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Oro y ébano/A Bogotá

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A Bogotá

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I

¡Oh!, mi ciudad querida, hoy tan lejana

y tan inaccesible a mi deseo

que, al destacarte en mi memoria, creo

que fuiste un sueño de mi edad temprana


Te evoco así como a quimera vana,

y al evocarte sin cesar, te veo

resplandecer ante el ardor febeo

sobre la gran quietud de la sabana.


Mas al ver que en ti van hora tras hora

sucumbiendo los seres que amé tanto

y que la tierra sin piedad devora,


Surges tras de la nube de mi llanto,

no como ayer, alegre y tentadora

sino como un inmenso camposanto.


II

¡Oh mi bella ciudad! Cómo en tu seno

vibró mi ser y aleteó mi rima

cuando en tu corazón hallé la cima

que asalta el rayo y que apostrofa el trueno.


Te poseí bajo tu azul sereno,

entre el halago dulce de tu clima,

y te ofrendé mi juventud opima

con tanto ahínco y con amor tan pleno,


que en las tinieblas de tus noches frías

y hasta en tus más recónditos rincones

deben sonar, cual ecos de otros días:


los sollozos de todas mis canciones,

los estruendos de todas mis orgías

y los gritos de todas mis pasiones.