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AMOR Y PEDAGOGÍA

como del arte? — se dice Avito; — ¿no es la naturaleza hecha arte, lo que equivale á decir que es el arte hecho naturaleza? ¿no es el feliz consorcio de la reflexión con el instinto, instinto reflexivo á la par que reflexión instintiva? Démosle, pues — así piensa esto, en primera persona del plural del presente de subjuntivo, ó de imperativo si se quiere, — démosle su parte de naturaleza, de instinto, de inconciencia; no hay forma sin materia. El arte, la reflexión, la conciencia, la forma lo seré yo, y ella, Marina, será la naturaleza, el instinto, la inconciencia, la materia. Y ¡qué naturaleza! ¡qué instinto! ¡qué materia!... ¡qué materia sobre todo...! — le dicen las corrientes plutonianas con su lenguaje de sacudidas del corazón — ¡qué materia! Yo la trabajaré, como las aguas á la tierra, la surcaré, le daré forma, seré su artífice. ¡Cállate! ¡cállate! — le dice á una voz de su interior que le murmura: «mira, Avito, que caes... que caes, Avito... que caes... eso es el señuelo... así no se llega al genio... que caes...» ¡Cállate! — Y termina en esta conclusión: ¡Marina es materia prima de genio, forma de él yo! ¿Pues qué? ¿la belleza física nada quiere decir? Los verdaderos genios, los de verdad, han debido de ser hijos de mujeres guapas, y si la historia lo negare ó es que el supuesto genio no es tal ó es que no se fijaron bien en su madre.

¿Y el informe amoroso? ¿Lo entenderá acaso la braqui-morena plutoniana? Oh, el instinto adi-