el movimiento ascendente debería ser el mas marcado. Convendria que este fenómeno curioso, donde se ha visto el efecto de la fundicion de los hielos en el noroeste de Europa, pudiera ser estudiado simultáneamente en puntos muy distantes, en América, por ejemplo, y en el hemisferio austral. Cf el Bull. de l'Acad. imp. de Saint-Petershourg, 1843, t. I, n.°4.
^(87) Pág. 119.—Plutarco. Lysandro, c. 22. Segun la narracion de Damachus (Daïmachos) se ha visto durante setenta dias consecutivos, una nube inflamada arrojar chispas que se asemejaban á estrellas errantes, descender despues y lanzar por último la piedra de Ægos-Potamos, «que solo formaba una porcion insignificante de la nube.» Esta narracion es inverosímil; puesto que de ella resultaría que el bólide ha debido moverse durante setenta dias en el mismo sentido y con la misma velocidad que la tierra, circunstancia á la cual solo obedeció durante un corto número de minutos, el bólide del 19 de julio de 1686 descrito por Halley. Por lo demás, este Daïmachos, el escritor, (περί ευρεβειας) podría ser muy bien el Daïmachos de Platea, que Seleuco envió á las Indias al hijo de Androcoto y que Strabon (p. 70, Casaub.) presenta como un «gran narrador de fábulas»; otro trozo de Plutarco Parall. de Solon, et de Public. c. 4, induciría á pensarlo. Sea como fuere, aquí solo se trata de la narracion muy tardía de un autor que escribía en Tracia, siglo y medio despues de la caída del célebre Aerolito, y cuya veracidad ha parecido suspecta á Plutarco.
^(88) Pág. 120.—Stob., ed. Heeren, l. I. c. 25, p. 508; Plutarco, de Plac. philos., l. II, c. 13.
^(89) Pág. 120.— El trozo notable de Plutarco (de Plac. philos., l. II, c. 13) está concebido en estos términos; «Anaxágoras demuestra que el éter ambiente es de naturaleza ígnea; por la fuerza de su movimiento giratorio, arranca pedazos de piedras, los pone incandescentes y los transforma en estrellas.» Parece que el filósofo de Clazomena, esplicaba tambien por un efecto análogo del movimiento general de rotacion, la caida del leon de Nemea, que una antigua tradicion hacía caer de la Luna sobre el Peloponeso (Elien., l. XII, c. 7; Plutarco, de Facie in orbe Luna, c. 24; Schol. ex Cod. Paris in Apoll. Argon., l. I, p. 498, ed Schœf.; t. II, p. 40; Meineke, Annal. Alex., 1843, p. 85). Antes teníamos piedras de la luna, ahora tenemos un animal caido de la luna. Segun la ingeniosa observacion de Bœckh, este antiguo mito del leon lunario de Nemea, tiene un origen astronómico, y en la cronología se halla en relacion simbólica con el ciclo de intercalacion del año lunar, con el culto de la Luna en Nemea, y los fuegos que le acompañaban.