sobre todo por Agassiz, cuya perseverancia é intrepidez esceden á toda ponderacion.
Conocemos ya el límite inferior de las nieves perpétuas; en cuanto á su límite superior, nada hemos de decir, por que aun las cimas mas altas de las montañas no llegan, ni con mucho, á las capas de aire enrarecido que, segun la verosímil opinion de Bougner, no contienen ya vapor vesicular capaz de producir cristales de hielo por vía de enfriamiento, ni de tomar de tal modo una forma visible.
El límite inferior de las nieves no es solamente una funcion de latitud geográfica y de la temperatura media anual del lugar en que se encuentran aquellas, porque ni en el Ecuador ni aun en la misma zona tropical es donde este límite llega á su mayor altura sobre el nivel del mar, como se ha creido por mucho tiempo; el fenómeno de que se trata es en general un efecto muy complejo de la temperatura, del estado higrométrico y de la forma de las montañas; y si le sometemos á una análisis todavía mas minuciosa que permiten hoy las últimas observaciones (1), reconoceremos que depende del concurso de un gran número de causas, tales como la diferencia de las temperaturas propias de cada estacion; la direccion de los vientos reinantes y su contacto con el mar ó con la tierra; el grado habitual de sequedad ó de humedad de las capas superiores de la atmósfera; el espesor absoluto de la masa de nieve, caida ó acumulada; la relacion entre la altura del límite inferior de las nieves y la altura total de la montaña; la situacion relativa de esta última en la cadena de que forme parte; una gran escarpadura de las vertientes; la proximidad de otras cimas igualmente cubiertas de nieve perpétua; la estension y la altura absoluta de las llanuras en cuyo seno se eleva la nevada cima como un pico aislado, ó sobre el flanco de una cadena de montañas; y finalmente, la situacion de estos llanos á orillas del mar ó en el interior de los continentes, y el estar