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contingente. Por otro lado, han puesto el espíritu, lo trascedental, la eternidad y el asco a la mujer.

Para marcar miejor el corte, han puesto unos cuellos de oficiales con sus hermo- sas hombreras que ponen de relieve la ca- beza —como para ponerla entre comilias— o bien unos cuellos duros con corbatas de nudo muy apretado, nudo corredizo con soga de ahorcado.

La cabeza así osteniadz, llena de gra- cia, llena de viento, toma su vuelo hacia los cielos; y se olvida el cuerpo. Pues es él, el cuerpo, el que le quita a la cabeza cualquier posibilidad de pensar. Es él el responsable de todos los disparates que cruzan por la cabeza: sus quimeras, sus recelos, sus anhelos, sus amores.

Más que olvidado, el cuerpo se ve des- truido, torturado, negado por las religio- nes y, más aún, la nuestra que ha hecho del cuerpo destrozado de un hombre con los brazos en cruz símbolo del amor al padre..., con la recompensa de un lugar preferente a la diestra del Señor. El su- frimiento ha llegado a ser victoria, victo- ría sobre sí mismo, victoria sobre el ani- mal. Los héroes son aquéllos que han sa- bido sufrir sin dejar de apretar los dien- tes. Y los mataderos donde revientan los hombres en tiempos de guerra son los santuarios de la gloria viril En cuanto a los terrenos dedicados al deporte que bien hubieran podido ser el motivo de otro juego de los cuerpos, no son más

EL VIEJO TOPO - N?exva 10 - Barcelona

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Alternativa Feminista

que campos de preparación militar don- de tienen lugar pequeñas guerras entre azules y rojos. Los poderosos no se en- gañan, ellos que han hecho lo que se sa- be de los Juegos Olímpicos o del “Mun- dial”,

El cuerpo del hombre es todo lo más el cuerpo de ““Supermán”, gigante escul- Pido en manteca de cerdo cuya invuine- rabilidad y »azañas de nunca acabar pro- ducen tanta monotonía. Es el cuerpo de la hazaña, de la cantidad de polvos que se ha echado, del corte de manga, de la musculatura. Los sexólogos no han in- ventado nada. Los hombrecitos del café y de los partidos hace tiempo que han aprendido a no hablar más que le sus músculos. Su cuerpo, ni siquiera saben que existe.

El problema, es que a todo el mindo le joroba, Porque echarse su polvo no tiene gran cosa que ver con el placer. Mientras los hombres se queden ai nivel de la carne, mientras ignoren el placer todo irá bien, sus records deportivos o guerreros no se verán demasiado altera- dos. Pero cuando se aburren y cuando miran hacia su cuerpo en busca de algo huevo, se encuentran con un desconoci- do, Ya no saben qué decir. N:nca han hablado de ello. Y entonces se callan, Tienen raás o menos miedo. Les parece que están abordando en un continente desconocido hasta entonces reservado a las mujeres. Q

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