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Noli me tangere (Sempere ed.)/XI

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Nota: Se respeta la ortografía original de la época

XI

La ciudad de los muertos

Hacia el Oeste, en medio de los arrozales, está el cementerio; conduce á él una vereda llena de polvo en los días de calor y na vegable en los días de lluvia.

Una puerta de madera y una cerca, mitad de piedra y mitad de cañas y estacas, le separa de los hombres, pero no de las cabras del cura y algunos cerdos de la vecindad, que entran y salen para hacer exploraciones en las tumbas y alegrar con su presencia aquella soledad.

En medio de aquel vasto corral se levanta una gran cruz de madera sobre un pedestal de piedra.

La tempestad ha doblado su Inri de hoja de lata y la lluvia ha borrado las letras. Al pie de la cruz, como en el verdadero Gólgota, se ven en confuso montón calaveras y huesos, que el indiferente sepulturero arroja de las fosas que va vaciando. Allf esperan, no la resurrección de los muertos, sino la llegada de los animales que acaben de mondarlos.

En el suelo se notan recientes exca vaciones; aquí el terreno está hundido, allí forma pequeña colina. En el santo lugar crecen en toda su lozanía el tarambulo y el pandakaki. La hierba y las trepadoras cubren los rincones y se encaraman por las paredes y nichos, formando espléndidos cortinajes de verdura; á veces penetran por las hendiduras que hicieron temblores y terremotos y ocultan piadosas á las miradas profanas el interior de las tumbas.

Dos hombres cavan una fosa cerca del muro que amenaza desplomarse; uno, que es el sepulturero, arroja con indiferencia vértebras y huesos, como arrojaría un jardinero piedras y ramas secas; el otro está preocupado, fuma y escupe.

—Oye!-dice en tagalo el que fuma.-No sería mejor que cavásemos en otro sitio. Esto está muy reciente.

—Tan recientes son unas fosas como otras.

—No puedo más! Ese hueso que has partido aun sangra. ¡Hum! Y esos cabellos?

—Qué delicado eres!-exclama el otro.-Si hubieses desenterrado como yo un cadáver de veinte días, por la noche, lloviendo y con la linterna apagada!..

El compañero se estremeció.

—Se desclavó el ataúd y salió el muerto echando una peste de mil demonios... Luego lo tuve que cargar á la espalda...

—Kjr! Y ¿por qué lo desenterraste? ¿Por qué? ¿Lo sé yo acaso? ¡Me lo mandaron!

¿Quién te lo mando? Me lo mandó el cura grande.

—Ah! Y ¿qué hiciste después del cadáver?

—Pues... el cura grande me mandó que lo enterrase en el cementerio de los chinos, pero como el ataúd era pesado y el cementerio de los chinos está lejos...

—No! ino! ¡Yo no cavo más!-interrumpió el otro lleno de horror, soltando la pala y saltando de la fosa;-he partido un cráneo y temo que no me deje dormir esta noche.

El sepulturero soltó una carcajada al ver como se alejaba su amigo haciendo la señal de la cruz.

El cementerio se iba llenando de hombres y mujeres vestidos de luto.

Un viejecito de ojos vivos entró descubierto.

Al verle, muchos se rieron. El viejo, sin hacer caso de tales demostraciones, se dirigió al montón de cráneos, se arrodilló y buscó con la mirada algo entre los huesos. Después, con cuidado, fué apartando los cráneos uno tras otro, y como no encontrase lo que buscaba, frunció las cejas, movió la cabeza con gesto desesperado, miró á todas partes y finalmente se levantó y se dirigió al sepulturero.

—Sabes dónde está una hermosa calavera blanca como la carne del coco, con la dentadura completa, que yo puse al pie de la cruz, debajo de aquellas hojas? El sepulturero se encogió de hombres.

—Mira!-añadió el viejo enseñándole una moneda de plata;-no tengo más que ésta, pero te la daré si me la encuentras.

El brillo de la moneda le hizo reflexionar; miró hacia el osario y dijo: -¿No está allí?... ¡Pues no sé!... Si queréis, os puedo dar otra.

-Eres como la tumba que cavas!-le apostrotó el viejo ner viosamente.-¡Como la tumba! ¡Como la tumba! Y se volvió, dirigiéndose á la puerta.

El sepulturero, entretanto, había conclufdo con su tarea. Dos montículos de tierra fresca y rojiza se levantaban á los bordes de la fosa. Sacó de su salakot buyo y se puso á mascarlo, mirando con aire estúpido cuanto pasaba en su alrededor.