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1664. p. 44). «sub horum lapidum ponderibus; ni dicere velimus, lunam terram alteram, sive mundum esse, ex cujus montibus divisa frusta in inferiorem nostrum hunc orbem delabantur.» Olbers, que ignoraba estas hipótesis, se ocupó desde 1795, despues de la célebre caida de aerolitos de Siena (16 junio 1794), en calcular la velocidad que deberia animar á una masa lanzada desde la Luna para llegar á la Tierra. Este problema de balística preocupó diez ó doce años despues á los geómetras Laplace, Biot, Brandes y Poisson. La opinion muy admitida en aquella época, y hoy abandonada, de que existian volcanes muy activos en la Luna, inducia al público á confundir dos cosas muy diferentes á saber: la posibilidad bajo el punto de vista matemático, y la verosimilitud bajo el punto de vista físico. Olbers, Brandes y Chladni creyeron encontrar «en la velocidad relativa de 3 á 6 miriámetros por segundo, de que los bólides y estrellas errantes están animados cuando penetran en nuestra atmósfera,» un argumento decisivo contra el origen selenítico de estos meteoros. Para que las piedras lanzadas de la Luna puedan llegar á la Tierra, es necesario, segun Olbers, que estén animadas de una velocidad inicial de 2527 metros por segundo. (Laplace habia hallado 2396 m.; Biot, 2524; Poisson, 2314). Laplace considera esta velocidad inicial como siendo solamente 3 ó 6 veces mayor que la de una bala de canon á su salida de la pieza; pero Olbers ha hecho ver «que si las piedras meteóricas fueran arrojadas de la Luna con una velocidad inicial de 2300 á 2600 m. llegarian á la tierra animadas de una velocidad que seria solo de 1,14 miriámetros por segundo. Pero como la velocidad observada es realmente de 3,70 miriámetros por término medio, la velocidad de proyeccion inicial en la superficie de la Luna debería ser de 35700 m. próximamente, 15 veces mayor por lo tanto que la supuesta por Laplace.» (Olbers, en el Schumamacher's Jahrbuch, 1837, p. 52-58, y en el Neues Physik, Worterhuch de Gehler, t. VI, 3.ª parte, p. 2129-2136. Sin embargo, es preciso convenir en que si la hipótesis de los volcanes lunares fuese hoy aun admisible, la falta de atmósfera daria á estos volcanes una notable ventaja sobre los de la Tierra con relacion á la fuerza de proyeccion; pero con respecto á esto, carecemos de datos exactos aun para nuestros volcanes y todo induce á creer que su fuerza de proyeccion ha sido notablemente exagerada. El doctor Peters, que observó y midió con escrupulosa exactitud todos los fenómenos del Etna, halló que la velocidad máxima de las piedras arrojadas por su cráter era solo de 81 m. por segundo. Otras observaciones hechas en el Pico de Tenerife en 1798, dieron 975 m. Si Laplace, al hablar de las piedras meteóricas al final de la Expos. du Syst. du monde (edicion de 1824, p. 339), dice con inteligente reserva que «segun lo mas verosímil provienen de las profundidades del espacio celeste»», se le ve en otro lugar sin embargo (cap. IV, p. 233) volver á la hipótesis selenítica con cierta predileccion (sin duda no debia conocer la enorme