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vida corrigiendo'en las criaturas lo que no va en esa dirección y reforzando lo que encaja en ella. Un nombre no llora, eso es de “chicotes *, no juegues a eso... Las personas pequeñas son tratadas bajo la permanente —y correcta-- sospecha de que, naturalmente, no se comportarían como “es natural”.

El lector de antes --u otro, porque es- pero tener al menos dos lectores-- dirá. “Entonces, ¿tú qué quieres? ¿Que los hombres y las mujeres tengan la misma forma de ser? ¡Seria muy aburrido un mundo asi!” ¡Calma! Yo no digo que todas las personas sean del mismo tipo, ni tampoco que haya que uniformarlas. Lo que digo es que las diferencias en- tre hombres y mujeres son un producto social y que el proceso que las crea es discriminatorio; para las mujeres y al mismo tiempo mutilador de las diferen- cias reales entre las personas, que no guar- dan relación de sexo. Cuando la sociedad fabrica hombres y mujeres no sólo está mutilando a la mujer sino también defor- mando a todos, e impidiendo que unos y otros se desarrollen y manifiesten libre- mente. Una sociedad en la que esta defor- mación no se produjera. no daría un tipo único de personalidad sino diversos tipos, que no necesariamente coincidirían con los sexos sino que serían presumible- mente mixtos. De hecho, incluso hoy, pese a tódos los mecanismos deformado- res, hay tipos muy distintos de hom- bres y de mujeres, hay hombres y mujeres parecidos en su talante, sepa- rados por las respectivas máscaras, obli- gados a aproximarse al modelo único pa- ra su sexo, a hacer el hombre y hacer la mujer, condenados a alguna forma de ficción o de clandestinidad vital por el terrorismo de la normalidad. No estoy hablando de homosexualidad sino más ampliamente de todas las diferencias que hay que ocultar o de todo lo que se ig-

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hora o se infravalora porque no responde a las pautas oficiales de normalidad de esta sociedad. Ni siquiera existen real- mente “los homosexuales” como “ter- cer sexo” o "tercer y cuarto sexo”, por- que en definitiva el comportamiento ho- mosexual incluye tipos diferentes de ac- titud vital y sexual. La homosexualidad no es un rasgo determinante de la per- sonalidad, no más al menos de lo que pueda serlo el ser hombre o mujer.

Para fabricar hombres y mujeres, y previamente niños y niñas, la sociedad se sirve de diversos mecanismos, cons- cientes unos e inconscientes otros, y ope- ra simultáneamente sobre los niños de uno y otro sexo. Si la persona lectora es- tá un poco sensibilizada sobre el tema, conocerá probablemente los mecanismos concientes —órdenes. consejos, colegios diferentes, etc. - y, en particular, aque- llos que operan sobre personas del sexo femenino. Sabemos que a las niñas se les prohíbe determinados juegos, se destinan menos recursos a su educación o se les recorta la libertad más que a los niños. Pero el proceso de mutilación de las ni- ñas es más amplio —interviene también la discriminación inconsciente— y. aparte de eso, sería erróneo pensar que los ni- ños de sexo masculino son, por el con- trario, personitas normales y no simple- mente deformadas en otros sentidos. El problema se presenta, bien intenciona- do pero parcialmente, como que las ni- ñas no pueden ser “normales”, es decir, como los niños varones. La resistencia masculina a la autocrítica se manifiesta aquí en ese reducir el problema a la fal- ta de una igualdad de oportunidades para ser como los varones.

Los adultos transmitimos inconscien- temente a los niños más cosas de lo que creemos, aunque a menudo pensemos que sólo los estamos adoctrinando cuan- do les damos consejos, órdenes o leccio-