teros la altura meridiana, y las relaciones de distancia de las estrellas; que busca un cometa telescópico en un grupo de pequeñas nebulosas, no siente la imaginacion (y esta es la garantía misma de la precision de su trabajo) mas conmovida, que el botánico que cuenta las divisiones del cáliz, el número de los estambres, los diente, ya libres, ya unidos, del anillo que rodea la cápsula de musgo. Sin embargo, las medidas multiplicadas de ángulos por una parte, y de otra las relaciones del detalle de la organizacion, preparan el camino á importantes cálculos sobre la física general.
Es preciso distinguir entre las disposiciones del alma del observador, en tanto que observa, y el engrandecimiento ulterior de miras, que es el fruto de la investigacion y del trabajo del pensamiento. Cuando los físicos miden con admirable sagacidad las ondas luminosas de desigual longitud que se refuerzan ó se destruyen por interferencia, aun en sus acciones químicas; cuando el astrónomo armado de poderosos telescopios penetra en los espacios celestes, contempla las lunas de Urano en los últimos límites de nuestro sistema solar, y descompone débiles puntos brillantes en estrellas dobles desigualmente coloreadas; cuando los botánicos ven reproducirse la constancia del movimiento giratorio del chara en la mayor parte de las celdas vegetales, y reconocen el íntimo enlace de las formas orgánicas por géneros y por familias naturales, la bóveda celeste sembrada de nebulosas y de estrellas, el rico manto de vegetales que cubre el suelo en el clima de las palmeras, no pueden dejar de inspirar á esos observadores laboriosos una impresion mas imponente y mas digna de la magestad de la creacion que á aquellos otros cuya alma no está acostumbrada á recojer las grandes relaciones que ligan á los fenómenos entre sí. No puedo por consiguiente estar de acuerdo con Burke, cuando, en una