Aunque estos enjambres de asteroides, de los cuales nos hemos ocupado largo tiempo como asunto de predileccion, se asemejan á los cometas por la pequeñez de sus masas y por la multiplicidad de sus órbitas, difieren, no obstante, de ellos, esencialmente, por el mero hecho de que no brillan ni son visibles para nosotros, sino hasta el momento en que atraviesan la esfera de accion de nuestro globo, Pero el estudio de estos metéoros, no completa todavía el cuadro de nuestro sistema planetario, tan complejo, tan rico en formas variadas, desde el descubrimiento de los planetas menores, de los cometas interiores de corto periodo y de los asteroides meteóricos; réstanos hablar del anillo de materia cósmica á que se atribuye la luz zodiacal, citada ya muchas veces en el transcurso de esta obra. Todo el que haya pasado años enteros en la zona de las palmeras, conservará toda su vida el dulce recuerdo de aquella pirámide de luz que ilumina una parte de las noches, siempre iguales, de los trópicos. De mí sé decir, que la he visto tan brillante como la via láctea en el Sagitario, no solamente sobre las cimas de los Andes, en las alturas de 3.000 ó 4.000 metros donde el aire es tan puro y tan raro, sino que tambien en las inmensas praderas (llanos) de Venezuela, y á orilla del mar bajo el cielo siempre sereno de Cumaná. Sin embargo, alguna vez proyéctase una pequeña nube sobre la luz zodiacal y contrasta de un modo pintoresco en el fondo luminoso del cielo, siendo entonces el fenómeno de gran belleza. Este juego atmosférico se halla apuntado en mi diario de viaje, desde Lima á la costa occidental de Méjico. «Hace tres ó cuatro noches (entre 10 y 14° de latitud septentrional) que apercibo la luz zodiacal con una magnificencia totalmente nueva para mí. Por el brillo de las estrellas y de las nebulosas, podria creerse que en esta parte del mar del Sud la transparencia de la atmósfera es extraordinaria. Desde el 14 al 19 de marzo,
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