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la llamarada de la ira, en tanto que llega el día de la venganza!

Con que volvamos á nuestro viaje de 1853.—Mejorado el tiempo, y después de haber hecho por mi parte una visita de dos ó tres horas á la limpia y alegre ciudad de Algeciras, de anchas calles y graciosos edificios, mas donde será horroroso estar viendo á todas horas á Gibraltar cargado de cadenas, levamos anclas al día siguiente, y seguimos navegando hacia Cádiz.

No sin algún remordimiento, más pro- pio de la justicia en abstracto que de las inconsideradas alegrías del patriotismo, saludé el espectro de Ceuta, de aquella plaza marroquí ocupada por España; y en verdad os digo que, al ver alzarse, tan fortificada y adusta, entre las nieblas del Estrecho, la ciudad que tanta sangre inútil ha costado á los mahometanos, parecióme oir una especie de respuesta á mis imprecaciones contra Gibraltar... Pero dejé á los ciegos de África el cuidado de maldecirnos á los españoles, y me entregué á codiciosas ideas respecto