aquellos iniciales ensayos, les envían una parte de su virtud artística; y entonces surge suavemente la intención pura que no pudo explicarse, se descubre la poesía de la hermosa alma, que pugnaba dificultosamente por subir hasta las formas soñadas y tomar existencia visible en las imágenes radiantes.
Yo he tenido la fortuna de advertir en los versos de Margarita Abella Caprile — esta singular criatura de diez y ocho años — el esplendor naciente de una obra poética que un dia impresionará sin duda extraordinariamente en todos los países del idioma español. Es verdad que no hago una profecía difícil, porque algunas de las composiciones de «Nieve...» alcanzan, íntegra, la realidad de una belleza en que ya sonríe el misterioso motivo.
Ya son sus versos como el rostro de un alma o como el milagro de una flor que viene perfumando antes de tiempo.
Diez y ocho años, y sin embargo saber enfrenar, con mano delicada, imágenes impetuosas y fuertes como esta de las grandes olas que ella describe en una inmensa vision del mar:
Mil bridones bebiéndose los vientos
Que asustados, piafantes, galoparan,
Que acortando su marcha por momentos,
Deteniéndose al fin se revolcaran.
Y todavía la fecha de la composición en que este pasaje figura, nos revela que la escribió dos años hace.