suceder que el volcan no produzca ningun fenómeno luminoso, y sí solo vapores de agua caliente que se escapan por las grietas: no siendo estraño encontrar en el área recalentada del cráter, montecillos de escorias á las cuales podemos aproximarnos sin peligro. En este último caso, es dado al geólogo viajero, entregarse sin temor al placer de ver en miniatura el espectáculo de una erupcion: masas de escorias inflamadas, arrojadas sin cesar por pequeños volcanes, caen sobre los lados de los montecillos, y cada esplosion se anuncia regularmente por un temblor de tierra puramente local. La lava sale algunas veces de las cavernas ó de los pozos que se forman en el mismo cráter; pero nunca llega á romper las paredes ni á esparcirse por encima de los bordes. Si tiene lugar entre tanto una ruptura en las laderas de la montaña, la lava sale entonces por ella, y la corriente ígnea sigue una direccion tal, que el fondo mismo del cráter propiamente dicho, no deja de ser accesible en la época de sus erupciones parciales. Para dar una idea exacta de estos fenómenos, tan frecuentemente desfigurados por narraciones fantásticas, hemos debido insistir en la descripcion de la forma y de la estructura normal de los montes ignivomos, cuidando sobre todo fijar el sentido de las palabras cráteres, volcanes, cono de erupcion, cuya vaguedad y diferentes acepciones han introducido tanta confusion en esta parte de la ciencia.
Les bordes del cráter están menos espuestos á variar de lo que á primera vista pudiera creerse, pues está demostrado por la comparacion de las medidas de Saussure con las mias, que en el espacio de cuarenta y nueve años (de 1773 á 1822), el borde del Vesubio situado hácia el Noroeste (Roca del Palo), ha conservado la misma altura sobre el nivel del mar, al menos dentro del límite de los errores de la observacion (19).
Los volcanes se elevan sobre la línea de las nieves per-