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ya que entre los poetas que ilustraron el reimado de Au— gusto es de los pocos que, felizmente estraños á la erudicion alejandrina, y aficionados á la vida del campo, sen— sibles y sencillos por consiguiente, bebieron en sí mismos sus Inspiraciones. Sus elegias deben considerarse, á la verdad, como cuadros de costumbres en los cuales el palsaje está relegado al último término; pero la consagración de los campos y la sesta composicion del libro primero demuestran lo que hubiera podido esperarse del amigo de Horacio y de Messala (31).

Lucano, nieto del retórico M. Anneo Séneca, se ase— meja mucho á él por el adorno oratorio de su estilo; ha pintado, sin embargo, con rasgos admirables de sorprendente verdad, la destruccion del bosque de los Druidas en la ribera, hoy asolada, de Marsella (32). Las encinas al caer se apoyan entre sí y sostienen en equilibrio; despojadas de sushojas, dejan que penetre por vez primera un rayo de sol en aquellasanta y sombría oscuridad. Cuantos hayan vivido por algun tiempo en los bosques del Nuevo-Mundo, comprenderán lo felizmente que ha pintado el poeta en pocas palabras el lujo de aquella poderosa vegetacion, cuyos restos gigantescos se hallan aun sepultados en algunoshomagueros dela Francia (33). Lucilio Junior, amigo de Sénecael filósofo, ha representado tambien con exactitud la erupcionde un volcan, en su poema didáctico de el Ktua, si bien ha prescindido de ciertos detalles circunstanciados, que son los que únicamente dan originalidad á semejantes descripciones. En este concepto, su poema es muy inferior al diálogo sobre el Etua de Bembo, obra de su juventud, y que ya hemos señalado en otro lugar (34).

Cuando agotada al cabo la inspiracion desde mediados del siglo VI, no puede ya sostener las grandiosas y nobles formas de la poesía, el arte de los versos, despojado