Página:1891-Últimos escritos, Pedro Antonio de Alarcón.pdf/58

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¡Oh vergüenza! ¡Casi todos los pasajeros de nuestro buque, españoles en su mayoría, aprovecharon aquella larga arribada para tomar botes y encaminarse á Gibraltar, cuyas singularidades y encantos querían ver y acaso aplaudir! ¡Yo no entré entonces, ni he entrado nunca, en la plaza maldita! ¡Tres veces más he cruzado delante de ella; diez días estuve en una ocasión frente á sus muros, con motivo de otra borrasca, y jamás se me ha ocurrido la abominación de desembarcar pacíficamente en el territorio nacional ocupado por el extranjero! ¡Lo que siempre hice fué maldecir, como maldigo, á los moradores de las vecinas ciudades españolas que llevan provisiones al Peñón, que medran con tan execrable comercio, que no viven en continua resistencia pasiva contra el acto aleve que nos arrebató á Gibraltar y contra la ingratitud europea que no nos lo devolvió en el Congreso de Verona!

Harto conozco los inútiles, aunque heróicos, esfuerzos hechos en los reinados de Felipe V y del pundonoroso Carlos III