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MIGUEL DE UNAMUNO

poseído ha de encendernos el apetito de lo que no poseemos?

«La Materia es inerte, estúpida; tal vez no es la belleza femenina más que el esplendor de la estupidez humana, de esa estupidez que representa la perfecta salud, el equilibrio estable. Marina no me entiende; no hay un campo común en que podamos entendernos; ni ella puede nadar en el aire, ni yo volar en el agua. ¿Educarla? ¡imposible! Toda mujer es ineducable; la propia más que la ajena.» Así piensa Avito.

¿Y Marina? A los pocos días de trasladada del poder de su hermano al del marido se encuentra en regiones vagarosas y fantásticas, se duerme y en sueños continúa viviendo, en sueños incoherentes, bajo el dominio de la figura marital que anda, come, bebe, y pronuncia extrañas palabras.

— ¿Y tu marido? — le pregunta Leoncia un día.

— ¿Mi marido? ah, sí, ¿Avito? ¡bien!

¡Qué casa. Dios mío, qué casa! Hay que dejar abierta de noche la ventana del cuarto, por donde entran las tinieblas exteriores y el aire fresco, no hay que espumar el puchero, hay que sumergir á cada paso los cubiertos en esa cubeta con solución de sublimado corrosivo que está sobre la mesa, y esos extraños vasos, graduados, y con su rótulo H²O, y el salero con su ClNa, y ese re-