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sido preparada por lainfluencia que ejercieron del siglo XII al XV en Italia Andelone del Nero y el corrector de las Tablas Alfonsinas, Juan Bianchini, y en Alemania Nicolás de Cusa (63), Jorge de Penerbach y Regiomontano. Los astrolabios, destinados á marcar en un elemento siempre móvil, la medida del tiempo y la latitud geográfica por medio de las alturas meridianas, sufrieron sucesivos mejoramientos desde el astrolablo de los pilotos de Mallorca, que Raimundo Lulio describia en 1295 en su Arte de Naregar (64), hasta el que Martin Behem estableció en Lisboa en 1484, y que quizás no era sino el metereóscopo de su amigo Regiomontano, reducido á una mas sencilla composicion. Cuando el infante Enrique, duque de Viseo, fundó en Sagres una academia de pilotos, fue nombrado su dlrector el maestro Santiago de Mallorca. Martin Behem habia recibido del rey de Portugal, Juan II, la órden de calcular una tabla de las inclinaciones del Sol y enseñar á los pilotos á guiarse «segun las alturas del Sol y de las estrellas.» No se sabe á punto fijo si ya á fines del siglo XV se conocia que la guíndola proporciona los medios de pre-' cisar la velocidad del buque, como la brújula determina su direccion. Es cierto, sin embargo, que Pigafetta, compañefo de Magallanes, habla de la guíndola (la catena á poppa) como de un medio conocido desde muchc tiempo para medir la longitud del camino recorrido (69).

No debemos pasar en silencio la influencia que la civilizacion árabe y las escuelas astronómicas de Córdova, Sevilla y Granada tuvieron sobre el desarrollo de la marina en España y en Portugal. Imitábanse en pequeño los grandes instrumentos de las escuelas de Bagdad y del Cairo, tomándose tambien sus antiguos nombres. El del astrolabio que Martin Behem fijaba en el palo ma yor del buque, pertenece originariamente á Hiparco. Cuando Vasco de Gama arribó á la costa oriental de Africa, encontró.