pétuas, como los de la cadena de los Andes, presentan fenómenos particulares. Las masas de nieve que los envuelven se derriten repentinamente durante las erupciones, y producen inundaciones poderosas, torrentes que arrastran en pos de sí pedazos de hielo y escorias humeantes. Estas nieves ejercen tambien una accion contínua durante el periodo de calma del volcan, por sus filtraciones incesantes en las rocas de traquito. Las cavernas que se hallan en las laderas de la montaña ó en su base, se transforman poco á poco en receptáculos subterráneos que se comunican por estrechos canales con los arroyos alpinos de la meseta de Quito. Los peces de estos arroyos se multiplican preferentemente en las tinieblas de las cavernas; y cuando las sacudidas que preceden siempre á las erupciones de las cordilleras quebrantan la masa entera del volcan, las bóvedas subterráneas, abriéndose de repente, vomitan á la vez agua, peces y fango tobáceo. A este singular fenómeno deben los habitantes de las llanuras de Quito, el conocimiento del pececillo Pimelodes Cyclopum, que ellos llaman Preñadilla (20). En la noche del 19 al 20 de junio de 1698, el vértice del monte Carguairazo de 600 metros de altura, se hundió súbitamente, escepto dos enormes pilares, últimos vestigios del antiguo cráter, dejando estéril una estension próximamente de siete leguas cuadradas, y toda ella cubierta de toba desleida y limo arcilloso (lodazales) cuajada de peces muertos. Las fiebres perniciosas que se declararon siete años despues en la ciudad de Ibarra, al norte de Quito, fueron atribuidas á la putrefaccion de un gran número de peces muertos que el volcan Imbabaru habia arrojado.
Como los fangos y las aguas no salen del cráter mismo, sino de las cavernas que existen en la masa traquítica de la montaña, su aparicion no es un fenómeno volcánico en el sentido estricto de la palabra, y solo se refiere de una manera indirecta á la erupcion del volcan. Podria decirse otro