Página:Alternativa Feminista 1.djvu/30

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1 eme ei amor ae una mujer mas que el od:0 ae un hombre. (Sócrates)



nismo... ¿Todo revuelto? No, por cierto, pero a muchos varones progres se le pa- reció. El asunto resultó inquietante. De mejor o peor grado, los varones progres estábamos dispuestos a compartir lo masculino con las chicas, pero ¿qué era eso de lo femenino?

He aquí, pues, que irrumpe “lo feme- nino” como algo que las mujeres al pa- Tecer no sólo son sino que quieren ser, después de hacer aquello que se lla-

ma “liberarse”.

El asunto, curiosamente, pareció pe- or a algunas mujeres. ¿Una reacciona- riada? ¿Una vuelta atrás en el camino de la emancipación? Lo del clítoris fue bien acogido, pero lo del bordado y la di- ierencia en general, eso ya no. De exis- tir un movimiento crítico-autocrítico de varones quizá la alarma masculina hu- biera sido mayor. Pocos se preguntan, sin embargo, con angustia: ¿hay algo bueno que los varones no podamos ser o tener, maternidad aparte? Tengo para mí que muchos varones sienten de hecho hoy cierta envidia de la libera- ción. Y es lógico: las mujeres pueden li- berarse, los homosexuales también y hasta los curas un poquito. Pero, ¿y no- sotros, los seglares heterosexuales? Esa honrada envidia no se explicita ni se profundiza en ella. Sólo hay cierto mosqueo con la compañera feminista, alguna improvisada y efímera declara- ción de que también nosotros estamos mal y, como mucho, una vaga sensación de que lo masculino se acaba. Eso los progres, los sensibles, los bieninten- cionados. “¡Magnífico —dice el varón orgullosamente irrecuperable—; así no me confundiré!” Es dramático que a los varones no nos alarme que las mujeres progres quieran ser “femeninas”.

Uno, que no tiene más inconvenien-

28 tes en abrazar una alternativa femeni-


na, siendo varón, que el que haya tenido en abrazar una alternativa proletaria, siendo enseñante, se pregunta entonces en qué consiste eso de lo femenino, si lo puede tener también un chico, y si le de- jan o puede negociarse.

Pero no es fácil aclararse. Por ejemplo, el bordado se puede reivindi- car como algo que han hecho las muje- res y no se le ha dado importancia (mientras que a la orfebrería sí), como lo que se aparta del mundo del trabajo asalariado y la mercancía (participando o no de la lucha por su abolición), como nlgo que es juego y despilfarro feliz de tiempo, o como algo que se hace en casa, en la cueva, en el útero, mientras los chicos, tontos ellos, salen fuera. Aún en- tonces cabría preguntarse si es igual el bordado de la que inventó la muestra que el de las que lo repiten.

De la otra parte, ¿se puede pensar, por ejemplo, en distinguir entre lo machista, lo patriarcal y lo masculino? ¿Hay un posible nuevo modelo masculi- no, o el eventual proceso de autocríti- ca/fliberación del varón desemboca mis- mamente, como si dijéramos, en la per- sona sin género? La mujer no tendría por qué hacerse “masculina” al liberar- se; pero el varón ¿qué se haría? ¿“Ne- omasculino”? ¿Neutro? ¿Andrógino?

Empiezan a quejarse algunos varo- .

nes de que alguna tipa les ha fastidiado por no ser ellos tan machos como espe- raban. Provisionalmente se puede decir que si no se las buscasen ¿femeninas?, digamos muy mujercitas, no les pega- rían patadas en los cojones. Pero, ¿qué más se puede decir sobre el asunto? ¿Hay un riesgo real de que la reivindi- cación por la mujer de la diferencia re- afirme al varón en su diferencia?

Si le pego dos tortas a un tipo por machista, ¿lo soy? Si presento suave-

El