Observaciones de Cavanilles/Tomo I/Prólogo
En la primavera de año 1791 empecé á recorrer la España de órden del Rey para exâminar los vegetales que en ella crecen. Creí que podrian ser mas útiles mis viages si á las observaciones botánicas añadia otras sobre el reyno mineral, la geografía y agricultura; puesto que apénas teniamos cos alguna so bre la posicion y naturaleza de los montes, la geografía estaba muy inexâcta por punto general, y se ignoraba la verdadera poblacion y frutos de las provincias, co mo tambien las mejoras que en todas ellas podia recibir la agricultura, fuente inagotable de abundancia y de felicidad. Por eso al paso que procuraba desem peñar mi comision, iba siempre juntando observaciones y noticias útiles para la historia natural, geográfica y político-económica de España. Dí principio á mis tareas por el reyno de Valencia, objeto de la presente obra.
Con el propósito de averiguar la verdad en todo quanto fuese posible por observaciones propias, atravesaba llanuras y barrancos, y subia hasta las cumbres de los montes en busca de vegetales. De camino exâminaba la naturaleza de las piedras, tierras, fosiles y metales; observaba el orígen y curso de los rios, la dis tribución y uso de las aguas; notaba los progresos que ha hecho la agricultura, y algunos defectos que deben corregirse. En las empinadas cumbres por medio de una brújula tiraba mi meridiana, y luego dirigia la visual á los puntos mas so bresalientes, los picos, las torres de los pueblos, las ermitas, situando cada objeto en el papel con las respectivas distancias que me daban los prácticos del pai<: me día despues las mismas distancias caminando con igual velocidad, y teniendo cuenta con los rodeos y cuestas, harto freqüentes en tierras montuosas. Con estos auxîlios he formado el mapa general del reyno, sirviéndome de la carta marina del Señor D. Vicente Tofiño para la costa del mar. Los otros mapas son copias que he sacado de los que se conservan en archivos, excepto el de Peñagolosa, he cho segun mis observaciones y medidas.
Una de mis principales atenciones ha sido el cálculo de la población y de los frutos, por donde se viene en conocimiento así de la calidad del suelo, como de la industria de sus habitantes. Para formarle con la exâctitud posible; he jun tado quantos habian hecho varias personas hábiles y fidedignas, he consultado mu chas veces las listas que los Señores Curas forman para el cumplimiento de la Igle sia, me he valido de los productos de los diezmos, y de los estados hechos de órden superior por el gobierno de los pueblos. Ademas he registrado los histo riadores á fin de comparar los diversos estados del reyno en varias épocas, y des cubrir las causas de tales diferencias. Excuso referir otras muchas diligencias que se echarán de ver en el cuerpo del escrito; pero ántes de entrar en él convendrá dar algunas ideas sobre la formacion, naturaleza y estado actual de la provincia de que vamos á tratar.
El reyno de Valencia está situado entre los grados 37 y 52 minutos, y 40 y 51 minutos de latitud septentrional, y entre los 15 y 17 con 10 minutos de longitud del meridiano de Tenerife. Al este le baña el mar Mediterraneo desde el rio Cenia, mas allá de Vinaroz, hasta la torre de la Horadada, ó confines del reyno de Murcia. Ciñele este reyno por mediodia y poniente hasta la altura de 39 grados y 25 minutos. De este punto empieza á limitarle Castilla la nueva, si guiendo adelente con varios senos, de los quales los mayores se hallan en las in mediaciones de Requena y de Santa Cruz de Moya. A los 40 grados y 7 mi nutos se ve el mojon divisorio de los reynos de Valencia, Castilla y Aragon, y allí queda como aislado el Rincón de Ademúz, cercado del reyno de Aragon con varios ángulos y dientes hasta la punta mas septentrional del de Valencia, que e sel Tosál del Rey en la Tenencia de Benifazá. Alli se tocan Aragon, Ca taluña y Valencia, y desde aquel punto hasta la embocadura del Cenia lindan Valencia y Cataluña.
