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alrededor de la llama que da vida 4 todo nuestro sistema planetario, es una conjetura de que no cabe ocuparse desde que Bieckh publicó sus concluyentes investigaciones sobre este asunto.

La revolucion científica que Nicolás Copérnico produjo, ha tenido la rara fortuna, si esceptuamos la corta suspension que ocasionó la hipótesis retrógrada de Tycho, de haber tendido constantemente al objeto, es decir, hácia el des— cubrimiento de la verdadera estructura del Mundo. El rico conjunto de observaciones exactas que suministró el mismo Tycho, ardiente adversario de Copérnico, ha servido tambien para descubrir esas leyes eternas del sistema planetario que han dado mas tarde al nombre de Keplero imperecedero hrillo, y que, interpretadas y demostradas por Newton, pasaron teóricamente, y como un resultado necesario, á la esfera luminosa del pensamiento, fundando el conocimiento racional de la Naturaleza. Háse dicho ingeniosamente, aunque quizás sin hacer todavía bastante justicia al libre genio que ha creado por sus propias fuerzas la teoría de la gravitación: «Keplero ha escrito un Código y Newton El Espiritu de las Leyes» (35). |

Las alegorías poéticas de que han sembrado sus cuadros del Mundo Pitágoras y Platon, alegorías variables como la fantasía que las dió nacimiento (36), se reflejan en parte todavía en los escritos de Keplero, reanimando y dando mayor serenidad á su alma ordinariamente sombría, aunque sin apartarle del objeto sério que perseguia y que logró doce años antes de su muerte, en la memorable noche del 15 de mayo"de 1618 (37). Copérnico habia dado, por medio de la rotacion diurna de la Tierra, una esplicacion satisfactoria del movimiento aparente de las estrellas fijas; por la revolucion anual de la Tierra alrededor del Sol, ha bia resuelto tambien el problema de los movimientos aparentes mas notables de los planetas (estaciones y retrogra-