en ese titulado «Momento», cuya brevedad alada corresponde a lo tenue de una sensación indefinible: la idea se desvanece, casi no existe, los raros y diminutos versos sólo están ahí para sustentar un poco de penumbra interior.
Pero también ahora debemos añadir que la originalidad de Margarita Abella Caprile no es la originalidad buscada adrede. Como en el empleo de las palabras, ella es, en la revelación de su mundo interior, la verdad misma, ella es el artista que descubre una realidad espiritual.
Porque el arte es un descubrimiento de la propia alma. De ahí la magnífica paradoja de Oscar Wilde cuando escribió que el arte es la mentira... Sin duda, sí, en cuanto el arte significa desdén de la realidad inmediata, de la apariencia superficial. Su gracioso ingenio hizo encontrar, a Wilde, una manera de afirmar lo contrario de lo que sus palabras dicen, tomadas al pie de la letra. Su elogio de la mentira es el elogio de la verdad, pero de la verdad subjetiva, de la que no se paga de la primera y vulgar ilusión de los sentidos. Su mentira es la verdad que adoptan las cosas para los ojos artistas del espíritu. En este sentido, el poeta no es un mentiroso, sino al contrario, un intérprete fiel de las verdades superiores y un sacerdote austero de la divina Belleza, cuando no una fina sacerdotisa como Margarita Abella Caprile.
Yo pienso que en todas las antologías brillará un día este nombre bajo composiciones que derrama-