Nunca, ni aún en tiempo de los españoles, repito, se forjó en mi imaginación la idea de la independencia y si los que antes la alimentaron, no pudieron conseguir su objeto entonces, que les hubiera sido más fácil, lo que es hoy, tienen que despedirse de éste quimérico y absurdo ideal, que en mi concepto, no lo alienta mas, que una ínfima minoría de imaginaciones volcánicas, que por ser minoría, hace poco pero en la balanza del destino que le espera á Puerto-Rico.
El bello ideal de toda mi vida, fué siempre el de una autonomía, tan amplia, que la metrópoli no tuviera más ingerencia en ella que la de enviar aqui su bandera y su representante, para el percibo de los gastos de soberanía. Luego en la práctica, y con equel asomo de autonomía que se vislumbró, me convencí de que nuestra educación político-social era muy deficiente, y que en modo alguno podíamos prescindir de los restos atávicos.
Si bien es verdad que yo nunca pensé en que éste pais se anexionara á la Unión Americana, y hasta en alguna ocasión combatí la idea, hoy que por las fuerzas de la circunstancia se ha impuesto, bien está y que sea por siempre, con lo cual dejo contestada la tercera y última pregunta, declarándome decidido partidario de la anexión, porque asi conviene á nuestro intereses en el órden moral y material de nuestro porvenir.
Puerto-Rico anexo, y viviendo al amparo de