La superficie entera del reyno de Valencia consta de 838 leguas quadradas de 20 al grado: las 240 con corta diferencia son llanuras ó valles, las restantes son montes. De estos apénas se cultiva la mitad á causa de la aspereza, aridez y falta de tierra; pro lo mas de lo inculto se aprovecha para pastos. De las nieves y lluvias que reciben se forman muchos rios, y se aumenta el caudal de otros que fertilizan las llanuras. Los rios principales del reyno son el Xucar, Turia, Milláres y Segura; y de segundo órden el Palancia, Albayda, Alcoy y Cenia. Añádase un número considerable de riachuelos, que con las innumerables y copiosas fuentes aumentan el riego y las producciones.
Por todos los confines del reyno se hallan montañas que dificultan el paso, sin mas excepción notable que las llanuras por donde se pasa á las ciuddes de Murcia y de Villena. Por estos mismos sitios, igualmente que por todas las otras partes, á medida que se interna en el reyno se encuentran escarpados cerros y montes de mucha altura, que dexan entre sí profundos barrancos, y forman ya grupos ó laberintos intrincados, ya cordilleras de muchas leguas sin interrupcion aparente. Quando se exâminan los barrabcos que yacen entre montañas eleva das, todo parece confusion y desórden: el horizonte es generalmente limitado, sin descrubirse salida por parte alguna: aquí se ven cortes casi perpendiculares de hasta mil palmos: allí cuestas rápidas sembradas de enormes cantos, que parece van á desprenderse. Cesa este desórden y la quietud que inspiran los riesgos quando se llega á las alturas. Desde ellas registra el observador con sorpresa los profundos surcos que quedan entre las cordilleras de los montes; ve que unas cor ren casi paralelas entre sí, y otras en direcciones contrapuestas. Peñagolosa, Es padán y Aytana ofrecen este espectáculo, y son sitios oportunos para estudiar la naturaleza del reyno. La multitud y variedad de plantas que se pisan por mas de tres horas, indispensables para llegar á la cumbre de estos montes; las diferentes tierras y peñas; las conchas ó petrificadas ó sueltas que se hallan á cada paso; los cortes pelados y desmoronados hácia el sur ó sueste; la vasta extension de mon tes, cerros, barrancos y lugares que se descubren, todo este cúmulo de objetos arrebata y deleyta el ánimo de un atento naturalista. Nácele allí grandiosas ideas acerca de la formacion de aquellas enormes masas; del trastorno que expe rimentarón, ó para perder en poco tiempo la mitad de su mole, ó para sufrir iguales pérdidas en muchos siglos; de la fuerza de las aguas que lamiendo y ex cavando peñas durísimas, con el transcurso del tiempo se abren paso, y vencen obstáculos al parecer insuperables.
Si al baxar de los montes se escogen otros puntos para descubrir las llanuras cultivadas, se ven sepear mansamente los rios, oprimidos ántes en gargantas es trechas; y se observan mil canales de riego en varias direcciones, la infatigable industria de los Valencianos, la multitud de árboles y producciones, objetos todos que obligan á suspender el exâmen de los efectos de la naturaleza, para admirar los del arte. Recorriendo los ribazos de los rios se presentan nuevos objetos dignos de observación. Allí se ven con claridad y se pueden contar las varias capas y diferentes substancias de que se compone el actual terreno. Casi siemp re alternan porciones horizontales de marga con otras de cantos rodados, los mas de la mis ma naturaleza que los montes vecinos de donde baxáron con las aguas, y otros que la tienen diferente parecen fragmentos de masas que ya no exîsten.
