Página:1891-Últimos escritos, Pedro Antonio de Alarcón.pdf/67

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y volvió á encolerizarse más y más, según que avanzaba la tarde... Había, pues, cerrado ya la noche en un temporal deshecho, cuando descubrimos, entre las sombras de cielo y mar, una prodigiosa constelación de luces que se reflejaban en el agua y que parecían la iluminación de inmenso navío donde se diese nocturna fiesta...

¡Era Cádiz! ¡Era la taza de plata, que dicen todos los andaluces! ¡Era la perla de Andalucía, que dicen los ingleses! ¡Era la nereida de Occidente, que dijeron los antiguos griegos! ¡Era la ciudad más requebrada del mundo: aquélla que mereció á lord Byrón, en la Peregrinación de Childe Horold y en el Don Juan, tan extensos, lindos y sensuales piropos! «Tierra querida de Febo y del Dios del Amor»...; como la denomina el gran poeta, después de haber hablado largamente en uno y en otro libro de los encantos de las gaditanas, de las corridas de toros, de la mantilla española y del heroísmo de nuestros abuelos contra Napoleón; á lo cual habría podido añadir en otra obra