Página:1891-Últimos escritos, Pedro Antonio de Alarcón.pdf/57

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¡Veinticuatro horas, sí, estuvimos anclados en el puerto de Algeciras, aguardando á que fuera posible pasar del Mediterráneo al Océano! Montañas de agua habían sustituído á las que en otro tiempo debieron de enlazar á Ávila y Calpe y servir, por tanto, de puente entre África y España... ¡El Estrecho estaba cerrado otra vez por una barrera infranqueable, como antes de la titánica empresa de Hércules, del Lesseps de la fábula! Más claro: el estrecho había vuelto á ser istmo.

¡Ojalá hubiera sido aquel accidental fenómeno un hecho definitivo y cierto! ¡Ojalá nunca volviera aquella angostura á dar paso á naves procedentes de la mar atlántica; que así no volvería á entrar en el Mediterráneo, en el piélago latino y musulmán, la aborrecida bandera inglesa! ¡Así no seguiríamos viéndola tremolar en la abrupta peña que jamás dejaremos de considerar española, y en cuyo cerco y para cuyo asalto estaremos obligados siempre los hijos de los Fernandos y Alfonsos á derramar torrentes de sangre!