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la actualidad. Si se considera la tierra como un verdadero iman, es preciso entonces atribuirle, segun la espresion de Federico Gauss, célebre fundador de una teoría general del magnetismo terrestre, la fuerza magnética de una barra imantada, de una libra de peso, por cada octavo de metro cúbico (45). Si es cierto que el hierro, el nikel y probablemente el cobalto (pero no el cromo (46) como por largo tiempo se ha creido), son las únicas sustancias que pueden conservar de una manera durable las propiedades magnéticas, en virtud de cierta fuerza coercitiva, no es menos cierto por otra parte, que todas las sustancias terrestres pueden llegar á ser pasageramente magnéticas, como lo prueba el magnetismo de rotacion de Arago y las corrientes de induccion de Faraday. El primero de estos dos físicos ilustres, ha demostrado que el agua, el hielo, (47) el vidrio, el carbon y el mercurio, ejercen alguna influencia en las oscilaciones de la aguja imantada; y apenas hay sustancia que no presente cierto grado de imantacion cuando sirve de conductor, es decir, cuando por ella atraviesa una corriente de electricidad.

Parece que los pueblos occidentales conocieron desde muy antiguo la fuerza de atraccion de los imanes naturales; y es por lo mismo hecho bien notable, que solo los pueblos de la estremidad oriental del Asia, los Chinos, conociesen la accion reguladora que el globo terrestre ejerce sobre la aguja imantada. Mas de mil años antes de nuestra era, en la época tan oscura de Codro y de la vuelta de los Heraclides al Peloponeso, los Chinos tenian ya balanzas magnéticas, uno de cuyos brazos llevaba una figura humana que indicaba constantemente el Sud; y se servian de esta brújula para caminar á través de las inmensas estepas de la Tartaria. Ya en el siglo III de nuestra era, es decir, setecientos años por lo menos antes de la introduccion de la brújula en los mares europeos, los barcos chinos navegaban