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sobre las sustancias diamagnéticas, han venido á confirmar este importante resultado, subordinándole sin embargo á ciertas condiciones, ya en la direccion meridiana ó ecuatorial, ya en el estado sólido, líquido ó gaseoso de los cuerpos. Gilbert tenia una idea tan clara de la distribucion del magnetismo terrestre, que atribuia ya á esta influencia el estado magnético de las barras de hierro colocadas en for— ma de cruz sobre las antiguas torres de las ¡olesias (12).

A pesar de la creciente actividad de la navegacion hasta en las latitudes mas remotas, á pesar del perfeccionamiento de los instrumentos magnéticos, á que habia que añadir desde el año 1576 la aguja deinclinacion (+c/matorium) construida por Roberto Norman de Rateliffe, hasta entrado el siglo XVII no comenzó á generalizarse el conocimiento de la desviacion regular de una parte de las curvas magnéticas, es decir, de las líneas sim declinación. La situacion del ecuador magnético, largo tiempo tenido por del Ecuador geográfico, no fue objeto de investigacion alguna. En algunas ciudades solamente del Oeste y del Me— diodía de la Europa, hiciéronse observaciones sobre la inclinacion. En cuanto á la intensidad del magnetismo terrestre, igualmente variable segun los lugares y los tiempos, Graham intentó, es cierto, medirla en Lóndresen 1723 por las oscilaciones de la aguja imantada; pero esta esperiencia era incompleta y fue seguida de otro no menos estéril, hecha por Dorda en 1776, en su último viaje á las islas Canarias. En definitiva, á Lamanon pertenece el honor de haber comparado el primero en la espedicion de la Perouse en 1785 la intensidad del magnetismo terrestre bajo zonas diferentes.

Tomando por base la gran copia de observaciones sobre la declinacion hechas ya por Baffiin, Hudson, James Hall y Schouten, aunque no todas tuvieran el mismo valor, Edmond Halley echó en 1683 los cimientos de su teoría de