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regularmente tres cuartos de hora despues de ponerse el sol, era imposible distinguir el menor rayo de la luz zodiacal, y sin embargo la oscuridad era completa. Una hora despues de la prueba, aparecía de repente con gran brillo, entre Aldebaran y las Pleyades; el 18 de marzo tenia 39°5' de altura. De una y otra parte, cerca del horizonte, estendíanse pequeñas nubes prolongadas sobre un fondo amarillo; mas arriba, otras nubes matizaban el azul del cielo con sus cambios de color, ofreciendo un aspecto semejante al de una segunda puesta de sol. La claridad de la noche aumentaba entonces por aquella parte de la bóveda celeste, hasta igualarse casi á la del primer cuarto de luna. A las diez, la luz zodiacal era muy débil, y á media noche apenas se divisaba una huella en aquella parte de la mar del Sud. El 16 de marzo, cuando brillaba con mayor intensidad, se vislumbraba hacia el Oriente una débil reverberacion.» En nuestros climas del Norte, en esas regiones brumosas que se llaman templadas, muy al contrario sucede: la luz zodiacal no es visible de una manera clara sino hácia el principio de la primavera, despues del crepúsculo de la tarde, y sobre el horizonte occidental; y hácia el fin del otoño en el Oriente, antes del crepúsculo matutino.

Apenas se comprende que un fenómeno tan notable no ha ya llamado la atencion de los físicos y astrónomos hasta mediados del siglo XVII, y que haya pasado desapercibido tambien á los árabes, que hicieron observaciones tantas en el antiguo Bactriana, en las márgenes del Eufrates y en el mediodia de España. Por lo demás, no es menos sorprendente el tardío descubrimiento de las dos nebulosas Andrómeda y Orion, que Simon Mario y Huygens fueron los primeros á describir. En la Britannia Baconica de Childrey (91) de 1661, es donde se encuentra la primera descripcion bien clara de la luz zodiacal, no habiéndose hecho la pri-