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—y esplendor á aquel acontecimiento por donde quiera que la lengua griega se hallaba estendida en el Mediterráneo. Veíanse por primera vez, del otro lado de las columnas de Hércules (llamadas en un principio columnas de Briareo, de Egeon y de Cronos), á la estremidad occidental de la tierra, en el camino del Eliseo y de las Hespérides, aquellas aguas primitivas del Ucéano que rodeaban la tierra (70), y de las cuales se queria aun, en esta época hacer provenir todos los rios.

En las márgenes del l aso, habian encontrado los navegantes una ribera que cerraba el Ponto-Euxino, imaginando que mas allá solo existia el Estanque del Sol. Al Sud de Gales y de Tarteso, descansaba la vista libremente por el infinito; circunstancia que ha dado durante 1500 años una importancia particular á la puerta del mar Mediterráneo. Dispuestos siempre á ir mas allá, los pueblos navegantes, tales como los Fenicios, los Griegos, los Arabes, los Catalanes, los Marllorquines, los Franceses de Dieppe y de la Rochela, los Genoveses, los Venecianos, los Portugueses y los Españoles, se esforzaron sucesivamente por avanzar en el Océano Atlántico, que por mucho tiempo se tuvo por un mar tenebroso (mare tenebrosum), lleno de limo y de bancos de arena, hasta que partiendo de las Canarias ó de las Azores, tocaron de estacion en estacion, en el nuevo continente á que ya los Normandos habian llegado por otro camino.

Mientras que Alejandro penetraba en las comarcas apartadas del Oriente, ciertas consideraciones sobre la forma de la tierra llevaron ya al filósofo de Estagira á sospechar la proximidad del estrecho de Gades y de las Indias (71). Estrabon llegó hasta suponer que en el hemisferio Norte, quizás bajo el paralelo del estrecho de (tades, de la isla de Rodas y del país de Tina, podian

existir, entre las costas occidentales de Europa y las orienTOMO