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vinidad por la entusiasta contemplación de la Naturaleza; puede decirsetambien que en el primitivo fervor de lanueva fé, £ la admiracion acompañaba siempre el desprecio hácia las obras humanas. Crisóstomo repite en mil pasajes: «Cuando veas un magnífico monumento, y teencante el espectáculo de una larga columnata, dirige en seguida tus miradas hácia la bóveda del cielo, y áloscampos libres donde pacen los rebaños cerca de lasorillas del mar. ¿(Juién no despreciaria todas las obras del arte, cuando en la calma de su corazon admira lasalida del sol derramando sobre la tierra una luz dorada, cuando á la orilla de una fuente, recostado sobre la espesa yerba ó á la sombra de poblados árboles dilata 4 lo lejos su mirada que se pierde en la oscuridad (20)? La ciudad de Antioquía estaba en aquella época rodeada de ermitas, y en una de ellas vivia Crisóstomo. Parecia que la elocuencia, vigorizada por la fuente de la Naturaleza, habia vuelto á encontrar su elemento, la libertad, en las feraces y montañosas comarcas de la Siria y del Asia menor.

Cuando mas adelante, en tiempos opuestos á toda dv1lizacion, se estendió el cristianismo entre las razas germánicas y celtas, queno conocian hasta entonces otra religion que lade la Naturaleza, honrando bajo símbolos groseros las fuerzas conservadoras ó destructoras del Universo, el íntimo comercio con la Naturaleza y el estudio de sus misteriosas eyes, llegaron fácilmente 4 hacerse sospechosos de brujería. El conocimiento del mundo esterior pareció entonces tan peligroso, como lo fuera el cultivo de las artes plásticas en tiempo de Tertuliano, de Clemente de Alejandría y de casi todos los antiguos Padres. En los siglos XII y XIII, los concilios de Tours (1169) y de París (1209) prohibieron á los frailes la culpable lectura de las obrasde física (51). Alberto el Grande y Rogerio Bacon fueron los primeros que rompieron con verdadero valor las trabas del entendimiento

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