lativamente á la figura y estension actual de los continentes, en el sentido horizontal. Hemos reunido los hechos y puesto de relieve algunas analogías esteriores entre regiones lejanas, sin que pretendamos por ello haber fijado las leyes de la forma general de la Tierra. Cuando un viajero examina las eminencias partidas que se producen con bastante frecuencia al pié de ciertos volcanes activos, como el Vesubio, por ejemplo; cuando vé variar el nivel del suelo algunos piés, antes ó despues de las erupciones, y formar un vuelo semejante á un techo ó una eminencia aplanada, no tarda en reconocer que basta la mas insignificante variacion en la intensidad de las fuerzas subterráneas, ó en la resistencia que les opone el terreno, para que las partes levantadas afecten tal ó cual configuracion, tal ó cual direccion completamente diferente. Pues de igual manera, cualquier débil perturbacion ocurrida en el equilibrio de las fuerzas interiores de nuestro planeta, habrá determinado una reaccion mas enérgica de las motoras contra una parte de la costra terrestre, que contra la parte opuesta, y no habrá sido menester mas para que estas fuerzas levantaran en el hemisferio occidental un continente compacto con un eje casi paralelo al ecuador, y hecho salir de las aguas en un mismo meridiano del hemisferio oriental, una banda estrecha de tierras que abandona á las aguas mas de la mitad de esta parte del globo.
A pesar de tales analogías y contrastes, no es permitido á la ciencia escrutar profundamente los grandes fenómenos que han debido presidir al nacimiento de los continentes. Lo que sabemos se reduce á lo siguiente: la causa productora es una fuerza subterránea; los continentes no se han formado de una vez, tales como existen hoy, antes bien remóntase su orígen, como indicamos mas arriba, á la época silúrica (separacion neptuniana), y su formacion ocupa los períodos sucesivos hasta los terrenos terciarios, habiéndose