noa de comparacion legados por la historia de los cielos.
No deben confundirse las manchas nebulosas propiamente dichas, de formas tan variadas, y diferente brillo, cuya materia sin cesar concentrada acabará quizás por condensarse en estrellas, ni tampoco las nebulosas planetarias, que emiten desde todos los puntos de sus discos un tanto ovalados una luz suave y uniforme, con las llamadas estrellas nebulosas. No se trata aquí de un efecto de proyeccion puramente fortuito, antes al contrario la materia fosforescente, la nebulosidad, forma un todo con la estrella á que rodea. A juzgar por su diámetro aparente, generalmente considerable, y por la distancia á que brillan las nebulosas planetarias y las estrellas nebulosas, estas dos variedades deben tener enormes dimensiones. Resulta de nuevas consideraciones estremadamente ingeniosas acerca de los diversos efectos que puede producir el alejamiento en el brillo de un disco luminoso de diámetro apreciable y en el de un punto aislado, que las nebulosas planetarias son probablemente estrellas nebulosas, en las cuales toda diferencia de brillo entre la estrella central y la atmósfera que la rodea ha desaparecido, aun para la vista auxiliada de los mas poderosos telescopios.
Las magníficas zonas del cielo austral comprendidas entre los paralelos de los grados 50 y 80, son las mas ricas en estrellas nebulosas y en conjuntos de nebulosidades irreductibles. De las dos nubes magallánicas que giran alrededor del polo austral, de ese polo tan pobre en estrellas que asemeja comarca devastada, la mayor parece ser, segun investigaciones recientes (32) «una sorprendente aglomeracion de masas esféricas de estrellas mayores ó menores, y de nebulosas irreductibles, cuyo brillo general ilumina el campo de la vision y forma como el fondo del cuadro.» El aspecto de estas nubes, la brillante constelacion del navío Argos, la via láctea que se estiende entre el Escorpion, el