Los montes y los cerros, que cubren la mayor parte del reyno, deben al pa recer su orígen á los cuerpos orgánicos que viviéron en el mar. Porque no sola mente se componen de peñas calizas casi todos ellos, sino que tambien se notan bancos de hasta 30 palmos de grueso, formados de conchas amontonadas y dis puestas en familias, muchas veces con su barniz natural, y casi siempre con su forma primitiva. Es cierto que la petrificacion no está siempre completa en dichos bancos, pero su posicion casi horizontal y su paralelismo dan indicios ciertos del orígen que debiéron tener en el fondo de las aguas. Así vemos que en el mon te Meca, que parte términos entre Almansa y Ayora, alternan gruesos bancos de peña caliza con otros mas gruesos de aquellas ostras que los naturalistas llaman Peynes. La muela de Aras de Alpuente, cuya corona es de bancos calizos, ántes de llegar á aquella altura se compone de ostras rellenadas de mármol. En lo mas alto de Peñagolosa y en los montes de Cervera se hallan buccionos petrificados, que conservan las espiras y la forma exterior. Se ven con freqüencia conchas en los montes de Xixona, cullera, Castalla, y otros del reyno. Hasta estampas de pescados conocidos se conservan en los de pego. El propio elemento de estos ani males ha sido siempre el mar; en él nacen, viven, se multiplican y perecen. Las corrientes van amontonando los cadáveres y despojos, y así preparan materiales para formar montes, cuyos bancos quedan por lo comun horizontales, y siempre paralelos aun en las curvas. Parece pues cierto que los montes de reyno de Valencia se formáron en el fondo del mar, cuyas aguas cubriéron la superficie que habitamos.
En los que hoy dia exîsten se ven monumentos de otros que desapareciéron, y pruebas ciertas de haber sido mas elevados que los presentes. En lo alto del monte Pina se encuentran grandes moles de un hormigon, cuya naturalez es muy diversa de la del monte: esta es arenisco-gredosa, y la del hormigon es un agrega de de fregmentos de quarzo como almendras, parecidos á las chinas rodadas de los rios. Estos fragmentos suponen la descomposicion de montes mas elevados, cuyas piedras atenuadas por defecto de repetidos choques, se reuniéron por medio de cier to gluten, y, viniéron á formar grandes masas, que las aguas arrastráron en alguna época, quando los picos exîstentes hoy dia serian otros tantos puntos de la super ficie que desapareció ó se alteró con el tiempo.
Lo que nos queda de aquella enorme masa que salió del fondo de las aguas se puede distribuir en dos clases, esto es, en cerros redondeados, por lo comun de poca altura, y en los altos montes, cuyas cumbres peladas están llenas de surcos y recortes, é inmediatas á precipicios, muchas veces perpendiculares; efectos sin duda de alguna convulsion considerable, ó de violentos choques. Los cerros resultáron de lentas descomposiciones y otras causas ordinarias: son freqüentes los redondea dos entre los montes Bernia y punta de Aytana, en la hoyada de Xixona, y en los términos de Benisa, Chelva y Xérica: pudiéron formarse por las aguas que sucesivamente han ido lamiendo y arrastrando las partes ménos resistentes, abrien de surcos, y llenándolos despues con las tierras de otros cerros inmediatos que se descomponian; alterándose asi la forma, las alturas, el color y aun la calidad de la superficie de todos ellos. Vense cubiertos de marga por lo comun blanca, y al gunas veces de un roxo tostado, la qual penetra muchos pies hácia lo interior de los cerros que no son de yeso: allí se hallan pedruscos sin órden, como anegados en mucha tierra. No pocas veces quedan porciones de bancos, análogos sin duda á los que en otro tiempo formáron la masa destruida; y no es raro el encontrar capas de cantos rodados, cuyos intersticios ocupa una especie de cieno que debió correr con las aguas. Los cerros de yeso se ven muchas veces coronados de bancos de mármol, y si en sus faldas ó raices hay algunas fuentes, son ordinariamente de agua salada, de la qual resultan cristalizaciones de sal comun en las inmediacio nes de los arroyos.
