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VÍCTIMAS DEL CHIC.


III


Desde entonces se veía á Yolande más frecuentemente con Bozel que con su marido, lo que no se extrañaba, pues eso es cosa corriente, y ya se vitupere ó sirva de broma, á nadie daña, y si gusta á ciertas damas que el público vea esa galante asiduidad.

Los meses pasaban en los ruidosos placeres de ese circulo, que es preciso se vean ó se sepan, y que los diarios den cuenta de ellos para estar siempre en la escena mundana. Ya entre ellas, ya mi las demás fiestas de la alta sociedad, que lejos de desdeñarlas las llama y acoge como elemento elegante, pasaban los días y las noches, siempre con sus galanes, siempre con sus historias y siempre sin escrúpulos. Á veces tenían cenas, después de haber estado en pandilla en teatritos, ya en una, ya en otra casa en que, como elegantes madrigueras, ocultaban sus alegrías.

Á fuerza de andar entre lobos, Yolande acabó por aullar con ellos, y aun más que ellos, pues con el ardor de neófita mundana, afectaba de exceder á lo