Hay cosas congenitas. Parece una bana- idao, pero si se recapacita resulta inquie- ‘-‘ante. Es decir, a mi me inquieta porque
- z=. que muchos de mis tormentos empeza-
ron con mi abuelita Uuuu, la que vivi’o en
- 1 pleistoceno; mas exactamente en el pa-
leolitico medio.
Cuenta una tradicional oral (altamente confiable) que un jueves de mayo a las dos y diez de la tarde, estaba Uuuu sentada traniquilamente eriwla entradz? cférsu cufleva en el Monte_B_ianco.
Acababa de almorzar una alita de clip-
todonte volador (y a ver quien es capaz de.
discutirse si existian 0 no) con ensalada de licopodias, Cuando de pronto, y sin decir “agua va”, se lanzé sobre ella un galan, con la previsible intencibn de saciar sus bajos instintos.
En ese preciso momento empezo todo, porque abuelita se dio cuenta que no po- dia tolerar la prepotencia y, sin el menor titubeo, lo dejé seco de un garrotazo. Una actitud semejante estaba muy mal vista en la sociedad de entonces. (Oooh!) Hasta la acusaron de subversiva. . .
Para colmo, Uuuu no queria por nada quedarse a cuidar el fuego en la cueva, ni
-le gustaba cocinar, ni hacer vestidos con
pieles, ni absolutamente ninguna tarea subalterna. Le hicieron un vacio terrible. . . sobre todo las otras mujeres; pero-Uu\‘1u se encogo de hombros, fabricé una flauta de cafia y abandoné la tribu. En buena hora, porque en un sorpresivo plegamiento de- saparecieron todos como pot encanto. [Y mi abuelita Giula Agripina Mesalina Galba L . . Otra iconoclasta nata. Corria cuadrigas y tenia pasion por it al Foro a discursearle a la plebe. (Por sabido, se calla que le estaba ved: 13:0 set tribuno).
En Capua, se hizo 2 ziga do Espartago y trabajo con ‘el con un entusiasmo cligno de esa causa. Dos dias antes de ‘la rebelion, el padre, para protegerla, la rnando atada co-
mo una bondiola a la finca dela familia, a i *
orillas del Po.
be. erreslo la vzua luaiuicienuu en latm, escrib|endo,'sobre revoluciones so- ciales y rabiando hasta la exasperacion por no haber podido participar en la imica de su época.
(‘Que voy a decir de mi abuelita Fiamme- tta, la amiga de Catalina Sforza? (esa no,. la prima); ¢',era igual que Uuuu y que" G1ul1a?. . .y . .. ;si!
Segun parece, en el ejército de Carlos VIII, estacionado a las puertas de Milan,
revistaba un capitan espafiol llamado Don
'Mendo Tiron de Oreja, que la iba decon-
dottiero, pero todo vestido de negro. Era enjuto, hirsuto y reprimido. Llevaba a toda hora los silicios debajo del jubon y-despe- dia una santa fetidez. Solo le tenia a la he-‘ _rej1'a. Era obtuso sin atenuantes. Todo un hidalgo.
Pero mi nonna era una real hembra, y una tarde, mientras Fiammetta supervisa- ba un carnbio de Guardia, Don Mendo no pudo mas, se le acerco aviesamente e inten- to darle un pellizco entre el volante de1es- paldar y escarcela. Fiammetta lo baj’o del caballo de un memorable sopapo.
Cuando Catalina oyo ese escandalo de latas contra los adoquines, volvi’o grupas rugiendo de furia, lanza en riestre. Poco falfo para que ensartara a Don Mendo. pero se enredb en la gualdrapa del caballo. de Fiammetta. De todos modos no hacia falta porque abuelita le habia pegado con el guantelete puesto, asi que el Caballero pagb Cara su osadia.
Alguno, que nunca falta, podra pensar que Fiammetta y Catalina eran una ami- gas. . . al estilo Batman y Robin, digamo$.‘. No sé ni me importa, como ordena el art.- l9 de la Constitucibn Nacional. Digo, co- mo cada vez que una mina tiene una acti- tud independiente le cuelgan el san beni-. to. . .
Lo cierto es que, debido a1 delicado equi-
.-librio que mantenia la paz entrc los dog!
ejércitos, se anné nun lio padre. Visconti no sabia que hacer. y opto
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por no permitir que Fiammetta pasara 7,7