Para alterar la forma primitiva de estos cerros, y aun para reducirlos á llanu ras y á tierra fértil, bastáron las causas ordinarias, esto es, la alternativa de humedad, calor, vientos, yelos y lluvias; pero para mudar el paralelismo de los montes, para desmoronar en breve sus empinadas puntas, y hacer en ellas cortes perpendicula res de muchísimas varas, fuéron indispensables causas extraordinarias, Los bancos de nuestros montes forman ángulos agudos con el horizonte, abiertos hácia el me diodia; las cuestas desde la raiz hasta la cumbre son suaves por el norte; los des peñaderos y cortes están casi siempre al mediodia ó al sudueste. Nada de esto se puede atribuir á pura casualidad, sino á poderosas causas. Sin duda produxéron este trastorno las aguas del mar en alguna violenta conmocion del globo. Si es di ficil señalar la causa que puso en movimiento las aguas, es cierto que la fuerza de ellas es incalculable, y que se conservan los efectos de violentas conmociones y de coques formidables.
No deben atribuirse á una misma causa los cortes, precipicios y pérdidas de Peñagolosa por exemplo, y los profundos barrancos de la Hoz en las montañas de Énguera, y los nombrados del Infern y Malafi junto al valle de Gallinera. Aquellosdebiéron hacerse en poco tiempo, aumentándose sobremanera ña veloci Dad y fuerza de la causa; pero los barrancos, los ángulos entrantes y salientes que en ellos se observan, y aun los desmoronamientos de sus altos muros, son efectos de una causa que empezó su obra muchos siglos hace, y aun la continúa en el dia. Quando el mar cubria nuestro reyno, sus aguas solas corriendo en varias di recciones; y despues quando el mar mudó de sitio, las repetidas y furiosas aveni das por los mismos cauces, parecen ser la verdadera causa de estos fenómenos. Así lo comprueba en otras partes la experiencia: en el Rincon de Ademúz, si guiendo el rio Ebrón hasta su confluencia con el Turia, se ven ángulos entrantes y salientes, freqüentes desmoronamientos, y un cauce cada dia mas profundo por donde se precipitan las aguas, siendo estas allí la única causa que trasformó y aun altera la superficie de aquel recinto. Estas son el principal agente que convier te los barrancos en llanuras, y que de nuevo abre en ellas profundos surcos, de xando en los ribazos señales del antiguo trabajo, y del órden en que se fuéron de positando los materiales.
Aunque comunmente es caliza la substancia de nuestros montes, se ven no obstante muchos de piedras arenisco-gredosas, mayormente hácia el norte del rey no, ya mezclados con otros marmóreos, ya encerrados entre cordilleras calizas. En los calizos se ven con freqüencia vetas espáticas, y ocres endurecidos de va rios colores. Entre los areniscos y de amoladeras se observan algunos sumamente duros, y otros al cotrario blandos, que se descomponen y reducen á tierras arci llosas, granugientas y ásperas al principio, las quales con el tiempo van adqui riendo suavidad. Los ángulos que forman con el horizonte las hojas ó delgadas capas de estas amoladeras, son siempre mayores que los que se observan en los bancos calizos, y en sus grientas se halla espato pesado y quarzo. En los montes de Ayodar y Pavias, y mucho mas en Eslida, que está en el centro de la cordi llera de Espadán, se halla cinabrio, cobre, hierro y cobalto, y en los inmediatos á segorbe hay minas de plomo. En los areniscos de Náquera, sumamente duros, se ven vetas de mas de quatro palmos de verdadero alabastro, cuyas faxas varían infinito en color, posicion y dibuxos. En los inmediatos á Planes, á Moixent y Ayodar se halla gran número de cristales, conocidos con el nombre de jacintos De Compostela.
Aunque en lo exterior de nuestros montes reyna cierta semejanza en la subs tancia, posicion y producciones, y aunque en todos caigan nieves y copiosas llu vias; con todo las fuentes en los del mediodia y poniente son freqëntes, y muy