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los Arabes la antigiiedad, habian permanecido siempre estraños á todo lo que depende de los efectos brillantes del lenguaje. No estaban familiarizados mas que con un corto número de escritores antiguos, y debieron escoger, segun su predileccion decidida por el estudio de la Naturaleza, los escritos físicos de Aristóteles, el Almagesto de Tolomeo, la Botánica y la Química de Dioscórides, ylas fantasías cosmológicas de Platon. La dialéctica aristotélica se unió fraternalmente á la Física entre los Arabes, como antes en la Edad media cristiana se habia asociado con la Teología. Tomábase de los antiguos todo cuanto pudiera prestarse á aplicaciones particulares; pero estábase mu y lejos de abarcar en su conjunto el helenismo, de penetrar en la estructura orgánica de la lengua griega, de sentir las creaciones poéticas y gozar de los maravillosos tesoros nacidos en el campo de la elocuencia y de la historia.

Verdad es que cerca de dos siglos antes del Petrarca y de Boccacio, Juan de Salisbury y el platónico Abelardo habian facilitado el conocimiento de algunas obras de la antigúedad. Los dos apreciaban el mérito de escritos en que se unian armónicamente la libertad y la medida, la naturaleza y el arte; pero este sentimiento estético se estinguló con ellos sin dejar huella alguna. A Boccacio y Petrarca, dos poetas ligados por una profunda amistad, pertenece propiamente la gloria de haber preparado en Italia un seguro refugio á las musas desterradas de la Grrecia, y de haber apresurado el renacimiento de la literatura clásica. Barlaam, monge de Calabria, que habia vivido mucho tiempo en Grecia favorecido por el emperador Andronico, fuee] maestro de los dos (47). Dieron ambos ejemplo de recoger cuidadosamente los manuscritos griegos y latinos. Petrarca llegó hasta tener el sentimiento de la ciencia histórica y comparativa de laslenguas (18), utilizando su penetraciones filológica en engrandecer á su modo la Contemplacion del