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II



«;Has caído, Avito, has caído! — le dice la voz interior — ¡has caído! has convertido á la ciencia en alcahueta... ¡has caído!» Y mientras echa de menos á su fiel Sinforiano, no le sirve repetir: «¡cállate! ¡cállate! ¡cállate!» Pasada la embriaguez de los primeros días, disipada la nube que de las aguas de la ciencia levantaran los fuegos del instinto, empieza á vislumbrar la verdad. Ha sido una caída, una tremenda caída á la inducción, mas es preciso aceptarla y aprovecharla en beneficio del futuro genio. Ahora que posee á Marina se acuerda más de Leoncia, oliendo la cabellera de la braqui-morena sueña en la de la dólico-rubia. ¡Si cupiera fundirlas en una!... ¿Por qué el goce de lo