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AMOR Y PEDAGOGÍA

á la figura dominante de su sueño; despiértale la sonata las dormidas ternuras maternales, y empieza á inundarle el corazón maternal piedad, piedad jugosa hacia el padre del futuro genio.

— Ven, acércate, que te lleguen al regazo las rítmicas ondulaciones; que envuelvan al tierno embrión...

Siente la pobre Materia que le hinchen las aguas profundas del espíritu, amargas linfas, que le ahogan el corazón de madre, que los objetos todos, la cómoda, las sillas, la consola, el espejo, el espejo sobre todo, la mesa, todos se ríen de ella; córrele la sangre al rostro, á reírse también viendo aquello, y avergonzada al sentir el rubor, empiezan á rezumar sus ojos silenciosas lágrimas y las lágrimas le acongojan.

— Oh, veo que te afecta demasiado, y tampoco eso... tampoco eso... No le quiero sentimental. Un sentimental no puede ser buen sociólogo. Y ahora, puesto que hace tan buen día, á pasear un rato, á tomar luz... ¡luz! ¡luz! ¡mucha luz!

Y ya de paseo, dice:

— La educación empieza en la gestación... ¿qué digo? en la concepción misma... antes, mucho antes, venimos educándonos ab initio, desde lo homogéneo primitivo.

Ella calla y él prosigue:

— Y tú, Marina, eres muy homogénea. Adivina un insulto. ¿Insulto? ¿Pero es que