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II
El por qué me lo dices, en realidad ignoro;
Tu «brin de jalousie» no tiene por qué ser;
Somos voces distintas de un solo, inmenso coro,
El coro de las almas hacia el Supremo Ser.
Somos cuerdas distintas en un arpa de oro;
Las ramas diferentes de un árbol al crecer,
De una savia bebemos el líquido tesoro,
Somos dos arreboles de un mismo amanecer.
Y el árbol que nos une, se levanta hasta el cielo;
Tú subes por un lado, yo por otro mi vuelo
Tiendo al azul divino, de límpido fulgor;
Y un día no lejano, se juntarán las ramas;
Tus hojas y mis hojas, cual plateadas escamas
Flotarán en las aguas de ese «mar superior».