dimentarias, la superficie de nuestro planeta se compondría de capas horizontales, regularmente dispuestas las unas sobre las otras. Desprovista en tal suposicion de las cordilleras de montañas, cuyas vertientes reflejan, por decirlo así, desde la base hasta el vértice y merced á la graduacion pintoresca de las especies vegetales, la escala de las temperaturas decrecientes de la atmósfera, apenas la superficie de los continentes ofreceria mas desigualdades que tal cual torrentera ó montecillo formado por la acumulacion de algunos detritos, productos insignificantes de la fuerza de erosion y de transporte de masas corrientes de agua dulce; del uno al otro polo la superficie monótona de la tierra presentaria el triste espectáculo de las llanuras de la América del Sud, ó de las estepas del Asia Septentrional, y veríamos por doquiera la bóveda celeste descansando inmediatamente sobre las llanuras, y á los astros saliendo de un horizonte uniforme, como del seno de un mar sin orillas. Pero ni aun el mundo primitivo ha presentado por todas partes este aspecto, ó por lo menos el estado de cosas que acabamos de describir no ha podido ser duradero, porque en todas las épocas las fuerzas subterráneas han obrado para modificarle.
Los terrenos de sedimento han sido precipitados del seno de las aguas, ó simplemente depositados, segun que su materia constitutiva, el calcáreo ó el esquisto arcilloso, se encontraba químicamente disuelta en el medio líquido, ó en estado de mezcla ó de suspension. Cuando llegan á precipitarse las tierras disueltas en el agua, merced á un esceso de ácido carbónico, su descenso y su acumulacion en capas están esclusivamente arregladas por las leyes ordinarias de la mecánica. Observacion que no deja de tener importancia para el estudio del hundimiento de los cuerpos orgánicos en las capas calcáreas en que se efectúa la petrificacion. Es probable que los mas antiguos sedimentos de los terrenos de