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mático de Pitágoras y de sus discípulos, en sus consideraciones sobre el número y la forma, descúbrese, por el contrario, una filosofía de la medida y de la armonía. Aplicada esta escuela á buscar por todas partes el elemento numérico tiene (por una especie de predileccion hácia las relaciones matemáticas que ha podido recoger en el espacio y en el tiempo), fijó, por decirlo así, la hase sobre que debian levantarse nuestras ciencias esperimentales. La historia de la Contemplacion del Mundo, tal como yo la comprendo, no se detiene tanto en pintar las frecuentes oscila ciones entre la verdad y el error, cuanto los pasos decisivos que se han dado en la senda de la verdad, y los felices esfuerzos intentados para considerar en su verdadera luz las fuerzas terrestres y el sistema planetario. Ella nos demuestra que sí Platon y Aristóteles se representaban la Tierra sin rotacion ni revolucion, y como suspendida en su inmovilidad en medio del mundo, la escuela de Pitágoras, segun Filolao de Crotona, aunque no sospechase la rotacion de la tierra, enseñaba al menos el movimiento circular que describe en torno del /uco del mundo ó fuego central (Hestia). Hicetas de Siracusa, que se remonta por lo menos mas allá de Teofrasto, Heradides de Ponto, y Ecfanto, conocian la rotacion de la tierra; pero Aristarco de Samos, y sobre todo Seleuco de Babilonia, fueron los primeros que siglo y medio despues de Alejandro combinaron el movimiento de la tierra sobre sí misma, con la órbita que traza alrededor del sol, como centro de todo el sistema planetario. Si la creencia en la inmovilidad del globo reapareció en los tenebrosos tiempos de la edad media, merced al fanatismo cristiano y á la influencia dominante del sistema de Tolomeo; y si ya en el siglo VI de nuestra era Cosmas Indopleustes habia recurrido al disco de Tales, para dar uña idea de laforma de la tierra, es justo decir tambien que cerca de cien años antes de Copérnico, el cardenal aleman Nico-