.V.335. N° 5- fue encontrada en la playa; y un nido abovedado de Buccinum muriciforme, nob, Zool. Journal, I. c. N° 62.
  5. (g) Campana, o monte Bell – R.F.
  6. (h) No creo que la bahía adyacente al cabo de Hornos es la que fue llamada 'San Francisco' por D'Arquistade, y, si mi suposición es correcta, puerto Maxwell no es el lugar que fue llamado caleta 'San Bernardo'. Ver el segundo volumen– R.F.
  7. * Nos. 268 al 271, Geo. Soc. Museum.
  8. * Una especie de Gunnera (Dysemore integrifolia, Banks y Solander), y la cineraria de pedúnculo verde (Cin. Leucanthema. Banks y Solander.
  9. * Nos 283 al 286, in Geol. Soc. Museum.
  10. * Los cambios de presión, durante los intervalos del ascenso y descenso, fueron obtenidos mediante el registro del barómetro del buque, lo que fue hecho por señales desde la estación en tierra, cuando las lecturas eran tomadas. Durante la
  11. el ascenso la columna cayó 0,039 pulgadas, y durante el descenso subió 0,041 pulgadas. Se hicieron correcciones por el punto de rocío, según las observaciones del higrómetro de Daniell en la base y en la cima, y los cálculo fueron hechos de acuerdo con la fórmula del Ensayo Meterológico de Daniell. El siguiente es el resultado: Por el Sifón de Bunten Por el Jones 509. Ascenso 1743,4 1749,3 Descenso 1738 1739,1 Media 1741 1744,2 Media de los dos instrumentos 1742,4 pies.
  12. * Esta roca es muy similar a la de los rodados y guijarros que se encuentran en la playa de la punta Santa María (Bahía Agua Fresca)
  13. * La maleza está compuesta principalmente de Arbutus ríguda – Berberis parvifolia e ilicifolia- (Sempervirens de Banks y Solander). Verónica (¿decussata?) y, en lugares húmedos, Cineraria leucanthema, y Dysemore intergrifolia; los cuales ambos se encuentran en los rincones protegidos de Tierra del Fuego; No fueron vistas fucsias, pero el Sr. Anderson juntó la fragante Callixwnw marginata y una especie de Escalonia, en las laderas de los cerros.
  14. * Reunión anual, 30 de nov. 1832.
  15. * El levantamiento de esta parte ahora le presenta al navegante con los medios para determinar su posición, al detalle, por ángulos tomados con un sextante entre las cimas del cabo de Hornos y el pico Jerdan, o el monte Hyde, y el pico Kater; y si el pico Kater y el monte Hyde son alineados, se toma un ángulo entre ellos y la cima del cabo de Hornos, la operación será todavía más simple.
  16. * Miers, en su informe acerca de Chile, da una tabla de alturas mediante medidas barométricas de la tierra entre Valparaíso y Mendoza, de la cual aparece que ha deducido la altura de Curacaví de 1.560 pies. Como mis determinaciones son el resultado de observaciones hechas en mi viaje hacia y desde de Santiago, no tengo dudas de su exactitud, y pienso que el registro de alturas de la tabla de Miers debería ser 29.355 en vez de 28.355.
  17. * Los siguientes son los resultados de la determinación barométrica de la altura de varios puntos en el camino entre Valparaíso y Santiago: Pies sobre el mar. Casablanca, diez leguas de Valparaíso 803 El punto más alto en la cuesta Zapata 1.977 Hostería en Curacaví 633 Llano cerca de Bustamante 808 Cima de la cuesta de Lo Prado (carca de 200 pies) 2.949 Hostería o posta, en la base del lado este de la cuesta de Lo Prado 1.804 Santiago, mediante numerosas observaciones 1.821 Miers coloca los lugares de arriba sobre el mar como sigue: Pies sobre el mar. Casablanca 745 Cima cuesta de Zapata 1.850 Curacaví 1.560 Cima cuesta de Lo Prado 2.543 Posta, en Lo Prado 1.773 Santiago, media de dos observaciones 1.691 Do. por Malespina 2.643 2.254 Español Inglés Do. Mercurio chileno 1.6931/2 1.550
  18. (k) A veces ocurren fuertes heladas.- R.F.
  19. * Probablemente eran de los mismos que observamos el el pez que tomamos afuera del cabo Buen Tiempo, y que, creo, está muy relacionado con uno que aparece en Reino animal de Cuvier, lámina XV, figura 5, una especie de Lemoea, o Entomoda de Lamarck, iii.233. La especie es nueva.
  20. (l) Este fue un ejemplo notable de lo que después observé en esas regiones, una clase de 'fuego fatuo', que a veces está estacionario, como la luz de un farol, y en otras de repente revoloteando, como los destellos de las pistolas, a la distancia. Fue sólo visto en los cerros bajos – R.F.
  21. (m) Cada oficial y hombre, cuando es separado del Beagle durante una noche, lleva una manta, o poncho grande – que se cierra con un cordón, como una bolsa grande- en el cual duerme, y encuentra mucha comodidad y está bien abrigado.-R.F.
  22. (n) Como un corzo; se supones ser el 'Huemul' mencionado por Molina.- R.F.
  23. (o) Cisne de cuello negro, visto en otro sitio por el comandante King – R.F.