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Página:Abella Caprile Nieve.djvu/18

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No necesitaríamos referirnos a la originalidad idealista que alcanza el asunto poético de «Ascensión». En la imagen del vuelo mecánico que lleva al hombre hasta la serenidad de una atmósfera superior a las tempestades que rugen en las nubes, ella apoya la analogía de una ascensión puramente espiritual, el arribo del alma a una altura que la redime. Pero en ese punto, el alma no se goza con la ausencia de la corrupción y del dolor terrenos. Acogida por la divinidad, se hace divina, se llena de piedad, quiere redimir a su vez, redimir a los pobres seres que quedaron abajo. Y entonces, la idea del dístico fulgura:

 ¡Y semidioses del dolor humano
Al que quiera subir demos la mano!


Ella ni sabe que es mística. Y es así tanto, que en su misticismo no hay señal alguna de la religiosidad común.

Acaso la sencillez extrema, la falta de pompa verbal, la noble inocencia, por decir así, de ciertos recursos literarios, requieren el recogimiento del lector para sentir la íntegra belleza de esa composición. Sin embargo, en «Estoy sola», el esplendor de las imágenes arrastra en seguida a las alturas. En los primeros versos se experimenta, con una gradación creciente, la sensación del mundo y de las cosas que se diluyen en una especie de aniquilamiento. Y entonces... Escuchémosla: