ra mas que 9 dias y 9 noches»), Herschell estimaba que la luz emitida por las últimas nebulosas, visibles aun con su telescopio de cuarenta pies, debia emplear cerca de dos millones de años para llegar hasta nosotros (21). Así pues, ¡cuántos fenómenos habrán desaparecido mucho antes de ser percibidos por nuestros ojos! y ¡cuántos cambios que no vemos aun se habrán verificado ya de muy antiguo! Los fenómenos celestes no son simultáneos sino en apariencia; y aunque se disminuya tanto como se quiera la distancia á que se hallan de nosotros las débiles manchas de nebulosa, ó los grupos estrellados; aunque se reduzcan los miles de años que miden sus distancias, no por ello dejará de ser la luz que emitieron y que llega á nosotros hoy, en virtud de las leyes de la propagacion, el testimonio mas antiguo de la existencia de la materia. De esta manera es como la ciencia lleva al espíritu humano desde las premisas mas simples á las mas altas concepciones, y abre esos campos fecundados de luz «donde infinitos mundos germinan como la yerba de una noche (22).»
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Apariencia