B. PBft&Z GALÜÓS
Palacio el efecto de un par de palmadas en un
charco de rauas.
¿Y la Milicia qué hacía entonces? La Milicia, como la tropa de línea, ocupaba las calles -cercanas, desde la mayor hasta la plazuela de Santo Domingo, con objeto de estrechar en Palacio á los sublevados. Grande era el ardimiento de las fuerzas populares en la tarde y noche del 30; pero no quiso Dios que tuvieran ocasión de batirse. Ordenó el Capitán General, D. Pablo Morillo, que se retirasen tropa y Milicia; pero ésta se negó á soltar las armas mientras el agravio de aquel día no quedase vengado. Un ardid ingenioso, al cual la murmuración de aquellos tiempos dió el nefando nombre de pastel, resolvió la cuestión. Dióse orden á la Milicia de que marchase á la Puerta de Recoletos para municionarse, y este movimiento, á que los buenos patriotas no opusieron resistencia, permitió á la guardia sublevada retirarse tranquilamente á sus cuarteles, dejando un batallón en Palacio. Cuando esto ocurrió despuntaba en el horizonte el sol del 1.° de Julio, mes fecundo en revoluciones.
Y aquel sol trajo un día de estupor, de tristeza, de cruel ansiedad y duda. Los milicianos estaban en sus casas; pero disponían las armas. Los guardias no salían de sus cuarteles; pero sin cesar aclamaban al Rey neto. Hubo esperanzas de conciliación y esas tentativas de acomodamiento que no faltan nunca en casos de esta naturaleza. Gsnerales y políticos calentaron el famoso horno de que tanto hablaba El Zurriago) pero aquella vez el pastelón, tan